El 24 de junio de 2022 pasará a la historia por el hecho de que el Tribunal Supremo de los EUA dictaminó que no existe el derecho al aborto. Es de cajón y de pura lógica: no puede ni debe existir el derecho a dar muerte a nadie, sobre todo al nasciturus. Lo que hacen falta son políticas de prevención de embarazos no deseados y políticas de apoyo a la natalidad por parte de los esposos para que, si lo desean, puedan formar una familia numerosa.
Las personas de buena voluntad estarán de acuerdo con esta sentencia, pero, ¿qué ocurre en España y en muchos países hispanoamericanos?
Pues precisamente que la ley de aborto se va a ampliar y una chavala que haya cumplido 16 años y esté embarazada podrá ir a abortar sin ni siquiera contar con la opinión de sus padres o tutores. También se dispensará la llamada píldora del día después sin necesidad de receta en las farmacias.
En la práctica, ¿no estamos hablando del aborto libre? Y hablar del aborto libre es hablar de matar a una persona precisamente cuando se está formando en el vientre de la madre o de la mujer.
Ésto ocurre en nuestros países de tradición cristiana, que han venido a convertirse en países donde se mata al más débil, a los inocentes.
Pero, al menos en España, pocos son los que se movilizan en favor del sí a la vida desde la concepción hasta su muerte natural. El hombre se ha convertido en enemigo del hombre porque nos hemos olvidado de Dios, creador y salvador, que quiere la felicidad temporal y eterna de todos sus hijos e hijas.
Es necesaria una gran movilización ciudadana en favor de la vida y de todas y cada una de las vidas y de apoyo a las mujeres embarazadas, contando también con la opinión del padre y de las familias, educadores, formadores, etc.
San Juan Pablo II decía que poco a poco se estaba instalando en nuestro mundo la cultura de la muerte. Y llevaba razón.
Ahora nos toca a nosotros orar y trabajar en favor de la cultura de la vida, de la verdad, la libertad, la responsabilidad, la justicia, la equidad, el amor verdadero que es el que procede de Dios.
Por eso, al decir NO al aborto y a la eutanasia estamos diciendo SÍ a la vida, un SÍ enorme a la vida y a todas las vidas. Y lo hacemos en el Nombre del Señor. Finalmente, tal y como dijo Nuestra Señora en Fátima en 1917, su Inmaculado Corazón triunfará
P. José Vicente Martínez
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