El Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) ha inadmitido el recurso de la Fundación Jérôme Lejeune e Inès (portadora de trisomía 21), contra el Estado francés. La inadmisión, que se realiza por medio de un torpe subterfugio argumental, supone dar la razón al Consejo Superior Audiovisual de Francia.
El asunto comenzó porque la Fundación Jérôme Lejeune realizó un video, en colaboración con otros países, en el que presentaba a personas Síndrome de Down como portadores de la misma dignidad que el resto de personas. En el video personas con este síndrome explicaban como podían hacer las mismas cosas habituales en cualquier otro ser humano, y, sobre todo, como tenían su capacidad de amar intacta. Cómo podían amar, y querer, y abrazar, y besar, y decir te quiero a sus madres, exactamente igual que lo podría hacer cualquier otra persona con su propia madre.
Dicha asociación pretendió emitir el vídeo como anuncio en las televisiones francesas, y fue prohibido con el peregrino argumento de que «probablemente perturbaría la conciencia de las mujeres que habían tomado diferentes opciones legítimas de su vida personal» e insiste en que su difusión no favorece el interés general de los franceses.
Sin embargo, el Tribunal Europeo no ha querido entrar en el fondo del asunto, y se ha limitado a inadmitir el recurso con un argumento falaz: que los recurrentes no podían considerarse víctimas, y por tanto no podían recurrir a los artículos 10 y 14 del Convenio Europeo de Derechos Humanos, que garantizan la libertad de expresión y la prohibición de la discriminación.
¿No es víctima aquel al que no dejan difundir la verdad: que la dignidad del ser humano no se ve nunca afectada por cualquier dolencia o enfermedad o anomalía cromosómica u orgánica que tenga?
Vivimos en un mundo corrompido y espantoso, donde ya se ha superado el perverso relativismo moral, que en apariencia se mostraba indiferente a la hora de juzgar moralmente el comportamiento humano; y ahora nos encontramos ante la imposición moral de la perversidad que quiere avasallar al ser humano e imponernos la antimoral y la perversidad.
Ellos imponen su moral, y nosotros debemos callar. Ellos pueden violentar la conciencia de otros, promocionando aberraciones y perversidades de todo tipo, y nosotros debemos callar.
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Carlos María Pérez- Roldán y Suanzes- Carpegna
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