Nessie XVIII, el legítimo, por un carlista rancio: Lucas Tejada de Bobadilla
Las serpientes de veranos no son tales, sabemos de buena tinta que Nessie, el legítimo monstruo del Loch Ness, existe.
21 de julio de 1969. Calor. Las vacaciones veraniegas políticas van a comenzar en España después de la fiesta oficial del 18 de julio. En la noche del 20 al 21, Armstrong y Aldrin son los primeros hombres que pisan la Luna y el suceso -realmente histórico- se televisa en directo y es seguido multitudinariamente, también en España.
De pronto, a la salida del consejo de ministros, se anuncia un pleno extraordinario de las Cortes para el día siguiente. Franco va a proponer en sus Cortes, a Juan Carlos de Borbón como su sucesor a título de rey cuando se produzca la vacante en la jefatura del estado. Lo hace, gana por mayoría abrumadora, Juan Carlos jura los Principios del Movimiento al día siguiente…y sólo en septiembre comienza el curso político, a toro ya muy pasado. ¡Olé, maestro!
Verano de 2022. Ola de calor. Vacaciones postpandemia. Su Señoría la Secretaría Secreta (S.S.S.S.) ha tomado buena cuenta de esa lección y quiere imitarla.
Al fin y al cabo, dime a quien denuestas y me dirás a quién envidias.
Carecemos de la prosopopeya necesaria para anunciar correctamente que muy pronto, y en adelante, se va a hablar mucho de D. Rafael de Orleans y Braganza.
¿Que no ha oído hablar usted de él?
¿Nada, nada?
¿Nunca, nunca?
No importa. La Secretaría Secreta lo ha hecho ya todo este verano, por el bien de los carlistas y de la eterna metafísica de la Tradición.
Si no fuera porque ellos velan y se mantienen firmes e irreductibles como la aldea de Astérix, creen ellos que España y la Cristiandad enteras terminarían de perderse.
Y también, casi, la misma Religión.
Comencemos por decir que D. Rafael de Orleans y Braganza tiene 36 años, es representante en Europa de la casa imperial brasileña, trabaja en Londres en una empresa auditora…y es pariente de S.A.R.D. Sixto Enrique de Borbón.
Con exactitud, es pariente en 18º. Compruébenlo: Rafael < Antonio < Pedro Enrique < Luis Felipe (todos de Orleans -Braganza) < Isabel < Pedro II de Brasil < Pedro I de Brasil y IV en Portugal (todos de Braganza) < Carlota Joaquina < Carlos IV de España < Carlos III < Felipe V (todos de Borbón) > Felipe I de Borbón – Parma > Fernando I > Luis I > Carlos Luis (o Carlos II) > Carlos III > Roberto > Javier > Sixto.
Cuando D. Fernando Polo dictaminó que D. Javier era el sucesor legítimo de D. Alfonso Carlos I, según la ley sucesoria de Felipe V, sólo había 12 grados de parentesco entre ellos, y aún así a muchos les pareció solución muy forzada.
18 grados en línea recta equivalen a medio milenio de historia: son los que van del marido de Letizia hasta los Reyes Católicos. ¡Ahí es nada!
Dicho de otro modo: si toda familia se extendiera hasta el 18ºgrado y en cada generación hubiera habido 2,5 hijos supervivientes y con descendencia de media, serían 14.551.915 los familiares de cada uno, ¿o esto sólo vale para los príncipes?
Pero volvamos a la línea de parentesco que une a ambos príncipes: hay en ella dos saltos por vía femenina –en cursiva– y un historial liberal y hasta anticarlista.
Dª Isabel de Braganza, hija del último emperador reinante de Brasil, casó con Gastón conde de Eu, nieto de aquel Luis Felipe que expulsó de Francia a la rama legítima de Carlos X, y biznieto de aquel «Felipe Igualdad» que votó el regicidio de Luis XVI, lo que no impidió que fuera guillotinado a su vez.
Doña Isabel misma era nieta del hombre que separó el reino de Brasil de la corona portuguesa, rebelándose contra su padre, y que luego expulsó de Portugal en guerra civil al legítimo rey Miguel , su hermano, y con él a D. Carlos María Isidro de Borbón, cabeza de la dinastía carlista.
