Solamente es necesario tener ojos en la cara y tenerlos bien abiertos para caer en la cuenta de que las tradiciones religiosas católicas de los diversos pueblos y ciudades de España mantienen viva y coleando la sana Tradición católica, la que heredamos de nuestros padres y abuelos, y la que nosotros estamos llamados a transmitir a la generación actual y a las generaciones que vendrán después de nosotros.
El obispo Torras i Bages ya dijo en su tiempo que Catalunya sería cristiana o no sería. Observemos cuál es la situación actual de la comunidad catalana: al olvidar sus raíces cristianas ha perdido el norte, ha perdido la orientación básica de la vida en sociedad, que es con-vivir con los demás pueblos que conforman España. Pero llevemos cuidado, porque no es oro todo lo que reluce, y ni siquiera el 40% de la actual población catalana quiere la independencia para Catalunya.
Algo parecido ocurre en Euskadi: cayó la tradición y la vida cristiana y cayó al mismo tiempo la tan necesaria unidad de la Nación Española.
Como escribo desde Valencia, me permito recordar que en abril celebramos la fiesta de un valenciano universal, San Vicente Ferrer (1350 – 1419), que siempre buscó la paz, la concordia, la reconciliación entre rivales o enemigos.
El pasado 8 de mayo celebramos también aquí en Valencia la festividad de Nuestra Señora de los Desamparados, cuya historia, culto y vida se remontan al siglo XV. Desde entonces el pueblo valenciano (Castellón, Valencia y Alicante) empezó a venerar de forma especialísima a la Virgen de los Mártires, Inocentes y Desamparados, aunque la primera Patrona del reino de Valencia fue Nuestra Señora del Puig (en el siglo XIII).
Como digo, los días 7 y 8 de este mes de mayo han sido espectaculares en la ciudad de Valencia y en otros pueblos y ciudades que tienen a la Madre de los Desamparados como Patrona de todos los valencianos, los nacidos aquí y los que fueron viniendo después o vienen en la actualidad, no a invadirnos, sino a compartir su vida con nosotros y nosotros con ellos, bajo el amparo de la Santísima Virgen María.
Además, tras el tiempo de pandemia, la gente tenía muchas ganas de salir a la calle para estar cerca de la imagen de la Virgen, mejor dicho, cerca de la Virgen y cerca de su Hijo Jesucristo.
Si el Hijo es el único Salvador de todo lo que existe, su Madre es también la madre de los redimidos, es decir, de todos los hombres. Hay un canto que lo expresa muy bien:
"Madre de los creyentes,
que siempre fuiste fiel,
danos tu confianza,
danos tu fe"
Naturalmente, como no podía ser de otro modo, rezamos por España, por la paz mundial, por toda la Iglesia, por el Papa y los demás Pastores de la Iglesia, por todo el mundo, por nosotros, por nuestros amigos y nuestros enemigos, tal y como el Señor nos manda en el Evangelio: «Pedid y recibiréis para que vuestro gozo sea pleno»
En junio, si Dios quiere, celebraremos la Solemnidad del Corpus Christi, en algunos lugares en jueves y en otros en domingo para que pueda participar el mayor número de personas posible. ¡No olvidemos que es fiesta de precepto! Ese día la Misa se celebra con toda solemnidad. Y si no lo hacemos así, deberíamos hacerlo de norte a sur, de este a oeste, de la salida del sol hasta su ocaso.
Además de la Misa, en España y en otros muchos lugares tiene lugar la procesión con el Santísimo Sacramento ¡la procesión del Corpus! No sentimos vergüenza ni miedo de salir a la calle acompañando al Señor Jesús, presente en el Sacramento del Altar, en la Sagrada Eucaristía.
A algunos les molesta que hagamos estas procesiones, pero, digan lo que digan y con los permisos correspondientes, los católicos no dejamos de hacerlas y de participar vivamente en ellas. En España la fiesta del Corpus se celebra con todos los honores, pues quien sale a la calle no es la imagen de un santo o una santa, sino el mismo Jesucristo con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. Sale para bendecirnos y para recordarnos que él es el Amor de los amores, el Señor, el único Señor y Dueño de todo y de todos. Nosotros manifestamos que creemos en él, no solamente dentro de los templos, sino también fuera de ellos. ¡Es un día grande y hermoso para los creyentes!
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¿Quién no canta en ese día:
"Cantemos al Amor de los amores,
cantemos al Señor.
Dios está aquí.
Venid, adoradores, adoremos
a Cristo Redentor"?
Porque creemos en él, porque nos sentimos amados por él, porque le amamos y porque nos gustaría que todos experimentasen la alegría y la belleza de tenerle como el Mejor Amigo, el que nunca falla ni traiciona. Por esos múltiples motivos nos arrodillamos ante el Santísimo Sacramento para alabarle, bendecirle, darle gracias y pedirle toda clase de bienes, tanto espirituales como corporales.
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Todas estas y otras muchas tradiciones de nuestra fe católica, tan extendidas entre los españoles, no solo han configurado sino que configuran todavía hoy la sana y santa Tradición. Parafraseando al obispo mencionado más arriba, un servidor diría:
«España será católica o no será»
No se han secado completamente las raíces cristianas del pueblo español. Algunos obispos, muchos sacerdotes y diáconos, los miembros de la Vida Consagrada masculina y femenina, activa y contemplativa, y sobre todo la mayoría del pueblo de Dios que son los y las seglares oramos y trabajamos para que aquí y en el mundo entero reine Jesucristo, fuera del cual no hay Salvación.
Vuelvo a repetir lo ya dicho: las tradiciones mantienen viva y operante la Tradición.
Dios nos bendiga a todos.
José Vicente Martínez, Sacerdote.
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