Asombra y desconcierta la astucia diabólica de que hacen gala los agentes vestidos de paisano del estado profundo a la hora de inventarse causas para atrapar a los inconformistas, y la última no fue otra que el ecologismo. Así los desengañados del bipartidismo masón que sabían o intuían que izquierda y derecha eran exactamente lo mismo, se lanzaron de cabeza a la trampa ecológica y se convirtieron en los tontos o los idealistas despistados útiles que luchaban desinteresadamente para implementar la interesadísima agenda globalista.
La agenda verde fue inventada por el Club de Roma (un grupo de reflexión “cientifista” -o “think tank” como dicen los ingleses- aliado con el Foro Económico Mundial) allá por los años setenta para maquillar sus planes genocidas de despoblación mundial. Verde es o era por cierto el color de los billetes verdes y el color de los viejos verdes. La lujuria y la avaricia más brutales y obscenas se dan la mano en la ONU cada vez que los dirigentes globalistas se la estrechan.
Ya en 1972 los globalistas nos enseñaban su rabo maltusiano y nos advertían en “Los Límites del Crecimiento” que «si las tasas de consumo y la población mundial crecían al mismo ritmo, la tierra llegaría a su límite en un siglo.»
Unos años más tarde, en un libro publicado en 1991, titulado muy significativamente «La primera Revolución Global», (que es la que estamos padeciendo), los miembros del club de Roma concluían que sus siniestros planes de despoblación mundial podrían recibir un respaldo generalizado si se planteaban como una lucha existencial contra un enemigo común que acabó siendo el falso calentamiento global o la amenaza de escasez de agua y alimentos. Lo que se desprende de los programas o panfletos globalistas es el odio virulento de esta secta satánica por la humanidad, su preocupación por la madre o madrastra tierra es tan falsa como ellos mismos puesto que no tienen ningún problema en promover la instalación a gran escala de las redes 5G que los científicos no comprados advierten que suponen una amenaza para la vida en la tierra, así como muchos otros programas sumamente contaminantes. La escasez de alimentos no está provocada por los supuestos límites del planeta para abastecernos sino por los problemas que ellos mismos causan a la cadena de suministros. Los masones siempre han sentido una especial predilección por matar a la gente de hambre. Se trata de una agonía lenta cuyo siniestro espectáculo pone a prueba la crueldad y la inhumanidad de sus verdugos a sueldo.
Algunos comentaristas señalan que la guerra en Ucrania y las sanciones impuestas a Rusia favorecen a ese país y que están hundiendo la economía occidental y acelerando la caída del imperio estadounidense, como si ése no fuera precisamente el objetivo perseguido por los globalistas.
Como señala una tal Tatiana Orlova, economista líder de mercados emergentes en Oxford, aunque el volumen de las exportaciones rusas haya disminuido a causa de los embargos y sanciones, el aumento en los precios de las materias primas compensa con creces dicha disminución.
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Desde finales de marzo, muchos compradores extranjeros han cumplido con la demanda de pagar la energía en rublos, elevando el valor de dicha moneda. A raíz de la guerra en Ucrania y las medidas aplicadas por los gobiernos occidentales los ingresos por las ventas de gas y petróleo están llenando las arcas de Moscú como nunca antes. ¿Pero quienes son los dueños de dichas arcas? ¿A quien beneficia verdaderamente la nueva bonanza económica rusa?
Desde luego no a los seis oligarcas que fueron con toda probabilidad “suicidados” tras la invasión de Ucrania. ¿Pretenden hacernos creer las autoridades rusas que el Vice presidente de Gazprombank Vladislav Avayev torturó a su mujer durante horas y asesinó de forma brutal a su propia hija antes de quitarse la vida?
¿Han sido asesinados estos oligarcas porque sabían más de lo que debían acerca de la guerra en Ucrania? ¿O se trata de un mero ajuste de cuentas entre bandas mafiosas rivales? Lo que demuestra este incidente en cualquier caso es que el estado ruso no es un estado de derecho, es un estado dirigido por matones. Y lo mismo se puede decir de Ucrania y del resto de países occidentales. Son todos ellos estados canallas, pero Israel es el más canalla de todos, será por eso que siempre gana el festival de Eurovisión. No sabemos quién se beneficia del auge económico en Rusia porque para empezar muchos de sus magnates tienen doble o triple nacionalidad. Una práctica repugnante y desleal que se debería prohibir en todas partes.