¡Que dirían el Censor y el Profesor, con su proverbial y connatural superioridad, de un cualquiera con semejantes antecedente familiares!
Pero…es lo mejor que han encontrado que se pliegue a sus deseos, aunque su legitimismo estricto empiece a oler así a concesión al liberalismo.
La respuesta que darán a nuestra objeción es fácil: “pero si lo que cuenta es la legitimidad de ejercicio”. Es decir, el plácet ideológico conferido por ellos dos.
Ahora bien, si D. Sixto tiene algún derecho en la casa real española procede de D. Javier, y, para que recayera en éste, el dictamen de Fernando Polo excluyó los derechos por vía femenina mientras existieran otras ramas agnadas entre los borbones y los de las ramas procedentes de rebeldes contra el rey legítimo si los sucesores de éstos no hubiesen pedido perdón de la rebeldía paterna. Para buscar sucesor a D. Sixto no valdrá, pues, usar otro peso y otra medida.
Pero D. Sixto no puede tener sucesor, porque no posee ni reivindica nada que pueda ser sucedido. Sus mismos jaleantes le titulan Alteza Real y no Majestad Católica.
Así ha sido hasta ahora y así sigue siendo por muchos aspavientos que escriban sobre «el rey legítimo» y la «dinastía legítima». Ni lo ha reclamado ni ha sido proclamado, salvo que haya sido muy en secreto y con fuerte restricción de conciencia.
Regente no ha sido, ni puede nadie decir que lo sea, porque la regencia es una institución que ha de estar regulada por la ley o el testamento del rey anterior. La Regencia de la que fue titular D. Javier de una u otra manera terminó, sea por su proclamación como rey, sea por su muerte. ¿Cómo iba a heredarse? La regencia hereditaria sólo existe en el mundo fantástico de Góndor (allí perduró 969 años¡ qué envidia!).
«Rey de los carlistas» es tan pomposo y vacío como decir «reina de las fiestas» en lugar de «presidenta de los festejos»: terminología caprichosa que afecta sólo a los que se integran voluntariamente en una asociación (y también se apartan).
¿Y Rey legítimo de las Españas, a quien todo hispano debe obediencia en conciencia y no sólo en el fuero externo? Si con ese endeble parentesco, sin intervención de Cortes de los españoles, ni de la generalidad de los carlistas (perpetuos menores ante los Secretarios, que son de sangre superior), a la S.S.S.S. se le ocurre sugerirlo siquiera, las carcajadas y burlas van a ser de super-antología-plus. El fanático infanto-miguelismo se rebajaría definitivamente a ridículo miguelo-infantilismo.
Queda el manido, socorrido y elástico título de «Abanderado de la Tradición». Claro que el abanderado (alférez, enseign, fähnrich) no es más que un oficial subalterno que nombra el capitán para ese cometido específico. El «abanderado» es el mascarón de proa que necesitan unos capitanes y nombran a su conveniencia. Perfectamente podía hacerlo también una convención de carlistas, pero los Secretarios están para que éstos no hablen, ni pregunten, signos maléficos de la funesta manía de pensar sin su totalitaria dirección.
Todo lo que viene es una farsa que ya se había anunciado y desenmascarado y, pese a ello, se empecinan en perpetrar. Se busca la perpetuación de los Secretarios de posición jurídica deliberadamente confusa (doctores en Derecho son, para saber enturbiar a conciencia). Ellos son los que ganan con un Abanderado lejano, que no les coarte en nada, les refrende en todo y les dé «prestigio» como han hecho hasta ahora.
La gravísima cuestión estriba en que
- No hay título en que suceder.
- Se va a conceder a quien no lo había reclamado, ni esperado, ni siquiera imaginar podía que existiera.
- Y se va a hacer en nombre de quien no sabemos si goza ya de facultades mentales para decidir asunto de tal presunta importancia. Las sospechas al efecto no dejan de crecer.
¿No habéis observado como D. Sixto no viene a España ya ni una vez al año? Al aceptar la renuncia de José Miguel Gambra prometió vigilar personalmente de cerca a la Secretaría, lo que ocurre es lo contrario: ésta es la única que le visita y presuntamente informa para ser supervisada. ¿Notáis cómo se vuelven a publicar «por su importancia” manifiestos de hace años con motivo de su aniversario o artículos sobre Ucrania…de 2017? ¿No os entristeció lo pobre, vacilante y cortísima que fue su felicitación de Navidad? ¿Por qué la negativa a recoger la sugerencia de que grabe un mensaje en video y menos aún de una intervención en directo al orbe de Internet?
