Afirma Juan Manuel de Prada que el cáncer de la vida política actual es el totalitarismo y el relativismo. Da la impresión de que han pasado a la historia, para no volver nunca más, el respeto a la ley natural y a la Ley divina que toda criatura lleva inscrita en su interior cuando viene a este mundo.
Precisamente en la primera lectura de la Misa del 18 de agosto del 2022, Dios, por medio del profeta, decía: «Arrancaré de vosotros vuestro corazón de piedra y os daré un corazón de carne para que guardéis y cumpláis mis mandatos. Vosotros seréis mi pueblo y Yo seré vuestro Dios»
Esta promesa divina se cumple cada vez que una persona es bautizada, porque Dios le limpia del pecado original y derrama en su alma el don del Espíritu Santo.Y se cumple también cuando el bautizado recibe el sacramento de la plenitud del Espíritu Santo que es la Confirmación.
De ahí que la Iglesia llame «Sacramentos de la Iniciación Cristiana» a estos tres y por este orden: Bautismo + Confirmación + Eucaristía, (por ser la Eucaristía el más importante)
Dios se ha comprometido a tope con nosotros, pues no solo nos dió como Redentor a su propio Hijo Jesucristo, sino que ha derramado y derrama constantemente en nosotros el don del Espíritu, que nos capacita para buscar el bien y practicarlo y para rechazar el mal y evitarlo.
El relativismo y el totalitarismo no llevan a nada bueno, porque no buscan el bien integral de cada persona y del conjunto de la sociedad, sino lo que unos cuantos o muchos opinen, sea verdad o mentira, sea bueno o malo, sea conveniente o no, esté de acuerdo o no con la ley moral natural y con la Ley de Dios.
Pues bien, estoy de acuerdo con De Prada en que esas ideologías del relativismo y del totalitarismo, poco a poco, van haciendo mella en nuestra sociedad, no solo en la vida política, sino también en la vida social, económica y hasta religiosa: cada uno puede y hasta tiene el derecho de sentir, pensar y actuar como le dé la gana.
Ya no se mira el bien común, sino el bien de mi partido, de mi Gobierno, de mis votantes, lo que resulta novedoso, atractivo, atrayente, beneficioso para mí aunque sea negativo para los demás, etc, etc.
Podríamos poner muchos ejemplos, algunos de los cuales están a la vista de todos en España y fuera de España: la ley ha dejado de ser ley (lo que es objetivamente bueno para el ser humano y para las sociedades) y se ha convertido en ideología barata, populista, populachera, a fin de que el mundo aplauda porque el mundo «no sabe de estas cosas» y desgraciadamente acepta sin más lo que le viene dictado desde instancias superiores (llámese Gobierno, llámese partido, llámese sindicato, llámese mayoría, etc.)
No hemos aprendido que todo lo aprobado y sancionado por las leyes humanas no es objetivamente bueno, y por tanto, si no es bueno no estamos obligados a obedecerlo, sino más bien todo lo contrario. De ahí que la Iglesia, Esposa de Cristo, siga diciendo no al divorcio, al aborto provocado, a la eutanasia activa, al crimen, al robo, a los fraudes y a los mezquinos intereses, vengan de donde vengan.
Conviene recordar que el padre y príncipe de la mentira es el diablo y que el diablo nunca está quieto, siempre anda rodando buscando a quién devorar. Siguiendo con el símil del cáncer, cuando a alguien le detectan un cáncer o lo que puede ser un cáncer, inmediatamente se le pone en tratamiento para que el cáncer no avance y el paciente pueda sanar y llevar una vida lo más normalizada posible. A veces, incluso se llega a la recuperación total y absoluta, lo cual es motivo para dar gracias a Dios.
Si el cáncer de la política actual es el totalitarismo y el relativismo, hemos de buscar el tratamiento adecuado a estos males, pues a grandes males, grandes remedios.
Por eso no debemos apoyar ni dar el visto bueno a quienes tratan de imponer su relativismo y su totalitarismo en nuestra sociedad.
–¿Dónde queda la libertad del ser humano si todo es relativo, y dónde queda la libertad humana si todo se nos impone como una carga totalitaria a la que no hay más remedio que obedecer, estés o no de acuerdo?
-Si no se respeta la libertad de cada persona, ¿dónde queda la inviolable dignidad del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios?
Hasta el mismo Dios, que nos ha regalado la libertad y nos indica lo que es bueno y lo que es malo, corre el riesgo de que nosotros le desobedezcamos, como ocurre tantas veces. Sin embargo, Dios no cambia ni modifica su Ley, sino que nos invita a que nos convirtamos de todo corazón y practiquemos lo que es grato a sus ojos, puesto que Dios aborrece el pecado, pero ama al pecador y no quiere que nadie se condene, sino que todos se salven.
Tengámoslo bien claro: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres» y «Quien es amigo del mundo se hace enemigo de Dios» Desechemos el relativismo y el totalitarismo y las inícuas ideologías y abracemos la Ley de Dios, que es el amor y nos hace realmente felices.
José Vicente Martínez, pbro.
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