¿Cómo podemos saber que fondos financieros como Blackrock o Vanguard Group no tienen intereses (o que los tengan mañana) en Gazprom? Son sociedades anónimas o peor aún secretas dirigidas por hombres de paja que cambian de nacionalidad como de ropa interior.
Ignoramos también la verdadera identidad de muchos dirigentes que tienen la fea costumbre de cambiar de nombre sin avisarnos previamente. Marilyn Monroe se llamaba en realidad Norma Jean, pero nunca lo ocultó, además se ganó su inmortal nombre artístico con su talento, los dirigentes masones se han ganado simplemente un alias gracias a sus inmundos e innumerables crímenes.
Según algunas fuentes el verdadero nombre de Dimitry Chernyshenko, viceprimer ministro ruso, es Michael Jakobson, el primero sería simplemente su “nombre artístico” y es un judío askenazi nacido en Nueva York que trabajó para la CIA y es miembro de la Chabad Lubavitch.
Miembro igualmente de la Chabad sería Sergei Naryshkin director del Servicio de Inteligencia Exterior ruso y su nombre auténtico es según algunos Onil Langley y detentaría el grado de General de División de la CIA.
Me es imposible corroborar estas afirmaciones, pero sabemos que los líderes revolucionarios soviéticos como Lenin o Trotsky tenían la costumbre de cambiar su nombre y apellidos para que pareciesen más rusos. Resulta una práctica muy efectiva que no tenemos ninguna razón para creer que los nuevos revolucionarios hayan abandonado. En el nuevo orden mundial todo son máscaras y disfraces y nadie es lo que dice ser y todo el mundo miente hasta con la verdad.
Volviendo al espinoso asunto de las sanciones es cierto que han aumentado el precio de las exportaciones rusas, como el petróleo y los cereales, lo que ha enriquecido, en lugar de empobrecido, a Moscú, dejando a los europeos sin combustible y a los africanos sin comida. Pero las sanciones no han fracasado como pretenden algunos, están provocando lo que los líderes del Foro Económico Mundial pretenden: matar de hambre o de frío al mayor número de gente posible.
Mike Whitney afirma que Washington ha subestimado en gran medida su vulnerabilidad ante las consecuencias imprevistas de la guerra que ha provocado en Ucrania que están a punto de precipitar un final rápido y atroz del Nuevo Siglo Americano.
Pero Mike Whitney parece ignorar que el gobierno de Estados Unidos no tiene su sede en Washington, lo tiene en el cuartel general de la CIA o peor aún del Mossad. Hace mucho que los Estados Unidos no son más que una colonia israelí, para comprobarlo basta con reflexionar sobre el incidente del buque USS Liberty atacado en 1967 por las fuerzas israelíes. 34 militares estadounidenses murieron en el ataque y 174 resultaron heridos. El gobierno norteamericano no llevó a cabo ninguna represalia y los sobrevivientes aún esperan justicia. Es un hecho que no tiene precedentes y demuestra hasta qué punto la nación estadounidense estaba ya por esas fechas “secuestrada” por los sionistas.
Está bien claro que los líderes globalistas desean socavar el poderío de los Estados Unidos y de los países europeos que giran en su órbita como satélites. Cabe preguntarse por qué. Pero lo cierto es que tanto el pueblo ruso como el chino, después de décadas de vivir bajo una dictadura comunista están acostumbrados, a diferencia del estadounidense, al más salvaje despotismo, no cabe esperar que se rebelen en masa contra una tiranía que llevan mamando décadas. Los norte americanos sin embargo siempre han recelado de los gobiernos fuertes que se entrometen en su vida privada, de ahí que muchos defiendan a machamartillo su derecho a portar armas; las mismas que los globalistas quieren arrebatarles con la excusa de los atentados que ellos mismos escenifican o fomentan. Los lobos solitarios que escenifican tiroteos de masas en escuelas o grandes superficies de toda índole no están tan solos como parece, han sido amamantados por el FBI, que es la nueva loba capitolina. Lobas, por cierto, era el nombre que le daban los romanos a las prostitutas. De ahí deriva el nombre de lupanar que es en lo que se ha convertido la actividad política en todas partes.
