La fase globalista del liberalismo -y por ende, del capitalismo- en la que estamos inmersos bien podría definirse como la del «imperialismo del dinero sin arraigo».

Porque el capitalismo global se ha desentendido ya de la riqueza de las naciones merced a una nebulosa financiera que ha permitido la concentración del dinero en poquísimas manos, reduciéndonos con ello a una masa informe de individuos atomizados socialmente, precarizados laboralmente y deshumanizados antropológicamente.

Sí, el dinero apátrida -en tanto su única patria está allí donde esté su provecho- tiene hoy el dominio total, absoluto  gracias a la complicidad de toda suerte de politicastros peleles (de la «derecha estravagante» y de la «izquierda indefinida», que tanto monta, monta tanto).

Ni que decir tiene que estos capitalistas globales no aparecen delimitados por ningún territorio amén de que no tienen otra religión que la relacionada con amasar dinero: tampoco lo necesitan a la hora de dominar países, torcer la voluntad a gobiernos, financiar oenegés cual caballos de Troya, etc., mucho menos para mantener zombificadas a las masas con sus metaversos virtuales, derechos sexuales, autodeterminaciones aberrantes, entretenimientos embrutecedores…

Unas masas que ignoran que aquí sólo se promueven aquellos derechos, autodeterminaciones o entretenimientos que puedan interesar al dinero para su plan de arrasar con la familia, la propiedad, los vínculos comunitarios, etc.
Ricardo Herreras

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