Me alegra enormemente saber que el próximo domingo 26 de junio casi 200 grupos de españoles, la mayoría de ellos cristianos, han convocado una gran manifestación en Madrid para clamar en favor de la vida humana desde el momento de su concepción hasta su ocaso natural; en favor de la verdadera libertad que es la que va unida siempre a la responsabilidad personal y colectiva; y en favor de la verdad, pues hasta la Verdad misma parece que algunos tratan de ofuscar y negar con algunas leyes ya aprobadas en el Parlamento español y con algunas iniciativas parlamentarias que no tienen en cuenta para nada el bien integral de cada ser humano y el bien integral del conjunto de la sociedad.
Siempre se ha dicho que en el medio o en el centro está la virtud, pero cuando se trata de asuntos tan importantes para la Nación y sus habitantes, no caben medias tintas ni decir que como han cambiado los tiempos, también es necesario cambiar los principios. Desde el punto de vista cristiano, nada de éso.
Los creyentes y los hombres y mujeres de buena voluntad apostamos por la Verdad, que primero hay que buscar y luego hay que proteger, defender y custodiar.
La Verdad no admite componendas, aunque tampoco debe imponérsele a nadie como una pesada carga. Conviene aquí tener en cuenta las palabras de San Pablo: «realizando la Verdad en el Amor, hagamos crecer todas las cosas hacia Cristo, que es la Cabeza» Porque para nosotros amor y verdad no se pueden desligar, sino que forman una maravillosa unidad, siempre armónica y siempre la misma.
Lo contrario de la verdad es la mentira, y lo contrario del amor es el odio que nos lleva a ser egoístas. Más todavía, para los cristianos, Jesucristo mismo es la Verdad, pues él dijo (leemos en el evangelio de San Juan): «Yo soy el camino y la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí. El Padre y yo somos uno»
–¿Queda todavía alguien con sentido común que no se deje llevar por las ideologías partidistas y hable, actúe y legisle según la verdad de las cosas?
-¿Cómo se nos puede pedir que nos callemos ante semejantes tropelías del politiqueo?
–¿Cómo callar la Verdad cuando uno la ha conocido realmente en Jesucristo?
-¿Acaso Dios no es la Verdad? Sí, es la verdad por ser, al mismo tiempo, el amor.
Interesa también subrayar el asunto de la libertad. ¿A qué nos referimos cuando hablamos de la libertad?¿Qué es la libertad?¿A qué podemos llamar libertad, libertad verdadera y limpia, libertad sin error?
Para los cristianos la libertad es un estupendo don que Dios nos ha regalado a los seres humanos. Los actos humanos son verdaderos si son libres. A nadie se le puede obligar a actuar contra su conciencia. Pero nadie puede imponer su forma particular de ver las cosas a los demás. Es necesario volver a la moral que predica la Iglesia, a la recta razón, a la ley natural, a los principios universales que nunca pasan ni dependen de las modas ni de las mayorías o minorías. Es necesario que custodiemos la libertad individual y la libertad comunitaria o grupal.
-¿Qué es el hombre sin la libertad? Es un esclavo.
Y Dios no nos creó para que fuésemos esclavos, sino verdaderamente libres, libres del pecado, que es la causa y raíz de las demás esclavitudes en las que con tanta frecuencia caemos o nos vemos atrapados.
Con todo, nadie olvide que la dignidad de las personas y de los pueblos tiene mucho que ver con la santa libertad, pues «para vivir en libertad nos liberó Cristo», la verdadera libertad de los hijos de Dios, de todos y cada uno.
Finalmente me parece obligado hablar del sagrado derecho a la vida de toda persona humana desde su concepción hasta su ocaso natural. Y ésto significa, entre otras cosas, respetar escrupulosamente la vida de todo ser humano, que no comienza en el nacimiento, sino en el vientre de la madre que ha concebido. Por eso decimos NO al aborto provocado. Por eso decimos Sí a la vida, a toda la vida y a todas las vidas. Y por eso decimos NO a la eutanasia provocada, y decimos SÍ al cuidado de todas las personas, también y sobre todo al cuidado de los ancianos, enfermos terminales, incurables, a las personas que padecen algún tipo de trastorno, a las vidas que habitualmente nuestra sociedad descarta, a la vida de las personas mayores, los abuelos y abuelas, las viudas y los viudos, pues todos ésos que a nosotros nos producen cierto rechazo son los preferidos del Señor, que se identificó con ellos de forma preferente: «cuanto hicisteis con uno de éstos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis; y cuanto dejasteis de hacer con ellos, a mí dejásteis de hacérmelo» (Ver cap. 25 del evangelio de San Mateo)
Pues bien, tal y como decía al principio, pienso que una gran parte de la sociedad está abriendo los ojos de la cara y los del corazón en vistas a que nadie se atreva a imponer a los demás sus propios puntos de vista que, en ocasiones, no se sostienen en absoluto.
San Pedro dijo cuando prohibieron a los Apóstoles predicar el Nombre de Jesucristo: «hay que obedecer a Dios antes que a los hombres»
Y por otra parte, el gran San Pablo afirmó: «si siguiera agradando a los hombres, no sería siervo de Cristo» Él prefería ser siervo de Cristo antes que ser esclavo de las opiniones humanas.
Bueno es que caigamos en la cuenta de que debemos apostar y trabajar en favor de la vida, de la verdad y de la libertad de todos y cada uno de los españoles, teniendo en cuenta que la citada manifestación del día 26 va a celebrarse en la capital de España.
Es más que necesario defender y cuidar la vida, apostar por la verdad y buscar y custodiar la libertad. Sin acritud. Solo por amor a Dios y a todos los seres humanos, buscando el bien integral de todos y cada uno; todo ello por amor y con amor, desde el amor
José Vicente Martínez, Sacerdote
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