Como señalan algunos el conflicto en Ucrania está ayudando a precipitar el gran reinicio de diversas formas. Para empezar, las cadenas de suministro de todo tipo están siendo interrumpidas a un nivel y ritmo sin precedentes a causa de la guerra. Esto genera escasez de combustible y de todo tipo de productos, en especial los alimentos, que es lo que los ecologistas maltusianos persiguen.
Europa se está quedando sin la fuente de energía barata que le proporcionaba Rusia, lo cual obstaculiza o frena su desarrollo, o lo que es lo mismo, nos impone a todos el desarrollo “sostenible” que preconizan los globalistas. Desarrollo sostenible quiere decir en realidad subdesarrollo. El Foro Económico Mundial ha dividido el mundo en dos categorías: países subdesarrollados y países en vías de subdesarrollo. Es muy posible que el desarrollo chino sea meramente coyuntural y tenga por así decirlo las horas contadas. Está muy claro que los legisladores masones de todo el mundo están recurriendo a las sanciones contra el sector energético para acelerar la transición a la energía verde. Que no quiere decir otra cosa que ausencia de energía o racionamiento energético extremo.
El conflicto en Ucrania está incrementando además la dependencia de los ciudadanos de los subsidios gubernamentales, es decir acabando con la independencia de los mismos frente al “Gran Hermano” sabateo. Poco importa si los dirigentes rusos son cómplices o no de estos planes. El resultado es el mismo. En cualquier caso, Rusia podría haber ganado la guerra en cuatro días y no lo ha hecho. Su renuencia a conquistar Ucrania se ha traducido en una mayor número de bajas de soldados rusos y ucranianos y en la aceleración de un colapso económico global o globalista que éstos últimos llevan planeando ya hace décadas.
A raíz del experimento psicológico sin precedentes que ha supuesto la falsa pandemia, los que colaboramos con la prensa alternativa nos hemos dividido en dos bandos: los que apoyan a Rusia o China porque ven en dichos países una alternativa al imperialismo masón y sionista atlántico y los que sabemos que no hay de momento ninguna alternativa. Todas las super potencias (es decir Estados Unidos, China y Rusia) defienden la misma agenda descabellada, los dirigentes de dichos países son cómplices por una razón u otra de la organización mundial de la enfermedad (que no de la salud) y de la pestilencia. Los dirigentes rusos y chinos siguen respaldando el bulo de la pandemia e insisten en vacunar a sus ciudadanos con todo tipo de sustancias tóxicas y en limitar, a menudo de forma brutal, sus movimientos. Son todas ellas tiranías. Sin duda las diversas facciones globalistas, gnósticas o cabalistas mantienen un pulso y se miran con recelo las unas a las otras, ¿Quién puede fiarse de un capo de la droga? Los líderes globalistas no tienen palabra y están siempre dispuestos a apuñalarse los unos a otros por la espalda. Sin duda los globalistas occidentales pretendían librarse de sus cofrades rusos que tenemos la incómoda impresión de que no están luchando por Rusia o por sus súbditos sino por salvar su propio pellejo. Es muy posible que la revolución global como sucede siempre con todas las revoluciones haya empezado a devorar a sus propios hijos.
Es cierto que los dirigentes rusos frenaron el ataque globalista a Siria pero desconocemos sus verdaderas motivaciones, a estas alturas el rechazo total a la falsa emergencia sanitaria prefabricada es lo único que puede hacer que confiemos en un dirigente.
