¿Cómo hemos llegado a la situación actual? Desde luego no es una cosa de años, llevamos en caída libre desde la llegada del liberalismo a España con la invasión napoleónica y los afrancesados, es decir unos 200 años. El problema es que el proceso se ha acelerado y la infiltración del enemigo avanza ahora a mayor velocidad ya que hemos dejado de combatirle en cada trinchera hasta supuestamente parapetarnos en nuestra familia o más bien en nuestra casa, que es la última e imposible propuesta de los liberales conservadores, abandonando la presencia pública y la lucha social para recluirnos en nuestros hogares esperando que la situación mejore por si sola.

Ya no es que los hijos de la oscuridad sean más astutos que los hijos de la luz sino que además son más perseverantes y la perseverancia lo es todo. Tenemos un claro ejemplo en la infiltración masónica y marxista en la Iglesia Católica. Les ha costado más de 100 años pero al final han llegado adonde querían, a las más altas jerarquías del funcionariado eclesiástico. Desde el principio asumieron que no verían sus deseos cumplidos en vida y pese a no creer en el más allá no dejaron de perseverar en su sibilino propósito a pesar de ser una minoría y de estar en un ambiente eclesial en principio totalmente hostil para ellos. Sin embargo en cuanto los modernistas y masones tomaron el control, en pocos años casi todos los católicos tanto sacerdotes como religiosos y sobre todo los laicos se rindieron con armas y bagajes sin presentar batalla alguna en parroquias, colegios y seminarios , abandonando la trinchera que les correspondía y vaciando iglesias, seminarios y apostatando de su fe. De no haber sido así y siendo aún una mayoría en las bases de la Iglesia , el enemigo no hubiera podido llevar a cabo su propósito. Debimos haber hecho frente a curas progres e infiltrados laicos pero en vez de eso les cedimos un terreno que nos era propio y en lugar de hacer frente a liturgias modernistas y a prédicas marxistas nos quedamos de brazos cruzados primero para dejar la Iglesia después.

Otro tanto puede decirse de asociaciones de vecinos o asociaciones de padres tanto en colegios públicos como concertados. Es la muestra de cómo quien mueve la historia son las minorías fuertemente movilizadas aunque digan las mayores aberraciones o estupideces. En vez de callarles y afearles su conducta al final estamos siendo nosotros los que guardamos silencio y nos autocensuramos en cualquier acto social por miedo al qué dirán cuando la realidad es que somos más que ellos y probablemente la mayoría pensemos lo mismo sobre los temas que sufren censura y cancelación.

Nuestros antepasados pelearon contra este mismo enemigo en varias guerras desde el siglo XIX, entre las que podemos citar la guerra realista de 1820-1823, la primera guerra carlista de 1833 a 1840, la segunda guerra carlista de 1846 a 1849, la tercera guerra carlista de 1872 a 1876 y la cruzada de liberación de 1936 a 1939. Entre cada una de esas guerras fuimos una clara mayoría social y mantuvimos la llama de la contrarrevolución ante unas élites degeneradas y corruptas totalmente infiltradas de masonería  liberal primero y de marxismo y posmodernismo después. Nuestros ancestros tuvieron que defender trincheras físicas reales en conflictos militares, donde se jugaban la vida y así lo hicieron frente a un enemigo con más medios militares y económicos.  Tras la Cruzada de 1936 a nosotros solo se nos pedía no perder lo conseguido e intentar mejorar el legado y en cambio hemos desertado de nuestras trincheras en el campo social que tan duramente ganaron otros en los campos de batalla.  

Ahora ya difícilmente podemos caer más bajo y hemos dejado a nuestros hijos desamparados. Algunos piensan que los llevan a un colegio concertado y así creen tenerlo todo resuelto, cuando la realidad es que esos colegios no son ni la sombra de lo que fueron y ni el director ni el profesorado son religiosos, no hay sacerdote ni actividad religiosa alguna e imparten el mismo temario que los públicos por obligación legal. Otros aún quieren retroceder más y dicen que en su casa mandan ellos e ingenuamente creen que en sus pocas horas libres van a poder hacer frente al adoctrinamiento de colegios y al ambiente social en el que sus hijos se van a mover fuera de casa. Incluso sin saberlo o por dejadez tienen al enemigo en casa dejando que adoctrinen a sus hijos ante sus narices mediante el televisor con series y películas o canales como Netflix, Amazon Prime o Disney LGTBIQ+ mientras que en cambio sus hijos han perdido sus referencias religiosas, por mucho que algunos pocos vayan a catequesis, al no ver en su casa práctica religiosa alguna. Creen que a ellos no les va a pasar pero mientras están en casa despreocupados de todo algún hijo se les presentará en casa con situaciones que creían impensables: una hija para abortar, un hijo que se cree de género no binario o bisexual, una hija que dice que es chico  y quiere hormonarse, una chica que se convierte al islam y se casa con un moro, etc.

Difícil solución tiene nuestra dejadez y desde luego lo peor es la creencia de que esto se arreglara mágicamente por sí solo, que el enemigo se cansará, o peor aún que sin esfuerzo alguno lo arreglaremos votando cada cuatro años. Fijémonos en lo que logró el enemigo cuando era una ínfima minoría y en cómo estamos ahora arrinconados. La ventana de overton se ha movido tanto que ya  no podemos pasarla al otro extremo de repente desde posiciones maximalistas sino haciendo un trabajo de zapa gradual entre nuestros paisanos, una mayoría de los cuales ha perdido la conexión con el Bien, la Verdad y la Justicia. ¡Despertemos! La única solución es oponernos al enemigo y hacer lo contrario de lo que este quiere. Volvamos a la Iglesia con nuestros hijos, tengamos mayor o menor Fe, demos la batalla en las asociaciones de vecinos, sindicales o de padres de alumnos. Demos la batalla en las parroquias si el párroco o el obispo son masones o están infestados de posmodernismo. Hay infinidad de maneras de hacer resistencia activa o pasiva. No permitamos abusos litúrgicos. Hagamos que tengan que tenernos en cuenta, que se avergüences ellos de lo que hacen y lo que son, y no que lo hagamos nosotros sin causa alguna. Seamos valientes, de momento no se nos está pidiendo arriesgar la vida como a nuestros mayores se les pidió. ¡No desertemos de la trinchera en la que Dios nos ha situado!

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