Por: Luis Alfonso García Carmona
En vísperas del Día Mundial de la Hispanidad, que celebramos el 12 de octubre, resulta oportuno repasar cómo llegaron los aires hispanos a formar parte del corazón de los pueblos hispanoamericanos.
Ya desde el siglo XIX se había despertado el gusto por este género musical, de la mano de pequeñas migraciones de españoles que buscaban nuevas oportunidades en el Nuevo Mundo, de las visitas esporádicas de intérpretes que se aventuraban a cruzar el océano y de la naciente afición taurina en México, Perú, Colombia, Venezuela y Ecuador
Pero fueron tres inventos, el cine, la radio y el disco de acetato, los que llevaron al pueblo hispanoamericano el gusto por la música popular española desde la primera mitad del siglo XX.
En 1910 nació en Buenos Aires Magdalena Nile del Río, cuya madre era española, Se educó en España y comenzó desde muy joven a interpretar canciones andaluzas con el nombre de Petite Imperio y a trasegar por estos países. Conoció al dramaturgo Jacinto Benavente, quien le propuso cambiar su nombre artístico, haciendo referencia a dos famosas cupletistas, Pastora Imperio y la Argentinita, por el de Imperio Argentina, con el cual fue universalmente conocida. Actuó en 20 películas. Sus más sonados éxitos en el continente americano fueron “El día que nací yo”, “Los Piconeros” y “Falsa moneda”.
Con ocasión del conflicto bélico en España, migró en la década de los 30 a la Argentina Angelillo, conocido cantaor de flamenco y de coplas. Angel Sampedro Montero, que era su nombre, había nacido en Vallecas, Madrid, en 1908 y continuó su brillante carrera por diferentes países americanos. Participó en 9 películas y llevó al acetato numerosos temas entre los cuales cabe destacar “El cristo cordobés”, “La hija de Juan Simón”, “María Salomé”, “Ojos verdes”, “La bien pagá” y “Camino verde”.
Juan Mendoza Rodríguez, más conocido como Niño de Utrera, nació en la ciudad sevillana de Utrera en 1907. Su privilegiada voz lo llevó a diferentes escenarios de España y América acompañado con guitarristas excepcionales como Niño Ricardo, Sabicas y Ramón Montoya. Conquistó a la audiencia iberoamericana con temas como “El sombrero”, “El hijo de nadie”, “Castillito de arena” y “Mujeres feas”.
No se puede negar la contribución de compositores y vocalistas de este lado del charco en la difusión de temas españoles. Capítulo aparte merece lo que se ha denominado la “Suite Española de Agustín Lara” compuesta entre 1931 y 1951, con temas como “Granada”, el chotis “Madrid”, “Toledo”, “Sevilla”, “Cuerdas de mi guitarra”, “Suerte loca” o “Españolerías”, así como sus pasodobles taurinos “Silverio” y “Novillero”. Se prestaban estas hermosas composiciones al lucimiento de voces de tenores y barítonos de escuela y de inmediato pasaron a formar parte del repertorio de cantantes como Alfonso Ortíz Tirado, Juan Arvizu, Pedro Vargas, Néstor Mesta Chayres (apodado “El gitano de México”), Nicolás Urcelay, Carlos J. Ramírez, Alfredo Sadel y Alejandro Algara, entre otros.
Se puede afirmar que en las cuatro décadas del 30 al 70 el gusto por los aires españoles se mantuvo en alza. Se conserva por estos lares la bella costumbre de la participación de jóvenes en las tunas, llamadas “estudiantinas” en algunas regiones.
Nuevo impulso recibió la difusión de la copla española con la llegada al continente americano de varios grupos musicales que dejaron honda huella.
Comencemos con Los Bocheros. Este grupo musical bilbaíno alcanzó gran popularidad en 1940 cultivando los aires folclóricos vizcaínos. El grupo estaba compuesto por Zenón Garamandi, tenor; Jesús Arias barítono y guitarra; Pacho Iturralde, segundo tenor y acordeón; Luciano Utrilla, solista lírico; y Joaquín Tejada, bajo y guitarra. Pero su salto a la fama ocurrió cuando viajaron a América. Actuaron en diferentes países, hicieron parte en Hollywood de la película “Fiesta Brava” que los catapultó como estrellas internacionales y grabaron numerosas canciones no solamente vascas sino también de todos los rincones de España. Las más recordadas por el público americano son “Islas Canarias”, “Si vas a Calatayud”, “La luna enamorá”, “Suerte loca”, “Quién tiró la piedra”, y “Café con leche”.
Sin lugar a dudas uno de los más contundentes aportes a la música hispana en América fue la llegada del grupo musical Los Churumbeles de España. José Fernández Ruiz, destacado músico murciano, fundó la banda en 1949 con el objeto de viajar a Cuba donde les esperaba un jugoso contrato. La integró con varios compañeros del grupo “Los Maestros Cantores” (Fernando Sedano, José Cañete, Ricardo Mallebrera, Mario Burulli y el cantante Juan Torregosa ) , incluyendo otros 4 magníficos músicos : el acordeonista Medardo Díez , Luis Campos , Pedro Montoya y Mario Rey, quien también era un extraordinario cantante del género romántico.
