(Gaudium Press) Hoy celebramos a San Pío V, un coloso.
Nace Miguel Ghislieri en 1504 en Bosco, Italia; tenía apenas 14 cuando se viste del hábito de Santo Domingo. Se ordena luego sacerdote, y enseña filosofía y teología durante 16 años.
Pero la educación que había recibido se la debe a una familia que apreció su virtud. Resulta que provenía de familia pobre. Sin embargo, una familia rica vio que su hijo Antonio se comportaba mejor cuando estaba junto a Miguel. Y por eso decidió costearle los estudios junto a Antonio, por el bien de Antonio. No sabían que estaban ayudando a educar a un Papa santo…
Fue maestro de novicios y superior de varios conventos de su augusta orden, donde fomenta la disciplina. En el lugar en que él se encontrase revivía el espíritu de Santo Domingo. Se destaca en los ejercicios espirituales al interior del claustro, en el amor al silencio, a la pobreza.
En 1556 el Papa lo nombra obispo de Nepi y Sutri. Fue nombrado Inquisidor de la Fe, y ejerce su oficio con prudencia, pero es objeto de persecución y corre peligro su vida.
Pablo IV lo hace Cardenal, lo que fue agradecido por muchos personajes de la Iglesia que ya admiraban su vida.
Solícito con quien lo necesitara
Casi se podía decir que todo aquel que quisiera hablar con el Cardenal Ghislieri lo podía hacer, y recibía a los que venían a tratar negocios serios, como a los que iban solo a importunarlo.
Sus gestos y actitudes iban revelando a los hombres que Dios forjaba en él la santidad.
Muere el Papa Pío IV, y algunos piensan en San Carlos Borromeo como nuevo pontífice. Pero el santo tiene muy claro, que el mejor hombre para guiar la Barca de Pedro en ese momento es el Cardenal Ghislieri.
Cuando es elegido Papa con el nombre de Pío V, no quiso gastar dinero en agasajos. Reúne a los domésticos de la Casa Pontificia, les declara lo que espera de cada uno de ellos según su estado de vida, y les advierte que no aceptará ninguna infracción a los principios de una piedad ejemplar, de lo cual él daba eximio ejemplo.
Muy austero de vida, usaba el traje dominico debajo de los trajes pontificios. Dormía en duro lecho; seguía viviendo como fraile radical. El pueblo decía: “Este sí que era el Papa que la gente necesitaba”. Los enemigos decían que quería convertir a Roma en un monasterio.
Antes de acostarse se daba una escena maravillosa con el Papa: en la iglesia de San Pedro, el Papa empezaba a recorrer uno a uno los siete altares de la iglesia, tal vez acompañado por una o dos personas que portaban velas, y ahí rezaba por él, por la Iglesia.
Con frecuencia cuando tenía que tomar una decisión grave, primero se arrodillaba y consultaba, a veces por bastantes horas, a Dios Nuestro Señor.
Hablando con Cardenales, les decía que el medio más seguro de apaciguar la cólera de Dios era regulando sus vidas y sus casas: “Es la voz de Cristo que os dirige estas palabras: Vos sois la luz del mundo, vos sois la sal de la tierra…”. Si la sal no sala…
“Roma era públicamente devorada por las cortesanas (…). Pío V publicó un edicto muy riguroso contra (…), expulsándolas de Roma y de los Estados pontificios”, cuenta un historiador de la Iglesia. Su reforma de costumbres en la Ciudad Eterna fue impresionante y notoria al cabo de pocos años.
Buscó que las normas decretadas por el Concilio de Trento fueran aplicadas. Hizo que los obispos vivieran en sus sedes. En las procesiones con el Santísimo él mismo llevaba la custodia. La gente se daba cuenta, por el brillo de sus ojos, de su piedad eucarística.
Tras seis años de un pontificado lleno de combates, entre los cuáles se destaca la lucha contra los turcos y la victoria en Lepanto, sus enemigos quieren matarlo. Una vez colocaron veneno en los pies del crucifijo que el santo tenía en su oratorio. Era un requinte de infamia, usar un objeto sagrado y aprovechar la piedad del santo para matarlo.
Pero ocurre un milagro: Cuando San Pío V va a besar los pies del Nazareno, estos se despegan de la cruz y se apartan del respetuoso anciano. Entonces Pío V comprendió lo que había ocurrido.
Milagros frecuentes en la vida de este Pontífice
Como cuando por ejemplo, estando en Roma tratando de diversos negocios con varios cardenales, interrumpe de manera súbita la conversación y dice: “No es el momento de hablar de negocios; demos gracias a Dios por la victoria que ha concedido a los ejércitos cristianos”. Había conocido místicamente lo que pasaba a muchos kilómetros de distancia, la victoria de la flota cristiana sobre la otomana en Lepanto. Para conmemorar dicha victoria, incluyó en las Letanías de la Virgen, la invocación “Auxilio de los cristianos”, e instituyó una fiesta en honor del santo rosario. Tenía gran amor a la Virgen.
Muere menos de un año después de la batalla de Lepanto, el 1 de mayo de 1572. Es canonizado en 1712.
Con información de El Testigo Fiel.
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