En estos tiempos en que incluso en las altas y no tan altas jerarquías de la Iglesia se observa un actuar que evidencia una falta absoluta de fe, hace poco tuve la dicha de presenciar una emocionante lección de la fe sencilla de antaño de manos de una  anciana que sobrepasaba ya los 90 años. 

Era un domingo de Ramos, en un pequeño pueblo de la vieja Castilla cuando a la entrada a la misa y esperando la aparición del sacerdote, una menuda mujer entró y se acercó a un grupo de personas que ya estábamos allí. Directamente y sin rodeos nos comentó como estuvo un tiempo con una artrosis que no la dejaba ocuparse de sus labores más básicas ni cuidar de su marido de noventa y seis años. Emocionada nos relató cómo rezó día tras día y con toda su alma a Dios y a la Virgen del Carmen para que su artrosis se fuera y con sus frágiles manos nos mostró como estaban  antes y como ahora podía manejarlas con total normalidad. Para zanjar la cuestión y de seguido afirmó tajantemente: “Hay gente que dice que no pero Dios existe y es real, yo lo sé”. Así de simple sin rodeos y sin ningún complejo. Dio un testimonio de  fe absoluta y con una rotundidad que ya casi es imposible de ver hoy día ni siquiera dentro de la propia Iglesia. Y no solo de la existencia de Dios sino del poder de la oración y de la creencia en la posibilidad de la intervención personal de Dios en nuestras vidas .

Esa menuda y anciana mujer hizo más por la fe de los presentes que cualquier sermón y cualquier acto de caridad de la Iglesia,  que se empeña muchas veces en ser una ONG sin pensar que eso lo puede hacer una organización no católica o incluso no religiosa pero la demostración de fe es lo realmente valioso y lo que puede provocar la conversión real de una persona.

Para terminar hago una última reflexión, los pueblos están llenos de gente muy mayor que observa con gran tristeza como a la hora de la misa  cada año que pasa los bancos están más y más vacíos y están en grave riesgo  cánticos o tradiciones específicos de cada pueblo.  Ahora en verano cuando volvamos a nuestros pueblos, tengamos más o  menos fe (ya que la fe   es una gracia de Dios que podemos recibir o no en mayor o menor grado)  quiero animar a todo el mundo , incluso a los que el resto del año no pisan una iglesia, a acudir a las misas de  nuestros pueblos, revivir las tradiciones y apoyar a estas pequeñas parroquias para que puedan mantener su rico patrimonio teniendo además una  vida religiosa ya que la conservación sin el uso es mucho más difícil de conseguir como ya vimos con las desamortizaciones en su día. De esta manera además de a nosotros, haremos un bien al patrimonio de nuestros pueblos y un regalo a estas personas a las que nada emociona más que ver a gente más joven que les acompaña y les podrá en un futuro tomar el relevo aunque las  más de las veces no seamos dignos de ello.  

Tenemos que ser conscientes de que por desgracia hoy en día los católicos, practicantes o  no, somos una minoría pero aún hay mucha gente que apoya el Derecho Natural y cuyas creencias y normas morales son , a menudo sin que sean conscientes, básicamente cristianas. Debemos enfocarnos en ellos, atraer a esas gentes a las filas de la Tradición , aunque no sean practicantes ni católicos,  los necesitamos para la lucha contra el Mal que se está adueñando de nuestras sociedades. Debemos convencerles de que la naturaleza no tolera el vacío y que si abandonamos nuestras tradiciones y nuestra religión católica esa vacío será ocupado por siniestras ideologías o por el islam u otras creencias perjudiciales para el bien común. No podemos esperar que la religiosidad les lleve al tradicionalismo sino al revés. ¿Cuánta gente ha vuelto a la fe o la ha descubierto gracias su acercamiento al carlismo?.  Para ello debemos ser generosos, abiertos y así atraer a las personas con el simple requisito de que deseen servir al bien común y acepten el Derecho Natural y la moral católica. De esta manera Dios mismo podrá infundirles fe quizás mismamente a través de nuestros actos.

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