No nos cansaremos de repetir que en las próximas elecciones presidenciales Colombia se juega su destino, no sólo por un período de 4 años, sino por el resto de su existencia.
No se trata, como algunos quieren hacerlo ver para engañar incautos, en una pelea entre los amigos y los enemigos del expresidente Uribe, sino en una confrontación entre los dos grandes sistemas que compiten por el poder a nivel global, a saber:
La Democracia que garantiza el respeto a la dignidad humana y a sus libertades, la protección de la vida y de la familia tradicional, el derecho a la propiedad privada y la libertad de empresa, de un lado, y del otro, el totalitarismo marxista que persigue la sumisión del individuo y la familia al Estado, el despojo de los bienes privados (ahora lo llaman “democratización”), la pauperización de la sociedad para controlar a la población a través de subsidios de hambre y la instalación a perpetuidad de una camarilla de fanáticos, como ha ocurrido en Cuba o Venezuela.
Basta con repasar las propuestas del guerrillero que funge como candidato de la izquierda para concluir que están encaminadas a la destrucción del aparato productivo, al engaño del electorado con discursos populistas que ocultan venenosas intenciones y a convertir a los colombianos en nuevos esclavos del socialismo del siglo XXI.
Para asegurar su llegada al poder no tienen los “camaradas” el menor escrúpulo pues llevan en su ADN la consigna de que todos los medios son lícitos para implantar su llamada “revolución”. Han perfeccionado la máxima de Stalin de que “quien escruta, elige”, creando anticipadamente una percepción triunfalista mediante mítines transportados de pueblo en pueblo, encuestas sesgadas a favor de su candidato, periodistas u opinadores contratados para difundir lo que conviene a sus intereses.
No les basta con las viejas prácticas de comprar votos, pues descubrieron que es preferible utilizar la inmensa fortuna del narcotráfico en los centros de recaudo y contabilización de votos, mecanismo que demostró ser eficacísimo en las pasadas elecciones parlamentarias. De la noche a la mañana les aparecieron 500.000 votos de la nada; acepta la Registraduría que han detectado irregularidades en más de 22.000 mesas; miles de ciudadanos se han quejado pues desaparecieron sus votos o no les entregaron tarjetones si querían votar por movimiento diferente al del Pacto Histórico.
Ha llegado a tal extremo este monumental fraude que los entes de control se abstienen de intervenir para devolver la credibilidad al sistema electoral o para separar al inepto (por decir lo menos) funcionario responsable de los comicios. Hasta el Presidente de la República se ha lavado las manos con la excusa de que son “protuberantes “ errores paro que no ameritan el reconteo de los votos.
Avanza, pues, a pasos agigantados la amenaza marxista sobre nuestra amada Patria, sustentada en un vulgar discurso populista y un fraude monumental inédito en nuestra historia política.
¡Cómo se añora no haber contado con una derecha valiente dispuesta jugársela por el país para detener el zarpazo del marxismo y comenzar de una vez por todas la tarea de la RECONSTRUCCIÓN NACIONAL que el país requiere!
Por Luis Alfonso García Carmona, Presidente de Alianza Reconstrucción Colombia
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