Desde hace ya varias décadas, el nombre de Dios fue desterrado de la plaza pública de prácticamente todas las naciones occidentales. Arrinconando la fe a la esfera privada, la mayoría de las almas creyentes nos fuimos tornando tibias e indiferentes. Y si en la época medieval se marcaba en los mapas «hic sunt dracones” (aquí hay dragones) a fin de prevenir a los navegantes de los muchos peligros que podrían esconderse en las zonas desconocidas hasta entonces, actualmente no es necesario salir de casa para enfrentar los muchos peligros y tentaciones con los que el dragón infernal, busca nublar nuestro intelecto y envilecer nuestra voluntad a fin de entregarnos a la mentira, a la impiedad, a la impureza y a toda clase de vicios.
Y es que desafortunadamente, la que fuese la civilización cristiana ha sofocado la luz recibida de la revelación para adorar, cual Narciso, la imagen de un hombre que no conoce más ley que su voluntad; la cual, además, en un acto de soberbia sin precedentes, se ha atrevido a elevar a ley silenciando de esa manera la voz baja y timorata de una ya muy deformada conciencia. Además, muchos de nosotros, en lugar de cuidar que nuestras lámparas estuviesen siempre llenas de aceite a fin de alumbrar la más tétrica oscuridad, dejamos por distracción y cobardía, que la luz de nuestra lámpara se extinguiese lentamente.
Sin embargo, a pesar de la terrible oscuridad que con nuestro silencio, ambigüedad y falsa tolerancia hemos contribuido a crear, quienes estamos llamados a ser la luz del mundo; actualmente se puede observar el brillante destello de un pequeño remanente fiel a Cristo y al magisterio perenne de Su iglesia que alumbra el estrecho, pero glorioso camino que todavía podemos retomar. Ese remanente de pocos, pero fieles, fervorosos y valientes soldados sabe bien, que en el combate espiritual no luchar, significa capitular.
Ese pequeño ejército, a través de peregrinaciones, procesiones y rosarios está llevando la fe que alguna vez alumbró occidente, nuevamente a la plaza pública de la que nunca se debió desterrar el nombre de Cristo y de Su iglesia. Y este mes de octubre, mes dedicado al Santo Rosario, han aprovechado para organizar el primer rosario de hombres a nivel mundial que tendrá lugar el sábado 8 de octubre. Ese día, un puñado de hombres, cual valientes soldados, empuñaran su arma con valor y devoción contra la tiranía del demonio. Y erguidos ante el enemigo se arrodillarán públicamente ante Dios bajo el mando y el manto de la siempre Virgen María, Quien, levantándose como la aurora, hermosa cual la luna, resplandeciente como el sol y temible como un ejército que marcha hacia a la guerra, guía y protege a sus hijos en la batalla. Porque el rosario, arma otorgada por la Virgen contra las fuerzas de las tinieblas, hace temblar y huir a los demonios, salva almas y conquista el cielo.
Desde su origen, el rezo del santo rosario ha demostrado su poder para ganar batallas. La primera victoria debida a esta devoción se obtuvo poco después de que Santo Domingo de Guzmán, por inspiración de la Santísima Virgen, lo enseñara y propagara a principios del siglo XIII. Gracias a la difusión del salterio mariano, la secta de los albigenses fue derrotada lográndose, además, la conversión de miles de herejes.
La victoria más famosa obtenida gracias al rezo del santo rosario es la célebre batalla de Lepanto, de la cual Miguel de Cervantes (también conocido como el Manco de Lepanto por haber perdido la movilidad de su mano izquierda en tan importante batalla) la definiría como: “la más memorable y alta ocasión que vieron los siglos pasados, los presentes, ni esperan ver los venideros”. En dicha batalla la Liga Católica libró una decisiva batalla contra las fuerzas del Imperio Otomano que buscaba el dominio del mediterráneo occidental. Las fuerzas cristianas eran sobrepasadas en número y poder por las fuerzas musulmanas por lo que, durante la preparación de la batalla el Papa Pio V promovió el rezo del rosario en toda la cristiandad. El 7 de octubre de 1571 el Papa tuvo una revelación en el mismo momento en el que las fuerzas cristianas, al mando de Don Juan de Austria, vencían a las fuerzas musulmanas gracias a la particular protección de la Santísima Virgen, por lo que dedicó el 7 de octubre a Nuestra Señora de la Victoria.
Otra importante victoria obtenida gracias a esta devoción fue la batalla de Kahlenberg en 1683, también conocida como el segundo asedio de Viena. Los turcos habían invadido las tierras cristianas desde el Este y después de tomar varios territorios, sitiaron Viena. Ante tal amenaza el emperador Leopoldo I depositó su confianza en la Santísima Virgen. La lucha era encarnizada y todo parecía perdido. Sin embargo, el rey de Polonia, Jan Sobieski, pudo llegar con sus refuerzos logrando la derrota del turco. Sobieski envió una carta al Papa Inocencio XI en la cual emulando la famosa frase de Julio César; Veni, vidi, vici empezaba, ‘Veni, vidi, Deus vincit‘ (Vine, vi, Dios venció) dando testimonio con ello de que a Dios y a María Santísima se debía tan improbable victoria.
En el asedio de los turcos en Temesvar en 1716, el Papa Clemente XI atribuyó la victoria de los cristianos, dirigidos por el Príncipe Eugenio de Saboya, a la especial ayuda de la Santísima Virgen. En acción de gracias, mandó que la fiesta del santo rosario fuese celebrada por la iglesia universal, para agradecer a la Santísima Virgen los favores recibidos por Su poderosa protección y ayuda.
Estas victorias y otras menos conocidas dan testimonio de que, como dijo el Papa León XIII; “tenemos en el rezo del Santo Rosario los auxilios que necesitamos”.
Octubre es el mes del rosario, además, el 13 de octubre es el día del aniversario del milagro que más personas han tenido la fortuna de presenciar, cuando en 1917 al menos 70.000 personas que se habían reunido en Cova da Iria en Fátima, Portugal, presenciaron el famoso milagro del sol danzante. Fue, precisamente durante las apariciones en Fátima que la Virgen reafirmó la importancia del rezo diario del santo rosario. Termino con una frase de Santa Teresita de Lisieux: “Con el Rosario se puede alcanzar todo. Según una graciosa comparación, es una larga cadena que une el cielo y la tierra, uno de los extremos está en nuestras manos y el otro, en las de la Santísima Virgen. Mientras el Rosario sea rezado, Dios no puede abandonar al mundo, pues esta oración es muy poderosa sobre su Corazón”.
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