La casualidad puede ser ilustrativa. Casualmente me topé hace poco con unas tertulias de “El País”, con grandes expertos, importantes cargos, responsables diversos, gerentes de salud y periodistas que manipulan la información.
El cuadro es colorista, a falta de ideas. Con temas muy en “cartelera”, preocupantes, pero desenfocados.
Títulos: “Dar voz al silencio”; llamativo y misterioso. “Retos frente a depresión y suicidio”. “Señales de alarma entre los más jóvenes”; o sea ¿los bebés, que son los más jóvenes? Noooooo…, se trata de los más jóvenes entre los jóvenes; o sea, bueno, esos.
Y la tertulia se convierte en un sorteo de geniales frases, solemnes; que, si no fuera por lo serio y dramático de fondo de la cuestión, uno pensaría que estos engolados tertulianos estaban de coña. Pero es que se hablaba del enorme incremento de suicidios entre jóvenes y adolescentes; claro que, además, se dejan de lado el aún mayor incremento entre adultos.
Alguien se inaugura diciendo “hay que tener en cuenta el género y llegar a los jóvenes”. – Me lo repita, por favor. Es que se me saltó la risa y comencé a cerrar; pero, fuese por discreción o por aprender delincuencia, me contuve y seguí al loro.
“Ser capaces de llegar a mujeres y a jóvenes, dos colectivos vulnerables y desatendidos”. ¿No debería ir a la escuela primaria este tertuliano? Bueno, por desgracia le replicó un sesudo: “Nos puede pasar a cualquiera” ¿…?
Pues no señor, no nos puede pasar a cualquiera; y vd. altísimo cargo en Salud Mental debiera saber que no es como ir por la calle y que te caiga una teja, eso sí nos puede pasar a cualquiera. Lo de suicidarse no les pasa a las personas equilibradas, educadas, con valores sólidamente vividos, con criterios de valor, responsabilidad y trascendencia. Tampoco les pasa a jóvenes o adolescentes con su YO bien cimentado en humanidad y creencias valiosas. No les pasa a mujeres ni a jóvenes que han sido educados en su infancia con bases firmes, bien asentadas en su valor personal, con autoconfianza, con sentido del deber, con respeto por los derechos y con libertad para trascender; y eso, aunque estén encuadradas por otros en colectivos vulnerables.
Otro pope declara: ”Hemos creado una sociedad poco acostumbrada a la frustración”. Vale, le concederemos una media razón porque el sistema deseducativo fomenta rebaños que aspiran solo al bienestar consumista. La otra media no razón se encuentra en las familias que educan personas-ciudadanos que son libres en su ser y en su actuar, que conocen, manejan y superan las frustraciones porque les han habituado a ello desde la infancia. Son los mismos que no encajan en el “nos puede pasar a cualquiera”. Son esos a los que la depresión y el suicidio no les alcanza porque corren más, se han situado en otro plano vivencial desde su educación infantil.
Los tertulianos siguen soltando pobres razones, más bien disculpas, balones fuera, cierto despiste, alguna ignorancia y toman los efectos como causas.
¿Ejemplos? Algunos: “ideas claras sobre los estereotipos de red” …? “Los adolescentes buscan la aceptación del grupo en las redes”, “el bullying y el ciberbullying”, “falta una asignatura sobre inteligencia emocional”; ¿No será que falta la básica educación emocional? lo de asignatura es de risa. La inteligencia emocional está en la persona formada con bases que incluyen tanto la inteligencia física como la emocional, la social y la cognitiva, no son separables y sí básicas y fundamentales en la etapa educativa esencial (0-6 años); con ello no necesitarán las redes para todo, ni asignatura. Mencionan a una cantante con muchos seguidores: “Te da la sensación de que las redes sociales son tu única realidad, pero es mentira”; les va llegando la sensatez.
Siguen divagando y siempre alejados de soluciones posibles, ¿CÓMO se aborda el tema, CÓMO se previene? Algunos apuntan al viento, ninguno a la diana; hay que mojarse y eso puede ser peligroso para el cargo. Mejor soltar vulgaridades. “La prevención es tan compleja como las causas del mal”; ¡no señor! “Evitar que la bola de trastornos se haga más y más grande”; ¿Cómo? ¿Qué bola, la suya? “Problemas complejos que requieren de una gestión muy poliédrica”; ¡Claro! Póngalo difícil, así se esquiva el tema. Y el farmacéutico apunta al abordaje biológico, o sea, pastillitis para el negocio. “Un plan nacional de prevención del suicidio adolescente”; ¡Olé, un chiringuito más!
Finalmente llega el periodista sabedor y resume todo en una solemne sentencia que, por sí sola, solucionaría todos los males de la tierra por los siglos de los siglos: “Normalizar la enfermedad mental como primer paso para tratarla y prevenirla”; ¡He dicho! Este genio nos sacaría de todos los males simplemente normalizándolos; pero el tertuliano metido en la Alianza Europea contra la Depresión nos aporta el gran remedio que esa Alianza ha encontrado: “los peluqueros son las personas de referencia más importantes a la hora de evitar un suicidio”. ¡Pues ya está! Si estáis deprimidos o vuestro adolescente lo está, correr al peluquero, que te corte el pelo con gracejo para que no te suicides.
La educación con base y buenos fundamentos, con formación humana y espiritual, con valores y criterio, con un YO equilibrado y fortalecido por la vida y sus experiencias, el ejemplo y sensatez de los padres y educadores del niño en edades clave, y unos lazos afectivo emocionales con las personas de referencia. Eso es prevención total. Eso es normalizar la normalidad. Esa es la gestión poliédrica que soluciona el tema. Esa es la bola y las pastillas. Pero eso políticamente es desconocido y socialmente está, algo así como mal visto y, por supuesto, descartado. Solo algunas familias ¿anticuadas?, no progres por supuesto, se entregan a ello, lo viven, lo transmiten y educan.
Los cimientos se ponen en la infancia, pero no en la escuela, a la que deben llegar ya armados con un YO bien fundamentado durante 6-7 años de EDUCACIÓN humana, social y trascendente.
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