Si hay algo que dejó claro el resultado del plebiscito fue que los chilenos no queremos un proyecto que nos divida en distintas naciones; que limite nuestra libertad de emprender y que amenace de muerte a los que están por nacer.
En un sistema democrático, una consulta a la nación equivale a estar dispuesto a oír una lección y a cumplir lo que ella indica.
La lección fue clara: No queremos lo que nos propone la convención, ni la inseguridad en que vivimos.
En consecuencia, lo que esa lección impone es cambiar de rumbo. En pocas palabras: unidad nacional, seguridad y estabilidad para crecer.
Sin embargo, es precisamente lo que los promotores del Acuerdo, en todas sus versiones, no han querido aceptar. Para ellos, quienes votaron Rechazo, no pasarían de ser “fachos pobres”, “ignorantes” que no entendieron la propuesta, o “arribistas” que creen que sus “poblas” son condominios.
El Presidente Boric y su nueva Ministra Tohá consideran que existen dos mandatos populares con los cuales hay que cumplir. El primero serían las reformas de estructuras propuestas por su Gobierno. El segundo, el resultado del plebiscito.
Ambos parecen olvidar que, entre una elección y otra, existe un enorme cambio de sentir popular, pues lo que indica la elección presidencial es lo opuesto a lo que señala el resultado del plebiscito.
Más aún, el hecho de haberse abanderado de modo tan escandaloso a favor del Apruebo por parte del Gobierno, y en especial por parte de su Presidente, terminó jugando como un boomerang para él. Fue la realización de dos plebiscitos en uno: el rechazo a la Convención y a su principal promotor.
Como “guinda en la torta”, inmediatamente después del 4 de septiembre, los elementos violentistas y anarquista retomaron sus acciones delictuales y aumentó significativamente la inseguridad, que ya no respeta ni la sangre del propio Presidente, poniendo en riesgo de vida incluso de su hermano periodista.
El problema es que, si no se aprenden las lecciones del plebiscito, ignorarlas traerá pesadas consecuencias.
La primera de ellas ya está a la vista. El Gobierno quedó entre dos fuegos. El de la anarquía que lo obliga a “avanzar sin transar” y el 62% de los chilenos que le indican que “así no”.
El resultado es que si el Gobierno continúa queriendo “servir a dos Señores” -los cambios propuestos por su programa y los convencionales y, por otro lado, la seguridad y paz deseada por el resto de los chilenos- perderá el apoyo de unos y otros, y terminará recibiendo las molotov de los violentistas en su propia casa, o sea en la Moneda.
Y cuando eso pase, él no encontrará respaldo en ningún campo.
Es lo que ocurre cuando no se aprenden las lecciones.
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