Se ha dado a conocer el documento aprobado por la Conferencia Episcopal Polaca el pasado 14 de mayo acerca de los criterios de eclesialidad de los grupos y movimientos cristianos.
El contenido de este documento es igualmente válido para los católicos de España y de todo el mundo. Así es que vamos a citarlos aunque sea brevemente.
Se nos exhorta a ser fieles a la fe, la moral y la liturgia de la Iglesia. Sí existen criterios que permiten distinguir aquello que proviene de Dios de aquello que proviene del espíritu de este mundo. El fiel cristiano católico está en plena comunión con la Iglesia y acepta la totalidad de la fe de la Iglesia. Rechazar cualquiera de las verdades de la fe católica rompe la comunión eclesial. Ninguna comunidad o movimiento debe rechazar, modificar o interpretar libremente las formas litúrgicas que definen el modo de celebración litúrgica, especialmente cuando se trata de la celebración de la Eucaristía y los demás Sacramentos. El rechazo de la enseñanza moral de la Iglesia por parte de una comunidad o movimiento hace que sea imposible reconocer a ese grupo como una comunidad católica. El encuentro personal con Dios nunca debe separarse de las exigencias morales del Decálogo y del Evangelio, más específicamente del Sermón de la Montaña predicado por Jesucristo en el capítulo quinto del evangelio de San Mateo.
Es necesario que los cristianos sepamos transmitir correctamente el depósito de la fe de la Iglesia tal y como viene expresado en el Catecismo de 1992.La Iglesia, por voluntad de su Señor, está organizada jerárquicamente.
Cualquier servicio al Pueblo de Dios debe hacerse en comunión con el Obispo y su Presbiterio, pues la Iglesia tiene una estructura sacramental, apostólica y jerárquica, tal y como enseña el Concilio Vaticano II. Todos debemos esforzarnos por construir la unidad eclesial sobre el modelo de la Santísima Trinidad. También debemos respetar la diversidad que, de hecho, se da en la Iglesia. Esta diversidad expresa la riqueza de la acción del Espíritu Santo que construye la unidad de la Iglesia desde los diversos dones que ofrece, y no mediante la unificación de las fuerzas humanas. El seguidor de Cristo busca la santidad. Es precisamente en este camino de la santidad y la santificación donde se realiza el misterio del ya pero todavía no de la acción salvífica de Cristo. La conciencia de estar en camino está relacionada con la virtud de la esperanza, que hace del cristiano un peregrino hacia la Casa del Padre. En efecto, debemos ser fieles a Jesucristo y a su Iglesia. Debemos amar y respetar a nuestro Santo Padre el Papa Francisco, a nuestros obispos y sacerdotes, a todos los miembros del Pueblo santo de Dios. Nuestro amor no conoce fronteras. De ahí que, arraigados en el amor de Cristo, estamos llamados a amar de verdad y con toda el alma a todas las personas, especialmente a los más pobres. Le pedimos a Dios, por intercesión de la Santísima Virgen María y de San José, que nos ayude a vivir en fidelidad a Cristo y a su Cuerpo Místico, que es la Iglesia.
No en vano afirmamos que fuera de la Iglesia no hay salvación. Hemos de orar para que el Señor nos conceda esta fidelidad a la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica por voluntad de su Fundador
José Vicente Martínez, Sacerdote.
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Antonio C. Bosch
10/06/2022 at 21:04
Causa perplejidad (o quizá no, puede ser muy coherente) que se pretenda exhortar a la unidad de los fieles en la Iglesia apelando al Concilio Vaticano II. Un Concilio que fue la bomba de amplio racimo dentro de la misma Iglesia; que sembró el mayor desconcierto conocido, a mi juicio con intención, propició todo tipo de barbaridades y estupideces litúrgicas, que introdujo en el Vaticano, en los seminarios y, trágicamente, en los colegios a esos monstruos sodomitas pederastas; que arrumbó el latín, lengua que los sacerdotes sabían utilizar incluso en conversación normal y corriente; que destruyó el bellísimo rito en la Santa Misa, situando al oficiante no de cara a los fieles, como suele decirse, sino de espaldas a Dios, porque el sacerdote es el ministro que dirige la oración de los fieles a Dios. Usted nos exhorta a respetar y amar a Bergoglio, quien ampara las uniones homosexuales, mantiene silencio ante el aborto (el más vil de los asesinatos, afirmó Ernst Jünger) y nos dice que inocularnos esa ponzoña que dan en llamar vacuna es un acto de amor. ¡Por favor! Aunque no se quiera admitir abiertamente, en la Iglesia ya existe un cisma, viene gestándose desde ese maravilloso Concilio Vaticano II, Bergoglio no ha hecho sino confirmarlo. Él, al menos, se ha quitado la máscara. Dejémonos ya de palabrería meliflua y de máscaras. Cristo habla con claridad: «quien no está conmigo está contra mí». Por cierto… Santa, Católica, Apostólica y ROMANA