El Papa Francisco junto con el consejo de cardenales que le han asesorado y teniendo presente la necesidad real de reformar el funcionamiento y la estructura de la Curia Romana ha ordenado poner en práctica las disposiciones de Praedicate Evangelium con objeto de que no solamente las personas sino también las estructuras eclesiásticas sirvan realmente para que la Iglesia pueda llevar a cabo su misión, que no es otra sino predicar el Evangelio de Cristo a todos los hombres y a todos los pueblos.
No resultan para nada extraños estos cambios o modificaciones que se hacían ya muy necesarios.
De esta manera todos los pastores y fieles de la Iglesia podremos, con la gracia de Dios, llevar a cabo de una forma más orgánica y eficiente la evangelización de nuestro mundo.
Pues bien, la Prelatura personal del Opus Dei, a partir de ahora no dependerá de la Congregación de Obispos, sino de la Congregación para el Clero, dado que no es requisito indispensable que el Prelado, que es el Ordinario de la Obra, sea obispo.
San Josemaría, el fundador del Opus Dei, nunca dijo que la Obra tuviese que estar regida por un obispo. Lo que quiso San Josemaría y pretende la Obra es que sus miembros se santifiquen en el ejercicio de su trabajo ordinario y que sean apóstoles en medio de la sociedad, no encerrados en un convento ni nada parecido.
Con el tiempo, la Obra se convirtió en una Prelatura personal y se rige por los cánones del Código de Derecho Canónico de 1983 que hablan de las Prelaturas Personales.
Nada se dice en esos cánones acerca de la obligatoriedad de que el Ordinario de la Obra haya de ser necesariamente obispo. Simplemente se dice que al Prelado se le confía la Prelatura personal como su Ordinario propio, siempre en comunión con los Obispos diocesanos, con el resto del clero, con los demás miembros del Pueblo de Dios y con el Romano Pontifice.
Por tanto, la Obra sigue siendo una Prelatura personal dentro del seno de la Iglesia y su Ordinario, como decimos, es el Prelado, el cual está en perfecta comunión con el Obispo de Roma, el Papa.
Anualmente la Obra tendrá que presentar ante la Santa Sede un balance de su gestión económica y un balance de su actividad apostólica.
¿Qué hay de anormal en todo esto? Desde mi punto de vista nada: todo me parece correcto y adecuado para la buena marcha de la Obra, de toda la Iglesia y sobre todo por el bien de las almas.
Estoy convencido de que los miembros de la Obra, sean clérigos, sean simples fieles, obedecerán como amor y con espíritu filial las directrices que ahora les marca la Santa Sede.
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¿Acaso no debe el Papa estar enterado de las actividades de todo tipo que realiza el Opus Dei en tantas y tantas partes del mundo?
Por otra parte, San Josemaría no fue obispo; fue un simple sacerdote que sintió que Dios le llamaba a fundar la Obra para que se asemejase a un ejército de almas sembradoras de paz y alegría: éso es la Obra.
En muchos de los escritos de San Josemaría aparecidos públicamente en los años 60 del siglo XX se dice que la Obra ha de tener un carácter laical.
Después, con el tiempo fueron naciendo dentro de la Obra vocaciones de especial consagración: sacerdotales, religiosas, misioneras, matrimoniales.
La Obra también ha tenido Prelados que han sido obispos. En la actualidad no es así. El Prelado actual del Opus Dei es sacerdote y tiene el trato de monseñor, pero nunca ha sido ordenado obispo. Se trata del sacerdote D. Fernando Ocáriz, buen sacerdote.
En todo este asunto no hay nada escabroso ni ningún complot del Papa contra la Obra ni de la Obra contra el Papa. Uno puede estar más o menos de acuerdo con lo que la Santa Sede ha ordenado ahora, pero es lo que hay y así hemos de aceptarlo, como decía San Josemaría: como venido de la mano de Dios y con un gran amor y una fiel obediencia al Sucesor de Pedro.
Solamente interesa una cosa: que todos los cristianos y cristianas aspiremos a la santidad, nos santifiquemos con la gracia de Dios y seamos verdaderos apóstoles del Evangelio de Cristo en nuestro ambiente cotidiano u ordinario.
¿Acaso todos los bautizados (hombres y mujeres) no estamos llamados a la santidad y al apostolado cristiano?
En el mes de octubre, el Papa se reunirá con los señores cardenales para explicitarles mejor lo que se pretende con la puesta en práctica de P.E.
No sería nada anormal que apareciesen opiniones diversas y hasta encontradas, es decir, de signo contrario; pero ésto también es propio de la Iglesia Católica, que se compara con una vidriera de muchísimos colores: el conjunto lo forma la armonía de todos los colores sabiamente colocados para que, a través de ellos, se trasparente la luz:
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-Vosotros sois la sal de la tierra.
-Vosotros sois la luz del mundo.
-No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte.
-Brille así vuestra luz ante los hombres para que, viendo vuestras buenas obras, glorifiquen al Padre del cielo.
Acabo repitiendo una pregunta que no hace muchos meses lanzó un cardenal de la Iglesia:
-«Nos llamamos católicos, ¿y no estamos dispuestos siquiera a obedecer al Papa?»
-¿Dónde está nuestro amor y nuestra obediencia filial al Sucesor de Pedro, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal extendida de oriente a occidente?
Recemos, meditemos, profundicemos, conversemos, dialoguemos, dejémonos llevar por las mociones del Espíritu Santo y entonces marcharemos bien, en pleno respeto a la Autoridad de la Iglesia y a sus disposiciones.
Interesa ser santos; lo demás son cuentos chinos…..
P. José Vte. Martínez.
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