Gorka Martín Etxebarria, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
64 años antes de la que todos conocemos como Guerra Civil hubo otra contienda entre hermanos que apenas se recuerda en la actualidad: la segunda guerra carlista.
Se trata de un episodio central en la historia de España, pero envuelto en el olvido y la mitificación a partes iguales. Ello ha generado una imagen distorsionada que no se ajusta a la realidad histórica.
Recientemente, la arqueología ha arrojado luz sobre varios aspectos. ¿Quiénes combatieron? ¿Cómo se vivía en el frente? ¿Cómo afectó a la población civil? ¿Qué cambios introdujo en la época? ¿Qué queda actualmente de todo ello?
Carlismo vs. liberalismo, dos modelos antagónicos
En primer lugar debemos definir y caracterizar a los contendientes.
Por un lado, tenemos a un grupo muy heterogéneo denominado “los liberales”. Surgidos de la Revolución francesa de 1789, pretendían la separación de poderes, la centralidad administrativa y legislativa del estado y la igualdad de todos los ciudadanos.
Por el otro lado, encontramos a los defensores del Antiguo Régimen, un grupo igual de heterogéneo dentro del cual los carlistas fueron los más importantes. Se les llamó de esta manera porque en 1833 apoyaron los derechos sucesorios de Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII, y rechazaron los de la futura Isabel II. El nombre caló y aún a día de hoy se les denomina de la misma manera. Su programa político se basaba en la defensa del poder absoluto del monarca, la centralidad de la Iglesia Católica en la vida social y el antiguo ordenamiento jurídico según el cual diversos territorios dentro del estado español tenían legislaciones específicas: los fueros.
La tensión entre carlistas y liberales vehiculó todo el siglo XIX. En ocasiones se canalizó de manera pacífica, pero, las más de las veces, tuvo desenlaces violentos. Desde sus inicios el carlismo se dotó de una componente militarista e insurreccional que no abandonaría.
Durante el siglo XIX armaron tres guerras civiles (primera guerra carlista 1833-40, guerra dels Matiners 1846-49 y segunda guerra carlista 1872-76) y diversas insurrecciones fallidas. Asimismo, tres fueron los escenarios principales: el norte (País Vasco y Navarra), el centro (Bajo Aragón y norte de Castellón) y Catalunya.
Arqueología del conflicto carlista: ¿por qué y para qué?
El desarrollo de las operaciones militares generó un rico y variado patrimonio arqueológico. Campos de batalla, fuertes, torres, trincheras, baterías… son elementos que reflejan esos trascendentales episodios históricos. No obstante, hasta tiempos muy recientes la arqueología no ha abordado su estudio sistemático. De hecho, muchos de estos yacimientos languidecen en su olvido deteriorándose continuamente.
Ante esta situación, en 2016 y desde la UPV/EHU, comenzamos un programa de investigación centrado en el patrimonio y la arqueología de las guerras carlistas. Tres eran los objetivos:
- Detener el deterioro y poner en valor estos elementos,
- Contraponer las fuentes arqueológicas a las documentales
- Transmitir este conocimiento a la sociedad para repensar nuestra memoria sobre el conflicto.
¿Qué nos dicen las cosas?
Lo que más nos sorprendió al iniciar este trabajo fue que ya existía un importante contexto arqueológico que no había sido tratado.
Las excavaciones preventivas realizadas en algunos solares habían arrojado materiales de la época. Asimismo, en conventos, monasterios e iglesias se habían recuperado restos de la guerra. Finalmente, también se habían excavado varias fortificaciones. Todo este volumen de información, además de inédito, arrojaba datos sobre aspectos poco tratados hasta la fecha.
En primer lugar, constatamos que los asedios de Portugalete (Bizkaia) y Laguardia (Araba) variaron el urbanismo de ambas poblaciones. Varias excavaciones documentaron cómo los edificios que había en ellas colapsaron debido al bombardeo y la reconstrucción fue aprovechada para ampliar sus dimensiones y variar la distribución interna. Las nuevas viviendas se agrandaron, ocupando espacios antes públicos (la muralla y la trasera) o incluso la parcela del vecino. Otro aspecto interesante fue documentar que varias fachadas aún conservaban las marcas de impacto de los asedios.
En segundo lugar, las excavaciones realizadas en fortalezas arrojaron datos interesantes sobre la vida de sus guarniciones. Los soldados estaban bien alimentados y el rancho se preparaba y consumía en el propio destacamento. Los restos óseos muestran una dieta rica en carne fresca que, en el caso liberal, se complementaba con alimentos enlatados. El alcohol era un elemento omnipresente. Botellas de vino, probablemente para la tropa, y de licores, para la oficialía, son hallazgos comunes en estos yacimientos.
En tercer lugar, la arqueología nos habla de un mundo inmerso en un profundo cambio, pero que convive con lo antiguo. Es algo que se ve particularmente bien en la comparativa entre la primera y la ultima guerra carlista.
La tecnología armamentística dio un salto cualitativo con la introducción de la retrocarga, el cartucho metálico, el proyectil ojival y el rayado de los cañones.
Los avances en la telegrafía y el ferrocarril acortaron distancias y permitieron mover tropas rápidamente entre territorios lejanos. Los ejércitos se estandarizaron cada vez más, impulsados por las innovaciones de la Revolución Industrial.
No obstante, aún se usaban recipientes cerámicos de producción local, antiguos caminos de monte para mover a los soldados carlistas y fusiles manufacturados en talleres casi gremiales.
La educación patrimonial como objetivo
Uno de los mayores problemas que a día de hoy existen respecto a las guerras carlistas es que la sociedad tiene una imagen distorsionada de las mismas. Generalmente se asocian con unas guerras románticas, cargadas de épica y heroísmo. Sin embargo, fueron conflictos civiles con todo el drama que conllevan: fusilamientos, ruina, muertos, mutilados…
Por ello, uno de los objetivos de nuestro trabajo era mostrar, a través de la arqueología, una realidad histórica más precisa que nos llevase a reflexionar y repensar nuestra memoria sobre las guerras carlistas. Desde nuestras excavaciones y redes sociales cada vez estamos llegando a más gente con este mensaje.
Como decía uno de los personajes de 1984 de George Orwell al encontrarse un pisapapeles de cristal:
“No creo que haya servido nunca para nada en concreto. Eso es lo que me gusta precisamente de este objeto. Es un pedazo de historia que se han olvidado de cambiar; un mensaje que nos llega de hace un siglo y que nos diría muchas cosas si supiéramos leerlo”.
Nosotros seguiremos excavando, seguiremos leyendo mensajes de hace más de un siglo
Gorka Martín Etxebarria, Investigador predoctoral del departamento de geografía, prehistoria y arqueología, Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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