Constantino A.

Transcurrido el tiempo necesario para poder entender en su conjunto el por qué de la “operación especial” de Rusia sobre Ucrania, empleando los términos rusos; ya parece que los objetivos que se pretendían se van mostrando con más claridad.

Desde que comenzó la invasión por parte de tropas rusas, pero también de mercenarios al servicio del Kremlin, hace exactamente 206 días en el día que se está escribiendo este artículo, las desinformaciones y el arma propagandística, común en cualquier guerra, no han cesado de funcionar.

Si visualizamos el mapa del conflicto, podemos observar desde hace unas semanas que la zona Este del país que Rusia pretendía controlar uniendo a las regiones de Lugansk y Donetsk, que votaron en su momento con más de un 90% a favor de la separación de Ucrania, con Crimea, está bajo el control ruso. Y esto es lo que se pretendía desde el principio y esto es lo que han conseguido con el objeto de negociar, bajo las políticas de los hechos consumados, con el gobierno de Ucrania.

Nos podríamos plantear analizar o emitir opiniones acerca de la conveniencia, legalidad o necesidad de una invasión, tal cual la ha ejecutado Rusia, pero eso nos llevaría a tener que dedicar muchas páginas que explicaran los antecedentes históricos, las posturas políticas de los sucesivos gobiernos ucranianos, las injerencias de poderes externos en el país, y una larga lista de factores que ayudarían a entender, bajo la óptica rusa, el porqué de la invasión.

La pregunta que cualquiera puede hacerse, en este momento, sobre todo, es la de ¿cómo es posible que no se haya alcanzado ningún acuerdo tras ninguna negociación? Pues en la pregunta está una de las claves de todo.

La maquinaria propagandística occidental, de cuño anglosajón, encauzada a través de la OTAN y la UE, ha insistido en mostrar el conflicto en términos de la pasada guerra fría; con un bloque de democracias liberales, amantes de la paz y de los derechos humanos, contra otro formado por China y su hermano menor Rusia, que sueña con imponer su dictadura mundial, con un transfondo comunista, sobre el anterior. 

Y este pensamiento simple, como simples deben ser los esquemas que se ofrecen al público en general para ser fácilmente asimilados, está en la base de toda la actuación de sus gobiernos, ayudados por una opinión pública desinformada por los medios masivos de “información”, que como mantras repiten día a día las consignas que nunca fallan: invasión, matanzas, genocidio, fosas comunes, heroicidad ucraniana, contraataques resolutivos contra Rusia, disidencia interna rusa…y un largo etcétera que dejan tranquilos a los ciudadanos con esta explicación de una lucha entre los “buenos” y los “malos”.

Es evidente que cualquier persona de bien está en contra de que nadie pueda matar a otro disponiendo así de su vida, algo que le corresponde solamente a Dios; y es más evidente de que casi nadie desea el estallido de una guerra…casi nadie. Aquí está una de las claves, pues periódicamente y más con determinados gobiernos useños, los conflictos militares nacen, crecen y se reproducen; primero, para ir remodelando los mapas geopolíticos en el mundo y segundo, para mantener a una importantísima industria armamentística.

No seremos tan ingenuos en pensar que en el lado de los “malos” las cosas suceden de forma limpia y transparente, en sistemas poco o nada democráticos y en los que no se respetan los derechos humanos, pero ¿acaso la población ya ha olvidado hacia dónde nos estaban llevando los gobiernos de los “buenos” bajo la excusa de la “pandemia” por el COVID -19? ¿hay que recordar que pretendían encarcelar y privar de derechos y libertades a los que no se habían vacunado?

Y es que la Agenda 2030, los objetivos del Foro de Davos, las políticas mundialistas de la ONU a través de lo anterior, de la Carta de la Tierra y la Ética Planetaria, han sufrido un “parón” en la que parecía su inexorable aplicación a consecuencia de la guerra de Ucrania. Y esto es lo que hay que tener en cuenta para entenderlo todo.

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Nos estaban acostumbrando a la asimilación, sí o sí, de los valores y patrones de comportamiento impuestos por las élites globalistas y sus tentáculos de poder; nos estaban acostumbrando a  ver cómo, por nuestro bien, debíamos vacunarnos una y otra vez; nos estaban acostumbrando a asimilar que debíamos vivir sin apenas propiedades ni libertades por “el bien del planeta”; nos estaban acostumbrando a pensar que las religiones, y sobre todo la cristiana, son un “montaje” de los occidentales para subyugar a los pueblos que fueron colonizados, y que todas, como afirma Franciso, tiene el mismo valor y están en el mismo plano; en fin, nos estaban llevando a todos hacia un mundo feliz orweliano, hasta que surgió la guerra de Ucrania, antecedente de la posible en Taiwan.

Son dos modelos de poder global enfrentados: el que estábamos padeciendo y el que los otros proponen; ninguno de los dos llega a la nota de aprobado en el respeto al verdadero sentido de la vida y de la sociedad, ninguno de los dos pone al hombre en su condición espiritual, pero lo que no debemos olvidar nunca es el gran negocio que existe tras todo esto y el deseo de imponer una forma de vivir antinatura, robotizada, sin conciencia de tradiciones ni de identidades, en definitiva, el triunfo de lo  material y del materialismo sobre el verdadero Hombre. 

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