Michael Hoffman ha publicado recientemente un breve artículo cuyo vínculo proporciono que desvela algunos detalles espeluznantes acerca de la casa masónica de los Windsor: https://revisionistreview.blogspot.com/2022/06/the-jubilee-of-elizabeth-ii-queen-of.html
El artículo no saca a la luz sin embargo ni de lejos todos los cadáveres que la casa de Windsor esconde en el armario, (o en los armarios pues el palacio de Buckingham es muy grande y dispone de amplio espacio donde esconder todo tipo de cadáveres).
Podríamos empezar por el del Zar Nicolás II y los de toda la familia imperial rusa que estaba emparentada por cierto con los Windsor lo cual no les sirvió de mucho. Se puede y se debe acusar a la casa Windsor del asesinato “ritual” del Zar y su familia por muchas razones.
En primer lugar está más que demostrado, aunque los medios de desinformación masones se empeñen en ocultarlo, que agentes británicos como Lord Alfred Milner junto con algunos banqueros norteamericanos como Jacob Schiff financiaron la revolución rusa. Aunque se acusa también a algunos financiero “alemanes” de participar en la conjura hay que decir que dichos financieros eran masones, como masón y primo de los Rothschild era Bethmann Hogwell que posibilitó el retorno de Lenin a Rusia de espaldas al Kaiser.
Trotsky en su libro “Mi Vida” habla de un magnate británico que en 1907 le concedió un más que generoso préstamo que había de devolver una vez derrocado el Zar. Arsene de Goulevitch, testigo de primera mano de la revolución bolchevique, identificó tanto el nombre del magnate, Lord Alfred Milner, como el importe del préstamo, 21 millones de rublos.
Fue así mismo un británico, Sir William Wiseman quien presionó a su gobierno para que facilitara la liberación de Trotsky detenido en Halifax a fin de que pudiera regresar a Rusia y encabezar el movimiento revolucionario.
Trotsky fue arrestado por la inteligencia naval canadiense y británica, cuando el barco en el que viajaba, el S.S. Kristianiafjord, hizo escala en Halifax.
Debemos recordar que Rusia era una aliada de Gran Bretaña durante la Primera Guerra Mundial y por lo tanto una revolución que la debilitase y la dejara “fuera de combate” en lo que respecta a dicha contienda iba en principio en contra de los intereses del Reino Unido. Pero a los conspiradores masones sólo les interesaban dos cosas: provocar la revolución en Rusia a fin de acabar con el cristianismo en dicho país, secuestrar su economía y poner a trabajar como esclavos a los rusos en su beneficio, y acabar con el obstáculo que suponía Alemania para la creación de un imperio universal gnóstico o luciferino disfrazado de británico. Que Rusia abandonara la guerra carecía de importancia, puesto que fue reemplazada por Estados Unidos, un país que no se había visto debilitado por años de contienda como el resto de los países beligerantes.
Ya sabemos que desde el principio el objetivo de la masonería internacional ha sido la creación de una tiranía comunista mundial al estilo de la de Corea del Norte. O sea: un régimen donde una parte de la población es utilizada como conejillo de indias en inmundos experimentos pseudo científicos y la otra se mata a trabajar por una miseria y alimenta con su sangre a una élite carroñera endiosada que vive rodeada de una opulencia y un boato obscenos.
La traición de la casa real británica a sus parientes rusos culminó con su negativa a ofrecerles asilo una vez que los Romanov habían sido destronados.
Probablemente compartían los temores de los extremistas soviéticos preocupados por la posibilidad de que la familia imperial pudiera encabezar una contra revolución a partir de una base en el extranjero.
No creo en cualquier caso que la suerte de la monarquía cristiana en Rusia le importara a la familia satánica de los Windsor lo más mínimo. Todo lo contrario. Como a todos los masones la palabra cristiano y el nombre de Jesucristo los espanta como si fueran vampiros, unas míticas y siniestras criaturas que por cierto hace mucho que empezaron a ser celebradas y exaltadas en Hollywood hasta el delirio.
JF Fernández-Bullón
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