La farsa criminal del coronavirus es tan demencial y apabullante que todos vivimos en un estado de conmoción sin precedentes y muchos son incapaces de aceptar que las élites gobernantes globales sean tan sumamente desaprensivas. Es difícil también aceptar el hecho de que la población mundial no se haya rebelado todavía en masa contra semejante camarilla de psicópatas que dejarían en pañales a un Nerón o a un Calígula. Tendemos a olvidarnos del crimen, intentamos pasar página, pero no es posible. El crimen es demasiado atroz, demasiado espeluznante, no cabe perdón posible para todos esos monstruos que han convertido la existencia en una pesadilla inverosímil. Tenemos que exigir su cabeza. Cualquiera que secunde la farsa del coronavirus o cualquier otra “pandemia” que los globalistas vayan a sacarse de la manga es el mortal enemigo de toda la humanidad. Son los mayores enemigos de Dios y por tanto de todos los hombres de buena voluntad que aspiran a que reine la justicia y la paz en la tierra. No tienen palabra, no tienen dignidad, no tienen principios, venderían a su propia madre por cuatro perras. Son la hez de la sociedad. Es la hez de una sociedad corrupta hasta la médula quien nos gobierna o desgobierna.
Hay quien está intentando pintar el conflicto en Ucrania como una contienda épica entre el bien, o sea los rusos, y el mal representado por los jázaros, pero yo no acabo de creerme semejante versión de los hechos. Los dirigentes rusos parecen estar tan podridos como los occidentales o los jázaros, lo único que se consigue con un planteamiento semejante es confundir a los idealistas para que acudan al agujero ucraniano a encontrarse con una muerte inútil.
Sin duda los nacionalistas ucranianos son verdaderos monstruos que exceden con mucho a los rusos en brutalidad y en crueldad. Es imposible tomar partido por ellos, pero eso no puede hacernos cerrar los ojos ante la verdadera naturaleza del establishment moscovita. ¿Además de qué les sirve a los nacionalistas ucranianos librarse de los rusos si no se libran de sus oligarcas corruptos sean de la raza que sean?
Hay quien afirma que la propia cruz roja está implicada en Ucrania en el tráfico de órganos de niños. Lo peor de semejante noticia no es que sea cierta es que resulta completamente verosímil.
Edward Slavsquat nos advierte que Putin no ha abandonado la lucha contra el inexistente o inofensivo virus del Covid a pesar de sus desavenencias con la OTAN. Se ve que no tiene bastante con la guerra en Ucrania que tiene que seguir haciéndole la guerra a sus propios paisanos. Su página web es la idónea para tomarle el pulso a la locura plandémica en Rusia.
https://edwardslavsquat.substack.com
Pululan por la nación rusa (y medran) toda una serie de siniestros personajes como una tal Veronika Skvortsova que es, de acuerdo con Slavsquat “La suma sacerdotisa del instituto nacional de salud pública de Rusia, la Agencia Federal Médica y Biológica (FMBA). También se enorgullece de formar parte del comité de planificación global de estafas pandémicas financiado por Bill Gates, un comité que se jacta de tener entre sus filas a algunos de los más insignes parásitos chupasangres del mundo, como el Dr. Anthony Fauci.
La lista de magnates o pseudo científicos que se forran con la farsa del coronavirus en Rusia es bien larga. Todos ellos se esmeran en superar a sus colegas occidentales en su celo anti vírico. Son super villanos disfrazados de héroes que es lo bueno que tiene el nuevo orden mundial, que permite a los despiadados asesinos presentarse como radiantes paladines de todo tipo de causas nobles. Son el vampiro disfrazado de enfermera de la cruz roja. Una cruz roja que ya no es cruz, es una estrella de seis puntas.
Está muy claro que el combate decisivo no tiene lugar en Ucrania, sino en la casa de cada uno y nuestro mayor enemigo no es otro que nuestro médico de cabecera que se ha convertido de la noche a la mañana en Rosacruz.
No sé si Putin es, como afirman algunos, una creación del agente de Jacob Rothschild, Roman Abramovitch. Lo cierto es que la puerta de su despacho presidencial sigue estando abierta de par en par para el rabino de la Chabad Lubavitch y eso es ya suficiente para que uno se ponga a temblar. Ignora en cambio por completo a los líderes judíos que no pertenecen a esta secta, o sea a los que no están conchabados con la mafia.
