(Gaudium Press) “La guerra va a terminar. Pero…”. Así continuaban las palabras de la Santísima Virgen, en la tercera aparición en Fátima a los tres pastorcitos. Era un viernes 13 de julio del 2017, al llegar al lugar de las apariciones quedaron los niños videntes sorprendidos de la multitud que había acudido, más de dos mil personas, a presenciar el extraordinario acontecimiento.
Es la hermana Lucía quien nos relata que la Santísima Virgen les dice: “continúen rezando el rosario todos los días en honor a Nuestra Señora del Rosario, para obtener la paz en el mundo y el fin de la guerra, porque, sólo Ella los podrá socorrer”.
Comenzaron, después de este inicial y breve diálogo, las visiones y revelaciones que conformaron el famoso Secreto de Fátima compuesto de tres partes. La primera fue la visión del infierno, “asustados y como pidiendo socorro, levantamos los ojos hacia Nuestra Señora, que nos dijo con bondad y tristeza: visteis el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores”. Continuando con un pedido: “Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción al mi Inmaculado Corazón” y, a seguir, una advertencia: “Si hacen lo que yo os diga, se salvarán muchas almas y tendrán paz”.
El mundo se arrastraba desde 1914 en la Primera Guerra Mundial, ante eso la Santísima Virgen afirmó: “La guerra va a terminar”. Esta previsión – de las tantas proféticas que encontramos en el Mensaje – en su momento, dio una paz de espíritu a cuantos la escucharon.
Alentadora afirmación si consideramos que: más de 9 millones de muertos fueron provocados por ella, cerca de 20 millones de soldados heridos (con desfiguraciones, amputaciones y discapacidades permanentes) y, más aún, aproximadamente 7 millones de civiles muertos. Enfermedades de todo tipo afloraron a raíz de la escasez de alimentos en las poblaciones debilitadas por las caóticas condiciones de la guerra. Refugiados huyendo de ciudades destruidas. Diversos países del mundo europeo fueron conmovidos en su tranquilidad.
Un año después, confirmando las palabras del Mensaje, ocurre un armisticio en noviembre de 1918, y cesa la guerra.
Sin embargo, la profecía de la Santísima Virgen tenía una condición, tenía un: “Pero…”. Sí, muy claro: “Pero, si no dejaren de ofender a Dios, en el reinado de Pío XI comenzará otra peor”, anunciando que Dios: “va a castigar al mundo por sus crímenes”.
Así ocurrió. En 1939 comenzó “otra peor”, la Segunda Guerra Mundial, que fue la más mortífera de la historia, hasta el momento, con un resultado de más de 60 millones de víctimas, con los horrores de todo tipo de transgresiones (campos de concentración, masacres masivas, violaciones, bombardeos a ciudades, hambre, etc.).
Estamos a 77 años del fin de aquellas atrocidades que vivió la humanidad, presenciando una situación delicada que nos podrá llevar a una Tercera Guerra Mundial. Si recordamos la tercera parte del Secreto de Fátima, colocando frente a nuestros ojos la visión que les mostrara la Virgen a los pastorcitos de: “un Ángel, con una espada de fuego en la mano izquierda”, “señalando la tierra con su mano derecha”, y diciendo “con fuerte voz”: “¡Penitencia, penitencia, penitencia!”, nos asustaríamos.
Estamos viviendo momentos, con la invasión rusa a Ucrania, una guerra que podrá transformarse en una guerra de carácter mundial. ¿Son exageradas estas afirmaciones? Grandes personalidades mundiales declaran el «riesgo real» de que este conflicto sea el desencadenante de una Tercera Guerra Mundial, que «el peligro es serio. No se puede subestimar». “Lo peor está por venir”. Lo que presenciamos con esta guerra no puede ser sino el preanuncio de lo que aún podemos sufrir.
Concretamente, esta guerra continúa con la misma carga de violencia y atrocidad por más de dos meses. Personas confinadas, masacres, civiles y niños que mueren o resultan heridos y desplazados, mujeres violadas, los soldados enfrentan la violencia, el hambre, el miedo y se vuelven salvajes. Es lo que sucede en todas las guerras. El mundo está al borde de una catástrofe, y por qué no decir la temida palabra: una hecatombe nuclear.
¿Cuál es la solución? La respuesta está simplemente en la advertencia inicial de Nuestra Señora: “si los hombres no se convierten…”
Hacer penitencia para aplacar la mano amenazadora del Ángel por causa de los pecados de los hombres, clamando para que se conviertan, a fin de evitar nuevos “diluvios” que se abatan sobre el mundo.
No nos convencemos de que el mundo tomó un rumbo equivocado y que nosotros precisamos cambiar, transformar nuestra conducta moral. La humanidad necesita volver para la verdadera Fe, o sea para la Iglesia, maestra y artífice de la paz. La concordia con base en tratados humanos ha fracasado y, en pleno 2022, los acontecimientos nos muestran que una paz divorciada de Dios es imposible. Pues querer la paz, sin abandonar el pecado es una locura. Todo lo que los hombres puedan hacer en pro de la paz sólo tendrá efecto duradero, si viene acompañado de una sincera conversión.
En las tinieblas de nuestro siglo todo parece estar perdido y la luz de la fe aparenta estar extinguiéndose. Miremos a la barca de Pedro, a la Santa Iglesia Católica, que será el farol que nos guía, la tabla de salvación para los males que nos afligen y la garantía de que llegaremos con seguridad al puerto de salvación, profetizado la propia Virgen María en Fátima: el Reino de María.
En fin, todo se decide junto al trono de Dios. Quien ya puso sus reglas en Fátima: “si los hombres vuelven a Dios, Rusia se convertirá y tendrán paz”; si no, cualquier cosa es de temer. Lo mejor que se puede hacer, sin descuidar lo otro, es convertirnos a Dios y hacerle caso a la Virgen.
Tenemos que compenetrarnos que las profecías de Fátima poseen un profundo significado, constituyendo el último eslabón de una cadena que une el Cielo a la tierra, y que, el cumplimiento completo de estas profecías, marcará un antes y un después en las relaciones entre Dios y los hombres.
Invoquemos al Corazón Inmaculado de María, diciendo: protégenos Señora del hambre, de la guerra, especialmente de la nuclear que puede traer destrucciones incalculables, de los desastres naturales, de las persecuciones por nuestra fe Católica y Apostólica, protégenos Señora. Bajo tu amparo nos acogemos, ¡oh, Santa Madre de Dios!
Por el P. Fernando Gioia, EP
(Publicado en La Prensa Gráfica de El Salvador, 15-5-2022)
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