(Una entrevista de Javier Navascués) –
Entrevistamos al escritor José Antonio Bielsa Arbiol, que analiza las claves de su último libro Libros proscritos: Lecturas alternativas frente a la reescritura de la Historia publicado en la editorial SND. Un trabajo muy necesario para dar a conocer aquellos libros vetados por el Sistema.
¿Por qué era necesaria obra sobre los libros proscritos?
En los últimos veinte años estamos asistiendo a un acelerado proceso de reescritura de nuestra reciente historia patria, especialmente en todo cuanto afecta a la denominada “Guerra Civil” y a la Era de Franco. Los voceros del híper-subvencionado AGITPROP izquierdista, con su legión de “historiadores normativizados” y demás plumíferos bien pagados, están produciendo toneladas de libros, revistas y artículos tan tendenciosos como falsarios: la mentira sistémica y la aberrante tergiversación de los hechos históricos reina como nunca antes se había visto; tan sólo unos pocos historiadores serios, como don Pío Moa, refutan con sus obras esta tendencia. En este escenario indeseable, la mente humana es fácil de domesticar, tanto más cuanto en la mayoría de las cabezas de nuestros coetáneos desapareció toda sombra de juicio crítico, embotadas como están las mentes de tanta desinformación y propaganda maniquea. Ante esta horrenda coyuntura, la pertinencia de este libro a contracorriente está más que justificada.
¿Cuáles son los motivos por los que el Sistema, que en teoría alardea de libertad de expresión, censura con descaro estos trabajos?
Hay varios tipos de censura, a cual más resultona, pero sin duda la más efectiva de todas ellas es la censura del silencio, la cual lleva aparejadas diferentes mecánicas de actuación, desde la mera omisión hasta el ninguneo absoluto. Pongamos por caso que si un libro va a resultar beneficioso para los impronunciables intereses del Sistema, no tendremos dudas al respecto de que lo veremos “hasta en la sopa”, lo cual facilitará su adquisición por la incauta víctima potencial. Así trabaja la llamada industria cultural, dirigiendo y adocenando el gusto de los más. Pero si esa obra no resulta de interés para las estructuras de poder sinárquicas, globalistas y anticristianas que dirigen Occidente, el ocultamiento de la misma será descarado: en caso de que la censura no sea directa, bien mediante la prohibición (como ocurre todavía con algunos libros específicos), la censura implícita del silencio hará el resto.
¿Por qué abarca del período de la II República hasta la Transición?
Quería acotar una franja temporal explícita y significativa, de casi medio siglo de nuestra historia reciente. Los libros estudiados recuperados fueron publicados entre los años 1935 y 1980. Es decir, de la publicación del último libro contemplado han pasado ya más de cuarenta años, tiempo suficiente para olvidar y borrar del horizonte bibliográfico cualquier trabajo que ponga negro sobre blanco asuntos contrarios a los intereses del “Sistema” (llamaremos así en este caso al agónico y corrupto Régimen del 78). Considero de extrema importancia conocer bien la literatura “de primera mano” de este período, pues nos dará una idea bastante exacta de cuanto ocurrió realmente entonces. No hace falta decir que los petulantes plumíferos progresistas de turno desacreditarán este planteamiento, pues ya sabemos que el papel escrito lo soporta todo, incluso las más groseras manipulaciones, por muy virtuoso y perfeccionado que se muestre su aparato metodológico, ese pretendido “legalismo académico” del que tanto pseudo historiador gubernamental se jacta.
Se trata por lo tanto de un trabajo de investigación muy grande, a veces árido e ingrato…
Así es, un trabajo de investigación ingrato y árido, realizado sin subvenciones ni apoyos institucionales (de los que presumen tantos trabajos “autorizados”), pero más que justificado y, a la postre, redimido por una pasión bibliófila que me ha llevado a redescubrir auténticas rarezas “proscritas”. He de confesarle que más del 90 % del tiempo de trabajo dedicado a este libro lo centré en la lectura de las fuentes, y ese cometido propiamente empezó hará una década. En cuanto al tiempo de escritura del libro, éste ha sido comparativamente mínimo, de un año escaso. Y luego ha estado el proceso de criba: del casi medio millar de libros que he manejado, tenía que hacer una selección representativa, para lo cual procuré combinar obras no muy conocidas con absolutas rarezas ignotas. Sin duda este trabajo habría gustado a un gran amigo de los libros como fue don Marcelino Menéndez Pelayo.
¿Qué haría falta para que algunos de esos libros pudiesen ser reeditados hoy en día?
Ante todo, una financiación acorde a la envergadura del proyecto, que requeriría de un grupo de estudiosos remunerados y entregados a la empresa. Obviamente este tipo de iniciativas salen adelante si los trabajos a investigar son obra de autores “rojos”, anti-franquistas o descaradamente frente-populistas, para los cuales siempre hay jugosos emolumentos pagados por el sufrido y expoliado contribuyente.
¿Se podría decir que en cierta manera estaba más justificado prohibir libros durante el franquismo, pues estos eran en muchos casos disolventes y atentaban contra el orden, la patria, etc.?
Posiblemente sí lo estuviera, pero el caso es que durante el franquismo la censura real fue mínima, y fórmulas de compromiso tales como la licencia eclesiástica estaban más que justificadas, en pro de los intereses del lector común: tras pasar el nihil obstat de determinado censor (de ordinario alguna autoridad intelectual competente), se asignaba el imprimátur de rigor (de mano del prelado autorizado), y el libro entraba en circulación. ¿Qué se lograba con este sistema? Ante todo y bajo el amparo de la Iglesia, prevenir la heterodoxia y el error doctrinal, y sobre todo, preservar la salud social de las mercancías tóxicas, interiores o foráneas, que siempre han proliferado como plaga de langosta. Esto no era nada nuevo, pues el canónico Index tuvo su eco docente en trabajos tan interesantes como el llevado a cabo por el P. Pablo Ladrón de Guevara (fallecido en 1935), ávido lector de novelas y autor de una interesante guía de lectura titulada Novelistas Malos y Buenos, que conocería muchísimas ediciones; todavía hoy se lee con provecho, pese a la superficialidad de algunas valoraciones, como la que hace de Léon Bloy.
¿Cuáles han sido a su juicio los libros proscritos más importantes, que hubiesen sido una gran referencia?
Como explico en mi introducción al exponer los criterios de selección escogidos, diré que los libros proscritos contemplados son todos los que están, aunque obviamente no puedan estar todos los que son: desde luego que los títulos de libros recuperables se computarían por millares, pero como la lectura es larga y la vida breve, hemos tenido que someter nuestra selección a gran criba, dejando fuera muchas obras que merecerían figurar: esta empresa casi infinita requerirá del trabajo de las futuras generaciones de bibliófilos y estudiosos coaligados por la causa de la “verdad histórica”. Esperemos que así sea.
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