POR SEAN FITZPATRICK
A medida que Walt Disney Company choca con el gobernador Ron DeSantis sobre el proyecto de ley «Don’t Say Gay» de Florida, una ley que prohíbe la discusión de la orientación sexual en la escuela primaria, una nueva controversia está dejando muy claro que la Casa del Ratón tiene la intención de ser un refugio para el alfabeto y la agenda LGBTQIAP + en constante expansión.
Con el próximo lanzamiento de la secuela de Marvel Dr. Strange in the Multiverse of Madness, el Reino de Arabia Saudita ha solicitado una versión editada de la película para sus cines. Según los informes, hay una breve referencia a los antecedentes de un personaje lésbico, América Chávez, que creció con «dos madres» y, como es común en los países musulmanes conservadores, las películas que presentan temas que van en contra del código moral del Islam están prohibidas o editadas.
Disney ha rechazado firmemente la solicitud de edición del supervisor de clasificación de cines del Reino, dando la espalda a su victoria financiera en el cine de Arabia Saudita cuando su película de 2018 del Universo Cinematográfico de Marvel, Black Panther, se convirtió en el primer estreno en cines en Arabia Saudita después de una prohibición de 35 años de dicho entretenimiento. Si bien Disney admitió editar el beso entre personas del mismo sexo en su accidente de tren de Star Wars de 2019 The Rise of Skywalker para Arabia Saudita y otros países de Medio Oriente, con la colina política en la que Disney ha elegido morir, esos días de compromiso aparentemente han terminado, y The Eternals, con sus personajes homosexuales, no se transmitió en Arabia Saudita.
Cuando se le pidió que comentara sobre la disputa actual, el protagonista de la película, Benedict Cumberbatch, dijo:
Es, me temo, una decepción esperada. Hemos llegado a saber por esos regímenes represivos que su falta de tolerancia es excluyente para las personas que merecen no solo ser incluidas sino celebradas por lo que son y hechas sentir parte de una sociedad y una cultura y no castigadas por su sexualidad. Se siente realmente fuera de sintonía con todo lo que hemos experimentado como especie, y mucho menos donde estamos a nivel mundial más como cultura, pero francamente es una razón aún más por la que esto no es simbólico para incluir a un miembro de la comunidad LGBTQ +.
Si bien no es sorprendente ver a Disney y sus discípulos despiertos cavar en sus talones y hacer proselitismo sobre este asunto (ciertamente pueden permitírselo), lo que es más sorprendente de esta disputa es la llamada intolerancia al Islam en esta vena particular frente a la tolerancia manifiesta, e igualmente esperada y decepcionante, del Occidente cristiano e incluso de los cinéfilos católicos. Usando el lenguaje de Cumberbatch, si hay algo «fuera de sintonía con todo lo que hemos experimentado como especie» es el estilo de vida homosexual, pero es difícil encontrar algo como una respuesta católica unificada o una postura en su contra.
La normalización de esta perversidad está en marcha, presentándose subrepticia y descaradamente ante nuestros hijos en anuncios y películas. Solo podemos esperar más escenas como el Capitán América animando a un hombre gay a tener una cita con otro hombre, como lo hizo en un capítulo de los Vengadores, y más rumores como que la heroína, Valkyrie, se gane a sí misma una reina cuando se convierta en reina de Asgard en la próxima película de Thor.
Es difícil sugerir inspirarse o dar ejemplo a un barrio musulmán; pero cuando se trata de corrupción cultural, los católicos deberían ser igual de firmes. Pero el ablandamiento de la Iglesia en lo que se ha llamado «catolicismo JFK», donde la fe no tiene una influencia o efecto palpable en la vida pública, está en pleno apogeo en Estados Unidos. En parte como resultado de las hostilidades contra los inmigrantes católicos por parte de los protestantes, existen incluso hoy en día dos tendencias predominantes en la identidad católica en los Estados Unidos que son igualmente hostiles a un verdadero espíritu apostólico de evangelización.
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Uno de ellos se caracteriza por una mentalidad de fortaleza, o aislacionismo, por la cual los católicos se amurallan lejos del mundo para mantener su catolicismo a salvo del escrutinio y la censura. El otro tiende hacia el extremo opuesto, por el cual los católicos no se distinguen en absoluto en la sociedad por su fe a través de una especie de asimilación, en la que la fe de ninguna manera afecta la forma en que uno funciona en el mundo del trabajo. Ambos, por supuesto, son totalmente reacios al espíritu del apostolado, un espíritu que es audaz e intrépido, incluso hasta la muerte, hasta el martirio.
