Lo acontecido en la Final de la Liga de Campeones celebrada en Saint-Denis el pasado sábado día 28 de mayo (donde miles de hinchas anglo-hispanos fueron asaltados por grupos de delincuentes organizados que aprovecharon el evento para hacer su particular agosto, dejando imágenes en prime time de familias enteras sometidas a las consecuencias de la «multiculturalidad francesa»: niños llorando, ancianos empujados, adultos atracados, mujeres violentadas…) nos deja algunas conclusiones. A saber:
1) Que en determinados países de Europa Occidental existen cada vez mayor número de espacios –hablamos de guetos puros y duros, las famosas ‘No-Go Zones»– donde el Estado hace una dejación casi absoluta de funciones en lo que respecta a que en los mismos prevalezca el imperio de la ley frente a la ley de la selva.
2) Que en gran medida los europeos occidentales hemos optado por la decadencia voluptuosa antes que por la supervivencia activa frente a un problema de primerísima magnitud como es el de la inmigración masiva y su corolario, la «gran sustitución» de las poblaciones autóctonas por las foráneas.
3) Y que la cobardía de la que hacemos gala los europeos occidentales empieza a ser, antes que crónica, risible, lo cuál es aprovechado en su beneficio por las bandas alógenas de delincuentes formadas aquí al calor del tráfico ilegal de personas.
Este lento pero, de seguir así las cosas, inexorable suicidio colectivo tiene como principales responsables a los poderes económicos (ávidos de beneficios aunque sea a costa de importar sin ningún control abundante mano de obra barata del exterior), a nuestra casta partitocrática (instalada desde hace lustros en el cortoplacismo, únicamente preocupada por -vía subsidios- ampliar sus redes electorales clientelares), al pensamiento dominante (véase por ejemplo el buenismo o el propio multiculturalismo, ambos harto corrosivos), a los medios de comunicación (comprados a buen precio por los poderes fácticos precisamente para -vía corrección política- no llamar a las cosas por su nombre), a las ONGs (que trincan subvenciones a cascoporro con la excusa de que hay que poner en práctica políticas de inclusión hacia unos extranjeros para nada interesados en ello)…pero también de los propios europeos: ¿o acaso hace un mes los franceses no eligieron a un tal Macron, paradigma del politiquero caniche de la plutocracia mundialista?
O nos quitamos, pues, la venda de los ojos ante esta cuestión o, de lo contrario, vamos camino de ser un continente enteramente (toda la vieja Europa, no sólo Francia) fallido.
Ricardo Herreras
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