¡Qué fácil sería desmentir esta acusación exhibiendo al Príncipe hablando espontáneamente! Pero sesudas justificaciones encontrarán, si las trabajan un poquito.
Los secretarios están ante la disyuntiva de que se les acabe su privilegiado puesto de autoridad absoluta, sólo responsable ante Dios, la Historia y la Dinastía Legítima (que ellos mismos eligen), y sólo les cabe tomar la decisión por D. Sixto y decir que éste la ha firmado. La salida hace unos meses de uno de los secretarios, carlista que también sabe escribir libros, pero no es carlista de libros, sino de familia con ejecutoria de acción, ha quedado inexplicada por su caballeroso silencio, pero encajaría perfectamente en que se hubiera negado a llegar a ese extremo de vileza… por el bien de la Causa.
La ‘sucesión’ les urge, porque un secretario es un mandatario cuyo mandato se extingue con la muerte o incapacidad del mandante. Es necesario designar otro «nombrador… de los mismos secretarios. Que no resida en España ni tenga mayor interés por ella, aunque tal cosa se invente luego en su biografía. Si Stalin eliminaba personajes que le disgustaban de fotos y escritos, hoy añadirlos es facilísimo con Photoshop. Y puede aparecer toda una correspondencia electrónica con D. Sixto de solidaridades y parabienes.
Pero la proximidad política y física de D. Javier respecto a D. Alfonso Carlos, que compensaba su lejano parentesco no se puede alegar en este caso a favor de D. Rafael. Ni falta que hace. En cuanto haya príncipe abanderado de recambio, a seguir como hasta ahora:
Todo por la exquisita pureza; tanto, tanto, que nada resta por la doliente patria cotidiana.
¿Por qué esa insistencia en reclutar un príncipe de sangre real para una Secretaría con más secretos que ignorados seguidores de filas?
Creen estar en tiempos de Carlos VII, cuando éste podía declarar a los disidentes ajenos a la disciplina del partido que le pertenecía. Y así, tener fichado un príncipe equivale, en el orden de la apariencia y de la impresión, a ser los verdaderos carlistas, y por ende, a tener razón. Lo cual no se sigue de ningún modo.
Al Censor y al Profesor les satisface poder seguir «haciendo amigos» a diestro y más diestro, desde los quincenales navarros a los nacionalistas argentinos; arponeando siempre ballenas, cachalotes y orcas; descubriendo y descalificando irremisiblemente a insuficientemente puros tras los levemente impuros. El uno, viaja, recibe parabienes y engrosa su autoría con libros colectivos cuyos capítulos escriben otros, con sólo firmar su prólogo. Y el otro descalifica a troche y moche por cualquier minucia, como mecanismo de compensación de que su intransigencia no cupiera en un seminario o de su incapacidad de trabajar para ganarse la vida.
Que la suplantación de testamento político se perpetre depende ya, casi por completo, de los escrúpulos morales que les resten a un reiterado esgrimista del sable (que nunca ha devuelto «encuentro») y a un experto en la restricción mental (para cohonestar por décadas el juramento y el estipendio de un rey ilegítimo con la representación máxima de otro «rey», éste «legítimo»).
Pero como ahora ya no nos van a sorprender, podemos disfrutar y aplaudir la función. Se creerán que lo hacemos porque son magos de gran altura, pero no pasan ya de payasos jugando chapuceramente a prestidigitadores de feria.
¡Y que opiniones como ésta no lleguen a Londres, que a lo mejor se quedan al descubierto, con su falta de rigor y sin mascarón de cabeza turco-brasileña!
Ningún buen auditor se iba a querer acercar a esta S.S.S.S. que no resiste ninguna auditoría jurídica, económica (que no estaría de más), ni del sentido común.
Claro que en ese caso recurrirían a otro familiar –que habrá quien se preste entre 18 o 20 grados– y ése será, casualmente, el Nessie legítimo.
Un carlista rancio: Lucas Tejada de Bobadilla
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