El Islam no es tan torpe, y la ley sharia, en la que la homosexualidad es un crimen capital, exige que se defienda la moral musulmana, incluso cuando se trata de películas. Y, aunque los católicos no aprueban ni pueden condonar toda la moralidad o las doctrinas del Islam, no está mal reconocer lo que es correcto cuando lo vemos, sin importar quién lo esté haciendo, y esforzarnos por hacer lo mismo en nuestra propia esfera y por nuestra propia fe.
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Cuando se trata de entretenimiento especialmente, los católicos son, en su mayor parte, tan laxos como la sociedad secular. Sin embargo, no siempre fue así. Después de que Colin Clive pronunciara su crescendo loco de «¡Está vivo!» en Frankenstein de 1931, gritó una línea que las juntas de censura juzgaron como blasfema. Se agregó un trueno para oscurecerlo delirando: «¡En el Nombre de Dios, ahora sé lo que se siente ser Dios!» Chocante.
Lo que es aún más impactante es que siempre hubo tanta sensibilidad en Hollywood. Estaba allí debido a la sensibilidad y la moralidad de la audiencia y la dedicación general a la dignidad. La cultura era más limpia entonces y la industria del entretenimiento respondió de la misma manera, entregando lo que la gente consideraría aceptable. El arte se regía por la decencia común y se evitaba que causara escándalo o deterioro moral. Sin embargo, cuando ese gobierno se va, todo vale, y por lo tanto la locura cinematográfica de hoy. El entretenimiento refleja y afecta a la cultura, y las películas no deben dejar un mensaje de moralidad confusa para su interpretación por las masas amorales.
Como buena narradora, Flannery O’Connor demuestra que el buen arte no cuenta, sino que muestra, y Disney conoce bien esa estrategia. El arte debería reflejar la verdad, como dice Hamlet; y ahora estamos viendo lo que sucede con el arte (si las películas de Marvel pueden considerarse arte) en un mundo que ha perdido su sentido moral, su sentido de la verdad. Cuando la verdad se oscurece o se retuerce, las personas se condicionan a la falsedad; y en el clima actual, no podemos presuponer la integridad moral para discernir el bien del mal. Cuando se pierde el código moral, el arte, incluso el arte pop, se vuelve peligroso si tiene una intención tortuosa.
Entonces, ¿hay alguna lección que aprender aquí de la intolerancia al Islam? Sí y no. El Islam es en su fundamento una religión intolerante, que, en general, es la razón por la que es una religión falsa. Se niega a aceptar la verdadera naturaleza de lo Divino. Dios es un Dios de vida, amor, autosacrificio y auto-revelación. Es un Dios de condescendencia. El Islam basa su fe no en la interacción familiar de Dios y el hombre, sino en la distancia fría e imposible de Dios. En el Islam, no hay nada que una al hombre y a Dios, y en este credo, rechazan a Dios. El Dios del Islam es un Dios aislado, que ilumina el mundo espiritual solo por Su luz mientras reina en lo alto, solo, y deja a sus seguidores igualmente solos y viviendo vidas de disciplina intolerante. El Dios del Islam está prohibiendo, y los musulmanes están prohibiendo de manera similar.
El Islam puede estar loco de muchas maneras, tal vez en la mayoría de los sentidos, pero los católicos deberían considerar cómo podrían sacar una página del libro de jugadas musulmán cuando se trata de tolerar, o no tolerar, la presentación flagrante y la integración de la inmoralidad en la sociedad. La bandera de la «Tolerancia» es una que vuela con orgullo sobre los Estados Unidos de una manera que no lo hace en Arabia Saudita. Aunque un grado de tolerancia es a veces encomiable, demasiado de ella puede ser suicida, y esto es algo que los musulmanes todavía reconocen. En el esfuerzo por aceptar, afirmar y aclimatarse, existe la necesidad de preservar la identidad cultural, la racionalidad, la integridad espiritual y el orden natural.
La «virtud» mundana de la tolerancia es más extraña que cualquier cosa en una película de Dr. Strange. Es una tolerancia que puede comprometer y comprometerá la naturaleza, la sociedad y el alma, y socavará la cultura al rendirse al relativismo en general hoy en día. Dicha tolerancia no debe tolerarse. Los católicos estarían mucho mejor si fueran tildados de intolerantes como los musulmanes en su rechazo de las ideologías que lo abarcan todo y se mezclan. Si no encontramos el modo católico de caridad pero fuerte intolerancia hacia el mal, solo permitiremos que un «multiverso de la locura» muy real continúe tomando su extraño dominio.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en https://www.crisismagazine.com/
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