Las diatribas de Putin contra los líderes europeos o estadounidenses no me impresionan lo más mínimo. Estados unidos no es más que la fachada del estado sionista y todavía no se ha decidido a vapulear al estado canalla de Israel, es tabú para él.
De todas las disparatadas teorías que circulan en la red acerca de Hitler, la única que tiene visos de ser auténtica o resulta más verosímil es aquella según la cual fue víctima de un experimento psicológico que lo condicionó mentalmente. Es una teoría que se basa en las declaraciones de su cuñada Bridget Hitler que afirma en sus memorias que pasó una temporada en Inglaterra como “invitado” de la escuela de Operaciones psicológicas del ejército británico. El que a raíz de dicho hipotético experimento Hitler acabara con una personalidad escindida explicaría las patéticas declaraciones de lealtad al Reino Unido que hizo ante sus generales a pesar de que era un nacionalista alemán a ultranza, dicha personalidad escindida explicaría igualmente que frenara el avance de sus soldados en Dunkerque y que dejara escapar a cientos de miles de soldados británicos evacuados de dicha localidad. Fue la suya una gentileza que los aliados le devolvieron dejando morir de inanición a millones de prisioneros de guerra y civiles alemanes (a pesar de que disponían de provisiones más que suficientes para alimentarlos) en uno de los más espantosos crímenes de guerra o de postguerra de la historia de la humanidad.
¿Ha sido víctima Putin de un experimento semejante? Al igual que Hitler, el líder ruso es un ardiente nacionalista, que sin embargo no duda en declarar su lealtad incondicional a una potencia extranjera: Israel. Algunos afirman que perteneció una vez a la logia masónica del Royal Arch. Eso explicaría igualmente el incomprensible ascendiente que el mefistofélico rabino de la Chabad ejerce sobre él. ¿Se trata en realidad de su Svengali?
Sea o no éste el caso, lo cierto es que el gobierno ruso y el chino comulgan con la repugnante farsa de la pandemia, el mayor crimen que se haya cometido nunca contra la humanidad. No podemos defenderlos ni seguirlos, en realidad no existe ningún líder al que se pueda seguir en la actualidad como no sea Bolsonaro que es el único que se ha desmarcado del embuste y no ha sido asesinado. Recientemente advertía a sus seguidores de que es posible que los globalistas planeen un nuevo fraude electoral, ésta vez en Brasil.
El lamentable estado sanitario y espiritual del mundo es consecuencia por supuesto del cambio de paradigma que se produjo con la modernidad acerca de la cual todo es mentira empezando por el nombre que no es moderno, sino premoderno. El término “moderno” ya se empleaba en la época romana. Es un término muy antiguo y muy poco moderno. Se trata de un cambio de paradigma que empezó a fraguarse en el Renacimiento y culminó en el mal llamado Siglo de las Luces y consistió en reemplazar la religión cristiana por la satánica. El nuevo sumo pontífice de dicha religión no es otro que el patriarca de los Rothschild que resulta intocable. Ni siquiera los papas medievales gozaron de un poder tan omnímodo. Claro está que no eran pontífices en la sombra. Las pulsiones inconscientes son las más poderosas para los que no hacen examen de conciencia. O sea prácticamente todos.
La City de Londres es el nuevo Vaticano y el objeto de adoración de todos no es otra cosa que el dinero, o lo que es lo mismo: la mierda.
Yo siempre me he considerado muy romano o muy latino y por tanto muy moderno, pero nunca se me ocurriría adorar al dinero que es un medio no un fin. El fin no justifica los medios sobre todo cuando estos se convierten en fines. Es el circulo de la mierda en el infierno el fin que aguarda a todos los dirigentes globalistas comprados con el dinero robado de la banca mafiosa, allí morarán para siempre hundidos en excremento hasta el cuello o las narices que les crecen como a Pinocho cada vez que abren la boca.
JF Fernández-Bullón.
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