Javier Barraycoa ya es conocido por nuestros lectores. El próximo viernes 13 de mayo, participará en la presentación de la reedición de “El liberalismo es pecado” de Sardá y Salvany. Esta iniciativa editorial de “Luz de Trento” traerá a España a Mn. Athanasius Schneider (que prologa el libro) y al prestigioso académico Alberto Bárcena. Javier Barraycoa se ha encargado de realizar el estudio preliminar para enmarcar la obra en su contexto histórico y político, en medio de la lucha entre católicos liberales y tradicionalistas.
¿Merece la pena reeditar una obra publicada a finales del siglo XIX?
Sin lugar a dudas. La obra se publicó en 1884 en medio de intensas polémicas entre católicos liberales y tradicionalistas. Las causas y efectos de esas polémicas siguen vigentes en nuestros tiempos y explican la actual desastrosa situación de la Iglesia en España. Como las obras de Jaime Balmes o Juan Donoso Cortés, la obra de Sardá y Salvany es perenne y siempre actual. Estos tres autores españoles son de los más difundidos por todo el mundo. El libro levantó tanta expectación que en 1891 se publicó una edición políglota en ocho idiomas: latín, catalán, castellano, vasco, francés, italiano, portugués y alemán.
¿A qué contexto histórico y religioso se refiere?
España pasó por una terrible persecución anticlerical en 1868; luego Prim trajo a Amadeo de Saboya como pretendiente al trono de España (un miembro de una familia anticatólica que había arrebatado al Papa los Estados Pontificios); luego llegó la desastrosa y efímera I República. Mientras en España se iniciaba la III Guerra Carlista y en Cuba los alzamientos independentistas. El autogolpe de Estado de Pavía, fue para impedir que el carlismo ganara la Guerra. Se liquidó la ineficiente Primera República y se llevó nuevamente al trono a la odiada dinastía borbónico-liberal. Era el régimen de la Constitución de 1876: la Restauración de 1874. Su arquitecto fue Cánovas del Castillo que, siendo conservador, despreció a los católicos anulando constitucionalmente la Unidad Católica de España. Ello provocó una inmensa polémica entre católicos liberales y tradicionalistas. Los primeros aceptaban el “mal menor” de la Restauración y los segundos se negaban a transigir con ella. Cánovas, del Partido Liberal-conservador, necesitaba del apoyo de los católicos y realizó mil peripecias y engaños para atraerse a los católicos tradicionalistas (Como la formación de la Unión Católica de Pidal). Pero siempre fracasó, antes bien la guerra interna entre católicos se fue haciendo más intensa.
¿Y cómo reaccionó la Iglesia?
Reinaba por entonces León XIII. Decidió escribir una encíclica para calmar los ánimos y buscar la reconciliación entre los católicos. Este texto estaba dirigido a los españoles: era la Cum Multa, publicada en 1882. La Encíclica no solucionó el problema, sino que provocó más disputas, pues ambos sectores del catolicismo quisieron interpretarla a su favor. Las disputas fueron especialmente duras allá donde el obispo del lugar se posicionaba con las tesis gubernamentales y las masas carlistas en contra. El caso más duro fue en Cataluña, especialmente en la diócesis de Barcelona. El Obispo de la Diócesis, Urquinaona, inició una guerra personal contra las asociaciones católicas, como la Juventud Católica, por que sus cuadros dirigentes eran carlistas intransigentes; o bien contra El Correo Catalán o la revista que dirigía el propio Sardá y Salvany, la Revista Popular. Esta fue una de las revistas católicas más influyentes de su tiempo. Urquinaona había amenazado a Sardá y Salvany de prohibir su preciada revista, sometida a la censura eclesiástica. Tenía amenazado a Llauder, el director del diario carlista El Correo Catalán, al que Urquinaona le había acusado injusta y literalmente de ser “un hombre de soberbia satánica”. Por último el Obispo amenazaba con suprimir a la Juventud Católica que era el grupo más dinámico, numeroso y mejor organizado de la Diócesis.
Entonces aparece “El liberalismo es pecado” …
Sí, pero fue todo un parto. En 1882, por una carta a un sacerdote amigo, sabemos que Sardany estaba elucubrando escribir algún tratadillo contra el liberalismo. Mientras tanto fallecía en 1883 Urquinaona. Periódicos anticlericales como El Diluvio, lo ensalzaron como “martillo de carlistas”. El texto de El liberalismo es pecado ya estaba completado antes de la muerte de Urquinaona. Pero Sardá, no se equivocaba, temía que Urquinaona nunca le concedería el Nihil Obstat. A través de Nocedal, trató de que fuera publicado en la Diócesis de Madrid, pero le dieron la callada por respuesta. Cansado de esperar Sardá optó por una solución drástica. Ir publicando los capítulos por partes en diferentes diarios carlistas, como si fueran artículos.
¿Y cómo acabó la historia?
Tras mil intentos de católicos liberales y obispos transaccioncitas con el Régimen de la Restauración, para evitar su publicación como libro, este pudo ver por fin la luz, como volumen, en 1884.
¿Y llegó la paz?
¡Qué va! Obispos como Morgades (que odiaba a los tradicionalistas) empujaron a sacerdotes a escribir contra la obra de Sardá y utilizaron todo tipo de influencias para intentar que Roma condenase el libro. Pero la aparición de la Encíclica de León XIII, la Inmortale Dei -en 1885- fue un espaldarazo para Sardá, pues la Encíclica condenaba las tesis liberales. Pero aún así la batalla fue larga. Los enemigos de Sardá intentaron que la Sagrada Congregación del Índice (de libros prohibidos) lo condenara. Y sería en 1887 cuando la Congregación contestó que el libro no era reprobable. En 1888 se entregó a Sardá y Salvany un álbum firmado por 780 clérigos de la diócesis de Barcelona como celebración de la aprobación de El Liberalismo es pecado por la Sagrada Congregación del Índice.
¿Qué tiene de actualidad esta obra para un católico de hoy en día?
La obra es de una actualidad desbordante, porque estamos en pleno apogeo del liberalismo. Bajos sus disfraces de conservadurismo, derecha, etcétera, el liberalismo sigue defendiendo y practicando lo que ha condenado el magisterio perenne de la Iglesia. Esto es, no se puede vivir la fe individualmente y tener un comportamiento público o político contradictorio con la fe. Con otras palabras no se puede escindir y vivir separadamente la fe de la razón, lo natural de los sobrenatural, la religión de la política. Un católico no puede militar o votar en partidos cuyos programas contemplan aberraciones que van contra la fe. Por desgracia la polémica entre católicos liberales y tradicionalistas hoy -en el ámbito político- la han ganado los liberales.
¿Entonces el liberalismo sigue siendo pecado?
Sí, el liberalismo sigue siendo pecado, y lo será aunque cambie de nombre y se camufle de doctrinas políticas de inspiración cristiana.
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