Por Germán Mazuelo-Leytón, artículo publicado inicialmente en Adelantelafe.com
El Libro del Génesis, nos presenta la narración del pecado de Onán, personaje bíblico, quién no habría podido suponer en forma alguna que además de ser castigado con la muerte debido a su malicioso comportamiento, que también con ese acto daría nombre a un pecado y a una costumbre de vida que comprometería a toda la raza humana, el onanismo:
“En sentido estricto se entiende por tal la unión sexual voluntariamente interrumpida para acabar en polución. Se llama así por ser el pecado propio de Onán, al que castigó Dios enviándole la muerte (Gen 38, 9-10).
Además del onanismo natural, que es el que acabamos de definir, existe también el artificial, que produce idénticos resultados anticoncepcionales a base de instrumentos o medios artificiales. Los dos son pecados gravísimos contra la naturaleza, ya que frustran por completo la finalidad intentada por ella con la unión sexual. Entre solteros, la malicia es doble, porque a la de la fornicación en el afecto añade la de la polución en el afecto”.[1]
En la enseñanza cristiana tradicional el pecado de onanismo incluye tanto la masturbación como las relaciones sexuales innaturales [donde no se busca la procreación] entre un hombre y una mujer.
«No es extraño, por consiguiente, que hasta las mismas Sagradas Escrituras testifiquen el odio implacable con que la divina Majestad detesta, sobre todo, este nefando crimen, habiendo llegado a castigarlo a veces incluso con la muerte, según recuerda San Agustín: «Porque se cohabita ilícita y torpemente incluso con la esposa legítima cuando se evita la concepción de la prole. Lo cual hacía Onán, hijo de Judas, y por ello Dios lo mató.» (Cf. Gen 38, 8-10).[2]
La procreación de los animales es un fenómeno absolutamente biológico, por el contrario en la procreación de los hombres se opera una misteriosa co-operación entre Dios y los cónyuges: «en el origen de toda vida personal humana hay un acto creador de Dios. Ningún hombre viene a la existencia por azar; es siempre el término del amor creador de Dios. De esta fundamental verdad de fe y de razón resulta que la capacidad procreadora inscrita en la sexualidad humana es -en su verdad más profunda- cooperación con la potencia creadora de Dios. Y resulta también que de esta misma capacidad el hombre y la mujer no son árbitros, ni tampoco dueños, puesto que están llamados a compartir en ella la decisión creadora de Dios» [3].
Este no es un tema agradable de tratar, y en cierto sentido, este texto en sí representa una respuesta breve hacia quienes claman que esta clase de actos son éticamente indiferentes o inocentes. En otras palabras, la reacción ordinaria espontánea y negativa, que la gente decente tiene hacia tales prácticas es realmente un «mensaje» de Dios, quien les habla a través de la persistente voz de la conciencia moral.
El niño que se elimina por el aborto, no sólo tiene plena dimensión humana como sujeto de todos los derechos del hombre, sino posee también una dimensión eterna y es portador de un don divino. Juan Pablo II llamó a todas las personas de buena voluntad a favor de una campaña pro vida humana: «Un signo de nuestro tiempo, la lucha contra la muerte. En el umbral de Tercer Milenio es el valor y la defensa de la vida y por eso constituye un llamamiento urgente en favor de la vida, es un verdadero signo de credibilidad del mensaje evangélico, es un signo que habla al corazón de todos los hombres, para abrirlos a Cristo, porque el evangelio del amor de Dios, al hombre, el evangelio de la dignidad de la persona, y el evangelio de la vida, son un único e indivisible evangelio».
El Padre Andrea D´Ascanio, OFM Cap., fundador de la Armada Blanca se pregunta y afirma: «¿Es más grande el pecado de Adán que ha comprometido a toda la humanidad, o el de Onán que –aparentemente y materialmente- no hace daño a nadie? Es mayor la culpa de Onán.
Del pecado de Adán nació Caín, y los muchos caínes que somos todos nosotros, pero el Padre nos ha amado más allá del pecado, nos ha abrazado en el Hijo que por nosotros “se hizo pecado” y puso las bases para una humanidad nueva en la cual Su amor transforma la muerte en resurrección.
Onán, no queriendo procrear hijos, se quedó en la muerte de su pecado –orgullo y egoísmo- que no permitieron la acción misericordiosa de Dios.
En otras palabras, como hijos de Adán somos hijos del pecado, pero también de la resurrección; pero si en lugar de Adán hubiera estado Onán, nosotros ni siquiera existiríamos».
«¿Pero entonces Dios intervendrá con un acto de absolución general gratuita, con una fácil amnistía general que libere a todos y a todo como por arte de magia? Éste no es el estilo de Dios. Si lo hiciera así, se traicionaría a sí mismo en su Verdad y en su Justicia, y traicionaría también al hombre quitándole la libertad que le ha dado concediéndole un perdón que no desea y no pide».[4]
Germán Mazuelo-Leytón
- [1] ROYO MARIN, Teología moral para seglares , 594.
- [2] PIO XII, Encíclica Casti Connubi.
- [3] JUAN PABLO II, 17-9-1983.
- [4] D´ASCANIO, ANDREA, OFM Cap, El Sí del Padre: la Resurrección.
COMPARTE:
EMBÁRCATE EN LA LUCHA CONTRARREVOLUCIONARIA: Si quieres defender la cristiandad y la hispanidad, envíanos tus artículos comentando la actualidad de tu país hispano, o colaboraciones sobre la fe católica y la cultura, así como reseñas de libros, artículos de opinión… Ya superamos las 12.000.000 de páginas vistas anualmente en todo el mundo, únete a nuestro equipo de voluntarios y difunde la verdad compartiendo en redes sociales, o remitiendo tus colaboraciones a redaccion@tradicionviva.es . Puedes seguirnos en Telegram: t.me/tradicionviva / Facebook: @editorial.tradicionalista / Twitter: @Tradicion_Viva / Youtube: youtube.com/c/tradicionvivaTv / Suscríbete a nuestro boletín digital gratuito, pulsa aquí.
TE NECESITAMOS: Somos un espacio de análisis lejos de los dogmas de la corrección política; puedes colaborar haciendo una DONACIÓN (pulsando aquí)