Hace casi sesenta años vio la luz por primera vez el libro Sentencias espirituales de Juan de Ávila (Editorial Juan Flors, Barcelona 1964), una amplísima compilación de pensamientos, sentencias, consejos y avisos del Maestro Ávila realizada por Ovidio Pecharromán y Juan Mª Escribano, discípulos ambos del experto avilista Luis Sala Balust, sacerdote operario diocesano, teólogo e historiador barcelonés que llegó a ser rector de la Universidad Pontificia de Salamanca y fundador del Instituto Español de Historia de la Teología, además de editor de las Obras Completas del Maestro Juan de Ávila publicadas por Biblioteca de Autores Cristianos (1962). Pues bien, la editorial burgalesa Monte Carmelo acaba de reeditar esta obra con el propósito de contribuir a divulgar entre un público amplio las doctrinas y las intuiciones de este apasionado santo español.
Esta nueva edición incluye un pequeño prólogo de Demetrio Fernández donde el actual obispo de Córdoba traza una brevísima semblanza biográfica del autor y ofrece también algunas informaciones actuales de interés, como son el nombramiento en octubre de 2012 por Benedicto XVI de san Juan de Ávila como doctor de la Iglesia, ocasión en la que afirmó que sus escritos «han sido fuente de inspiración para la espiritualidad sacerdotal y se le puede considerar como el promotor del movimiento místico entre los presbíteros seculares»; o también su inscripción en 2021 por el papa Francisco en el Calendario Romano General, es decir, el Maestro Ávila quedaba incluido en los calendarios y libros litúrgicos para la celebración de la misa y la liturgia de las horas.
La lectura de la edición crítica de las Obras completas de san Juan de Ávila en cuatro tomos de la BAC está pensada principalmente para estudiosos y especialistas, por lo que la confección ex novo de una antología como la que comentamos —extrayendo frases aforísticas y textos breves, género tan de moda ahora— puede ser, como indiqué al principio, una forma más actual y eficaz de acercarse a la figura del santo manchego. Las sentencias se han extraído mayoritariamente de las obras Audi Filia, Pláticas, Sermones y Epistolarios, y cada una viene perfectamente referenciada a su origen.
Nuestro santo no fue un teólogo ni un místico, sino fundamentalmente en predicador vigoroso y carismático que se relacionó y que ejerció su influencia sobre personalidades religiosas de su época de la talla de santa Teresa de Jesús, san Juan de Dios, Fray Luis de Granada o san Francisco de Borja (duque de Gandía). También como reformador, a través del arzobispo de Granada Pedro Guerrero, influyó en el Concilio de Trento y en los Sínodos de Toledo y Córdoba, enviando textos que son auténticos tratados de reforma.
Creo que la vida de Juan de Ávila es suficientemente conocida. Juan nació en Almodóvar del Campo (Ciudad Real) en 1499 o 1500 en una familia con propiedades mineras en Sierra Morena y descendiente, por parte de padre, de conversos judíos. Comenzó sus estudios de Derecho en Salamanca en 1513 pero cuatro años después regresó a Almodóvar para vivir en un retiro voluntario. En 1520 marcha a Alcalá de Henares para estudiar Artes y Teología (1520-1526), periodo durante el cual se produce la muerte de sus padres. Fue ordenado sacerdote en 1526, celebrando su primera misa en su pueblo natal, lugar donde vendió y repartió entre los pobres todos sus bienes y comenzó su labor en la evangelización. Pretendió marchar al Nuevo Mundo como misionero —solicitud que le fue denegada—, pero el arzobispo Manrique le convenció para que centrara en Andalucía su tarea evangelizadora. En 1531 fue detenido durante un año por la Inquisición acusado de propagar ciertas ideas heréticas relacionadas con su consideración sobre la riqueza y por proclamar un excesivo rigorismo moral. Es entonces cuando comienza a redactar la primera versión de Audi, filia, un importante tratado de ascética y mística que no fue impreso hasta 1574, pero que después tuvo numerosas ediciones y traducciones. San Juan de Ávila, que muy pronto fue conocido como el «Apóstol de Andalucía», renunció a varios obispados y ejerció una intensísima labor como predicador y guía espiritual de personas de todas las clases sociales. Su modelo de predicador siempre fue san Pablo, de forma que el contenido de sus predicaciones era profundo y teológicamente centrado en su amplio conocimiento de las Sagradas Escrituras. Enfermo desde 1554, aún siguió activo hasta su muerte en Montilla acaecida en mayo de 1569, siendo enterrado en la Iglesia de la Encarnación de esa ciudad andaluza. Una vez la preguntaron el secreto de una buena predicación; su respuesta: «amar mucho a Dios».
Selecciono algunas sentencias entre las más breves (que son las menos de esta antología):
Más vale un ánima que mil millones de cuerpos (Sermón 22).
Sus grados tiene el amor: hiere, y ata, y es insaciable (Sermón 70).
Ámanos Dios verdaderamente, aunque alguna vez disimula su amor y finja que se va lejos (Carta 51).
Amar es padecer, amar es sufrir; amor de Jesucristo es hacer bien a quien mal nos hace (Carta184).
Antes faltará agua en el mar y luz en el sol que misericordia en Él para el corazón quebrantado y humillado (Carta 78).
La vida viento y el cuerpo ceniza (Sermón 7).
Conviene romper con el mundo y su honra, y ponernos en el más bajo lugar, y sufrir con paciencia nuestro desprecio, aunque nos mofen como a locos y traten como al malhechores (Carta 69).
No andes desmayado y triste, sino esforzado y alegre, esperando tan grandes bienes como están guardados (Sermón 6).
Hueso seco, duro y sin jugo ni virtud es todo hombre que está sin el Espíritu Santo; hueso muerto (Sermón 30).
Mal irá a las repúblicas hasta que sean regidas por hombres regidos por Dios (Carta 11).
Renegad del que está muy bien con todos. No tiene sello de Jesucristo el que no es reprobado de los malos (Sermón 1).
Es menester tener silencio, el cual tiene una hermana que se dice soledad, que, cuando entrambos posan juntos en el alma, engendran en ella una elevación en Dios (Carta 224).
Puntuación: 4 (de 5)
Editorial Monte Carmelo (2021)
Colección: Agua Viva
Edición: Ovidio Pecharromán y Juan Mª Escribano | Prólogo: Demetrio Fernández
376 págs.
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Esta obra fue presentada en su momento por el gran avilista Luis Sala Balust como unas sentencias “salidas del corazón ardiente de aquel gran maestro de espíritus que fue el Apóstol de Andalucía”.
Las sentencias pueden servir a muchos de aliciente, estímulo o bálsamo para un momento breve de reflexión y también para adentrarse en las obras completas de san Juan de Ávila, tarea que lleva más tiempo.
Este gran trabajo, con seguridad, ayudará al gran público a conocer mejor la doctrina y las intuiciones del Maestro Ávila. (Sinopsis de la editorial)
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