Sin temor a la exageración o la hipérbole, cabría calificar de HISTÓRICO el discurso (propio de un estadista antes que de un politiquero, pleno además de referencias religioso-escatológicas: «Cristo dijo «por sus hechos los conoceréis». Estos hechos ya son evidentes no sólo para Rusia sino para todo el mundo») de Vladimir Putin de este pasado viernes 30 de septiembre de 2022
Un discurso en el que ha manifestado su intención de que definitivamente queden atrás los tiempos soviéticos («La actual Rusia ya no necesita a la URSS»; si bien es cierto que ha faltado una condena expresa de los innumerables crímenes soviéticos, gran parte de los cuales fueron cometidos contra el pueblo ruso), ha acusado a los prebostes occidentales de destruir de manera sistemática la soberanía de terceros países («Occidente quiere saquear otros países y verlos como una multitud de esclavos»), ha denunciado las mentiras de la OTAN («Las promesas de la OTAN de no extenderse hacia el Este fueron un engaño») y sus actos terroristas («Las sanciones no son suficientes para los anglosajones, han pasado a un sabotaje increíble, pero esto es un hecho, habiendo organizado explosiones en los gasoductos internacionales de Nord Stream»), ha repasado algunos de los más horrendos crímenes del pasado anglosajón («Americanos e ingleses convirtieron en ruinas sin ninguna necesidad bélica a Dresde, Colonia y otras ciudades alemanas»), ha señalado directamente a los responsables de la inmigración descontrolada que asola Europa («Occidente con sus guerras provoca crisis migratorias en las que millones de personas quieren marchar a Europa […] Las élites americanas usan la tragedia de estos inmigrantes para destruir estados nacionales de Europa como Francia, Italia o España países con historias milenarias»), ha puesto en el disparadero a nuestros gobernantes («Washington exige nuevas sanciones contra Rusia y los líderes de Europa se someten sabiendo que estas sanciones llevan a la desindustrialización de Europa pero prefieren servir a intereses ajenos. Se trata de una traición directa a los pueblos de Europa […] Están destruyendo toda la infraestructura energética europea, lo que solo beneficia al que perpetra esos ataques […] Los dirigentes europeos le dicen a sus ciudadanos que coman menos, que no calienten sus viviendas, que se abriguen mas y a los que pregunten por qué deben hacer eso les llaman extremistas»), ha abominado de la ideología de género («Quiero llamar a todos los ciudadanos de nuestro país, ¿queremos que en este país, en vez de madre y padre, se hable de progenitor 1 y 2 y se defienda que hay un tercer sexo? ¡Están locos! ¿Quieren que en nuestras escuelas, desde el primer año, se les hable a los niños de relaciones sexuales y que les impongan valores que llevan a la destrucción universal y que les ofrezcan operaciones para cambiar de sexo? Para nosotros esto es intolerable […] Debemos proteger a nuestros niños y a nuestros nietos de los terribles experimentos que pretenden destruir su alma») y ha apostado por el fin de la unipolaridad («El mundo se está transformando, mucha gente cree que un modelo multipolar es el modelo que permite mejor conservar su soberanía y su perspectiva histórica»).
Ante las principales autoridades civiles, militares y religiosas del gigantesco país eslavo reunidas en el Gran Salón de San Jorge del Kremlin, Putin ha tenido el coraje de denunciar (alto y claro, sin ambajes, por ña línea de enmedio) la perversidad de las élites globalistas a la par que su proyecto de colonialismo cultural vía Agenda 2030, un auténtico «desafío a todo el mundo, incluidos los propios países occidentales, una destrucción de la fe que lleva al satanismo».
Así las cosas, las palabras de Putin -hoy respaldado por la inmensa mayoría de sus conciudadanos amén que liberado de «revoluciones de colores» y boicots de oligarcas vendidos a intereses foráneos- constituyen toda una declaración de principios contra este Occidente postmoderno corroido por el relativismo liberal, casi un manifiesto tradicional, incluso el principio de una voluntad de encabezar a nivel planetario la tan necesaria «revolución conservadora» basada en la Patria, la Moral y la Tradición.
¿Y nuestra Europa? Europa -ésa que Samuel Huntington incluye en la civilización occidental- tendrá que elegir su destino en un mundo que se avecina multipolar respondiendo a una cuestión crucial: o nos quedamos para los restos como apéndice amorfo/genuflexo de la anglosfera y Sión o empezamos ya a trabajar para algún día convertirnos en sujeto político diferenciado. Si se opta por lo primero, el fin está a la vuelta de la esquina; si por lo segundo, entonces aún estaríamos a tiempo de salvar los muebles de una civilización milenaria como es la europea, abriéndose además una ventana de oportunidad para el ÁREA patriota.
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