Como en otros ocasiones desde redacción recordamos que Tradición Viva no entra en el debate dinástico al ser un medio independiente de cualquier sensibilidad dinástica. No obstante por su interés reproducimos el artículo.
POR ANTONIO RIERA PASTOR
Para los no iniciados en la materia en cuestión, que no es otra que el reconocimiento del Rey Legítimo de Las Españas, me obligo con una reseña histórica, a modo de introducción.
Ya desde su ascenso al trono, S.M.C. D. Alfonso Carlos I, siendo consciente de lo avanzado de su edad y de la inexistencia de descendencia, le indicaba en carta a D. Manuel Fal Conde, a cuenta de los llamados “Cruzadistas”, que acabaron siendo “Carloctavistas”: “Y aunque los leales no necesitan que repita que esa disidencia está declarada, no sin dolor por mí, fuera de mi partido, bueno es que lo recuerdes para conocimiento del público en general. No pertenecen a la Comunión y obran contra mis expresas órdenes. Nadie puede elegir mi sucesor sin mi concurso, ni menos en forma plebiscitaria, más propia, como ya dije otra vez, de elecciones a presidente de una república”. Esto vino a cuenta de una “Asamblea” celebrada en Zaragoza donde los partidarios de los sucesores de Dña. Blanca de Borbón, querían votar al Rey Legítimo.
En otra carta a D Manuel, retomando la sucesión dinástica, especificaba más sus preferencias: “En cuanto a la cuestión sucesoria, sabes cuál es mi modo de pensar; es decir, que yo considero que toda la rama de D. Francisco de Paula no me puede suceder legítimamente por su rebeldía; pero sobre todo la de D. Alfonso (denominado el XII), por haber peleado al frente de su ejército liberal contra su legítimo Rey Carlos VII, y así tampoco su hijo (llamado Alfonso XIII). (…)
Viene después el Príncipe Javier Carlos de Borbón Parma de Braganza, que yo nombré Regente.
Pido a Dios lo arregle de modo que Don Javier Carlos sea mi sucesor legítimo y después de él sus hijos. Tengo plena confianza en mi sobrino Javier, y espero que sea él el salvador de España.”
Es decir que D. Alfonso Carlos, último rey directo (utilizando terminología de la actual CTC), tenía muy claro quién si, y quién no podría optar a la sucesión legítima de la corona de Las Españas.
Expresamente quedan excluidas las ramas de Borbón que hubieran combatido a los Reyes Legítimos, y los que les hubieran reconocido. Y obviamente entre estas ramas está, como bien indicó S.M.C. la denominada “rama Alfonsina”.
Durante la dictadura franquista, algunos antiguos carlistas, no tuvieron mejor ocurrencia al respecto de la cuestión sucesoria, que presentarse en Estoril (de ahí su apodo despectivo de “estorilos”), y reconocer a Juan de Borbón, abuelo del actual Jefe del Estado, como sucesor de la línea carlista. Estos traidores, encabezados por el Conde de Rodezno, fueron tajantemente expulsados del carlismo desde el primer momento, pasando a integrarse tristemente en FET y de las JONS. Así allanaban el camino a Franco, “solucionando” el problema dinástico, que tanto irritaba al dictador.
Estos vendidos al franquismo, ignorantes me atrevería a señalar, actuaban como si el carlismo se detuviera en ese pleito familiar, ignorando las señas populares, foralistas y tradicionales del pueblo carlista. No les importó vender los ideales de sus antepasados a cambio de un mísero plato de lentejas, reflejado en las prebendas obtenidas de un régimen totalitario. El Altísimo les habrá juzgado en su Misericordia.
Casi un siglo después, de manera sorprendente, algunas personas (más bien pocas, gracias a Dios) están comenzando a hacer una especie de campaña de baja intensidad a favor de la figura de D. Luis Alfonso de Borbón en el ámbito del carlismo. La cuestión resulta poco menos que hilarante por varios motivos.
Este Señor, personalmente me merece todos los respetos, y es un honorable empresario y padre de familia. Nada que objetar en su ámbito privado.
No obstante, lo anterior, D. Luis Alfonso es biznieto, por lado paterno, de Alfonso de Borbón, el que fue Jefe del Estado hasta el advenimiento de la II República. Por parte materna es igualmente biznieto del dictador Franco. No hace falta entrar en detalles con semejantes antepasados. Lo cual, además, deja en evidencia su falta total de legitimidad de origen, ya que la perseverancia en el liberalismo de la familia al completo ha sido notoria, culminando con que su bisabuelo dejó como heredero “a título de Rey” a Juan Carlos de Borbón.
En segundo lugar, esta rama está expresamente excluida por D Alfonso Carlos.
Y, en tercer lugar, y esto es de Perogrullo, este Señor, al parecer con bastante más conocimiento de causa que sus “defensores”, nunca ha reclamado el trono de España, ciñéndose sus reivindicaciones al trono de Francia, donde tiene sus leales a la causa.
Llegados a este punto, me aflora a la mente el ensayo de Nietzsche en el que decía que “¿No habéis oído hablar de ese loco que encendió un farol en pleno día y corrió al mercado gritando sin cesar: «¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!»–Como precisamente estaban allí reunidos muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron enormes risotadas. ¿Se ha perdido? preguntó uno. ¿Se ha perdido como un niño pequeño?, preguntó otro. ¿O se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Se habrá ido de viaje? ¿habrá emigrado? –así gritaban y reían alborozadamente.”
Algo parecido pasa en el carlismo con la cuestión dinástica. Los hay que no ven lo que tienen delante y se empeñan en negar todas las evidencias, buscando aquí y allá pretendientes “a la carta”, y al no encontrarlos, se mantienen en la consabida “vacancia dinástica”, buscando hasta la más mínima falta para elevar el detalle al todo con tal de mantenerse en sus posiciones. Muchos de ellos se acogen a un R.D. de D. Alfonso Carlos, de institución de la Regencia. Pero curiosamente son descendientes, muchos de ellos, de los que D Alfonso Carlos expulsó de la Comunión Tradicionalista por desleales (como he comentado anteriormente), o de los que no aceptaron la elección de D. Javier, aprobada por unanimidad por los representantes del carlismo de toda España. El resumen es fácil: Para lo que me interesa, D Alfonso Carlos fue el último Rey directo, pero para lo que no, “pelillos a la mar”.
Por todo lo cual, comencemos a ser serios en esta materia, que sigue sin cerrarse, y dejémonos de ocurrencias de café que no aportan nada bueno.
POR ANTONIO RIERA PASTOR
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