«Ceuta y Melilla y los peñones e islotes suponen una afrenta a la integridad territorial de Marruecos», ha afirmado en Tánger la exministra ‘sociata’ María Antonia Trujillo (la cual, por cierto, está emparejada sentimentalmente con un tal Nordin Fatah, un conocido traductor marroquí).
Junto a esta impresentable, el no menos impresentable expresidente José Luis Rodríguez Zapatero, ahí defendiendo la nueva «hoja de ruta» (puesta en marcha por «Antonio José» Pedro Sánchez sin consultar a la oposición ni tampoco a parte de su propio Gobierno) de nuestras relaciones con el Reino Alauí, basada en respaldar el plan de autonomía de Marruecos con respecto al Sáhara Occidental amén de (a lo que se ve) en «ir contemplando» la entrega de nuestras últimas plazas africanas al sátrapa de Rabat.
De ser así, la felonía se intentará perpetrar -igual que tantas otras veces: véase los acuerdos con los representantes políticos de los asesinos etarras o lo que parece que acabará pasando con el indulto de Griñán- en un proceso lento, gradual, de manera que la cada día más anestesiada población española acabe aceptando la traición. Es un clásico éste el de la Ventana de Overton, desde luego.
En lo que respecta a Ceuta y Melilla, es menester reconocer que las felonías vienen de lejos: de hecho, es sabido que Juan Carlos I conversó en su momento con el senador Ed Muskie, enviado especial del presidente Carter a España, al que le comentó abiertamente que (según consta en un cable oficial enviado a USA por el mismo Muskie) «El gran problema entre España y Marruecos son los dos enclaves españoles. Él (Juan Carlos I) sintió que Melilla se podría ceder a Marruecos en un plazo relativamente corto de tiempo ya porque allí solo vivían 10.000 españoles. El militar español estaría muy infeliz y protestaría, pero duraría solo unos dos meses y él podría controlar la situación. Ceuta sería mucho más difícil porque hay 60.000 españoles y sería imposible dárselo devuelto a Marruecos. Quizá la mejor solución para Ceuta sería la internalización o una situación “en plan Tánger”. En ausencia de una solución, temía la posibilidad de otra ”Marcha verde” que realmente crearía serios problemas». Reconocía que los militares allí destinados se enfadarían, pero esperaba que en un par de meses se les pasara».
Si esto discurría por la cabeza del Jefe del Estado español a título de Rey, lo que no discurrirá por la cabeza de auténticos tiñalpas tipo «Antonio José» o ZP.
Pues bien, si a los politicastros del R78 hay que volvérselo a repetir, se repite: Ceuta y Melilla no son colonias, ni tampoco Canarias, al igual que no lo era el Sáhara Occidental. Son partes formales de España igual que las demás. Aquellos que aquí piensen en ellas como colonias, o defiendan eso en su programa electoral, da igual que sean de derechas o de izquierdas, se están colocando automáticamente en el bando de los enemigos de la nación española. Y a la ira, desprecio y repulsa de los españoles de bien tendrán que atenerse, a la par que a la ignominia de la Historia.
Ricardo Herreras
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