En esta ocasión, conoceremos una heroica lucha que, por conveniencia ideológica, se ha querido enterrar en el olvido: “la guerra de la Vendée”. En ésta, el Sagrado Corazón de Jesús es tomado como símbolo distintivo de resistencia ante la que fuera, probablemente, la más importante y a la vez, más terrible revolución que ha habido, la Revolución Francesa.
Pero vayamos a los antecedentes. Durante el siglo XVIII surge en Europa, principalmente en Francia e Inglaterra, la ilustración. Movimiento filosófico y cultural que tenía como objetivo “iluminar” o mejor dicho, analizar y estudiar todo través de la razón y, de manera especial, de las ciencias empíricas. La ilustración buscaba sustituir la fe en Dios por la confianza absoluta en la ciencia, rechazando con ello la revelación. Estos pensadores sostenían que, el factor clave para el progreso era el conocimiento humano y que, a través de éste; se podía combatir la ignorancia, la superstición y la tiranía construyendo un mundo más justo y mejor.
Dicen que la pluma es más poderosa que la espada. Es verdad. No hay movimiento político, no hay revolución posible sin el apoyo de una filosofía, sin una ideología que lo origine y lo sostenga. Y son, precisamente, los principios ilustrados, los que pavimentaron el camino de la revolución francesa. Un dato por destacar es que, es precisamente en esta época que los jesuitas son suprimidos y expulsados de las principales potencias europeas. Bien sabía la masonería que, al deshacerse de la orden religiosa reconocida principalmente por su gran erudición y celo doctrinal, los políticos e intelectuales podrían promover con mayor facilidad los principios que originaron la mencionada revolución.
En 1789, los revolucionarios franceses, poniendo en práctica las ideas de la ilustración, crean tanto la Asamblea Nacional de la Revolución Francesa como la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, poniendo fin a la monarquía. Los revolucionarios sostenían que toda monarquía era una tiranía y que la solución a esto era que, la soberanía residiera en el pueblo. Es importante recalcar que, fue precisamente esa tan cacareada soberanía popular ,la que acabó masacrando, de la manera más cruel y ruin, a miles de inocentes durante dicho periodo. El siglo de las luces, que expiraba lentamente, dejaba paso a la revolución que bajo el lema de: “Fraternidad, Libertad e Igualdad” dejaba a Francia, la fille aînée de l’église, la hija primogénita de la iglesia; sumida en una ola de violencia, de anarquía y finalmente de terror.
Pero vayamos a la región que nos ocupa. Antes de 1789, la región de la Vendée, ubicada en la parte oeste de Francia y formada por algunas de las provincias más antiguas de ésta (Anjou, Britany y Poitou) era una región un tanto ignorada. Y sin embargo fue ahí, donde se llevó a cabo un formidable levantamiento contrarrevolucionario de resistencia a los principios anticristianos que, la revolución quiso imponer a sus ciudadanos; aún a la fuerza, como lo ejemplifica la conocida frase revolucionaria: “fraternite ou mort”, fraternidad o muerte.
La región de la Vendée, era una región cuyas gentes profesaban fielmente los principios católicos. Gracias a esto, se guardaba un singular equilibrio entre la nobleza y los humildes campesinos debido a que, los privilegios feudales no eran ejercidos desde hacía más de un siglo. Las denuncias de los terratenientes injustos eran prácticamente inexistentes, la delincuencia era baja, las demandas pocas y se contaba con un nivel educativo alto para la Francia rural. Todo esto se debía, en gran parte, a la diligencia de un clero fiel a su misión evangelizadora.
Como vemos, la Vendée hasta antes de la revolución francesa era un región singular y notable en una Europa que, sin prisa, pero sin pausa, iba asumiendo los principios liberales de la ilustración dentro de sus gobiernos. Esto cambia, en 1789, cuando el gobierno revolucionario; a través de la Asamblea, llevó al cabo uno de los episodios de mayor impacto contra la iglesia, al dar la orden de que todos sus bienes pasaran a ser propiedad del estado. Con dicha medida, se despojó a la iglesia de su independencia al nacionalizar sus bienes y se dividió profundamente a los franceses entre los que, recibieron la medida con gritos de júbilo y quienes lo vieron como lo que era, una afrenta a la iglesia. Además, dicha medida dejo en el desamparo a muchísimas personas que dependían de las instituciones de caridad de la iglesia, para vivir y hasta para estudiar. Asimismo, esta ley dejó en la miseria y el abandono, a muchísimos religiosos al despojarlos de sus parroquias y su medio de vida. Y quizá, lo más polémico de todo, fue la Constitución Civil del Clero la cual vino poco después y que redujo a los sacerdotes, a funcionarios públicos eclesiásticos, desvinculándolos de la autoridad papal; a través de la imposición a prestar juramento de fidelidad al estado. Esto produjo una gran fragmentación al interior de la iglesia francesa al dividir a los sacerdotes entre los que juraron lealtad a la constitución y al nuevo régimen, a quienes el pueblo les llamaba despectivamente curas juramentados y los de los sacerdotes que, fieles a la iglesia, se negaron a jurar la Constitución, los cuales recibieron el nombre de refractarios. No contentos con esto, los revolucionarios forzaron a los sacerdotes y religiosas a abandonar su orden; ofreciéndoles, si lo hacían, una pensión nacional. Los que heroicamente se negaban, eran mandados a prisión y no pocas veces ejecutados; otros, con “mejor suerte”, eran reubicados bajo penosísimas condiciones.
Es importante señalar que, si en las otras regiones de Francia la mayor parte del clero juro fidelidad al régimen, la gran mayoría del clero de la Vendée lo rechazó, por lo que estos sacerdotes fueron suspendidos y la mayoría, fue apresada.
La situación se agravó aún más, cuando en septiembre de 1792, los miembros de la Guardia Nacional tomaron a tres sacerdotes que se negaron a prestar juramento al nuevo régimen y los «cortaron en pedazos». A raíz de esto, Paris fue testigo de revueltas y con ello de una ola de asesinatos de tal magnitud que, en sólo 48 horas se calcula que los revolucionarios asesinaron a un total de 1.100 presos que se negaron a prestar juramento a la revolución, entre ellos mujeres y niños, además de 250 sacerdotes y 3 obispos.
En este clima de caos y violencia revolucionaria, la Vendée resistía callada y pacíficamente. Sin embargo, en enero de 1793, el rey Luis XVI, le bon roi, el buen rey; quien había estado en manos de los revolucionarios, es ejecutado. Dos meses después de su ejecución, la Convención Nacional ordena el reclutamiento forzoso de 300.000 hombres. Los vandeanos se negaron rotundamente a servir a quienes, durante 3 años no sólo habían mostrado un gran desprecio por sus costumbres y sus tradiciones, sino que, habían atacado directamente su fe. Finalmente, en marzo de 1973, llegan a Machecoul, comuna en la región del Loira, entre tres y cuatro mil campesinos, desde las aldeas vecinas para protestar por los alistamientos forzosos. Los guardias revolucionarios, nerviosos, dispararon sobre el pueblo. Los vendeanos decidieron que había llegado el momento de defender todo aquello que les estaba siendo arrebatado. Con el Sagrado Corazón de Jesús por bandera, bordado en sus ropas cerca de su corazón, los vandeanos empezaron la resistencia.
En la siguiente entrega veremos cómo, la revolución francesa profundamente anticatólica; se enfrentó a la heroica y ejemplar resistencia de unos hombres sencillos y humildes que, leales a su himno, sólo tuvieron un honor y una gloria, el honor y la gloria de Nuestro Señor.
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