De Cuba pasaron a México, pero el cantante Juan Torregosa decidió permanecer en Cuba, por lo cual ingresó a la orquesta el cantante Juan Legido, nacido en 1922 en el Marruecos español, cuya mágica voz impactó al público hispanoamericano. Se asentaron en México, participaron en varias películas, grabaron 10 álbumes de los cuales vendieron 10.000.000 de copias, actuaron en radio, televisión y centros nocturnos de postín en Estados Unidos y toda la América hispana. Su variado repertorio incluía números instrumentales que pasaron a formar parte de la cultura iberoamericana: Los intermezzos de “La Leyenda del beso” y “La boda de Luis Alonso”. Entre sus numerosos éxitos se cuentan “El beso”, “Doce cascabeles”, “No te puedo querer”, “Tres veces guapa”, “Qué bonito es el querer” y “El gitano señorón”. Nunca actuaron en España, donde prácticamente eran desconocidos hasta la llegada del Internet y el YouTube.
Juan Legido, el cantante estrella del grupo se retiró para actuar como solista y realizó varias grabaciones y giras hasta su muerte ocurrida en Bogotá. El grupo se disolvió en 1966.
Por la misma época llegó a las Américas el grupo musical “Los Chavales de España” que se había formado en Cataluña en 1940. Sus cantantes fueron el barítono Luis Tamayo, y los tenores Félix Caballero, Pepe Lara, José Antonio Enguix y Luis Bona, quienes alternaban como coro y voz solista. Algunos de los miembros que componían la banda fueron Manuel Palos, Sebastián Morera, Luis Tamayo, Luis Bona, Arseni Jordà (que tocaba la trompeta y el violín), Luis Trescasas, Ángel Riera, Ventura Martínez, Manuel «Chacho» Garcés y José Milán.1Los arreglos musicales fueron realizados por Manolo Palos, pianista, que ejerció como director musical. Mediante múltiples combinaciones tenían la posibilidad de ejecutar hasta 26 instrumentos.
Entre 1948 y 1952 se constituyeron en una de las principales atracciones del Tropicana en La Habana. Cumplieron una larga temporada en el Waldorf Astoria de Nueva York donde eran la atracción de planta y se presentaron en varios programas estelares de la televisión norteamericana. Alternaron sus giras por Estados Unidos, México, Colombia, Venezuela y otros lugares con la grabación de cerca de 400 canciones. Entre las que recibieron la mejor acogida recogemos “El gato montés”, “Cariño verdad”, “Triana morena” y “Mi jaca”.
La presencia de las más famosas cupletistas tanto en el cine como en los medios de comunicación y escenarios iberoamericanos incrementó sin lugar a dudas el apego de las gentes a la copla y al folclor andaluz.
Fue portaestandarte de esta avanzada Lola Flores (alias “La faraona”), quien había nacido en Jerez de la Frontera en 1907. Desde niña dedicó su vida al cante, el baile y la actuación en el cine y en los más variados escenarios. Entre 1956 y 1963 filmó varias películas en México en compañía de grandes artistas de la época como Antonio Aguilar, Agustín Lara, Antonio Badú, Miguel Aceves. Pasó gran parte de su vida viajando por las Américas donde dejó millones de seguidores. Quedaron grabadas en el corazón iberoamericano canciones como ”Ay pena, penita, pena”, “Limosna de amores”, “La zarzamora” y “A tu vera”.
Otra gran actriz que conquistó a América con su gracia y belleza fue Carmen Sevilla. Su nombre era María del Carmen García Galisteo y había nacido en Sevilla en 1930. Sus giras americanas fueron acompañadas de la filmación de dos películas con los más populares galanes del cine mexicano. En 1948 filmó con Jorge Negrete “Jalisco canta en Sevilla” y en 1953 realizó con Pedro Infante “Gitana tenías que ser”. Nos dejó joyas discográficas como “Carmen de España” y “Zorongo gitano”.
El nombre de Sarita Montiel debe ocupar sitial de honor por el papel que desempeñó en favor de la música española no solo en América sino también en el resto del mundo. Nació en Campo de Criptana, Ciudad Real en 1928 y fue bautizada como María Antonia Abad Fernández. Debutó en el cine español en 1943 pero bien pronto se marchó a América. En poco tiempo filmó catorce películas entre México y Cuba y tres en Hollywood, entre ellas el western “Veracruz” con figuras de la talla de Gary Cooper y Burt Lancaster. En el cine mexicano compartió el set con estrellas como Agustín Lara y Pedro Infante.
Superó los éxitos conseguidos con la protagonización del papel estelar en “El último cuplé”, película que batió el récord de taquilla que detentaba “Lo que el viento se llevó” en las salas de cine. Muy pronto se escuchan por todas partes las canciones de la película: “El Relicario”, “Nena”, “Clavelitos”. Siguieron otras dos producciones inmortales: “La violetera”, cuyo tema también pasó a ser un clásico y “Carmen la de Ronda” con el actor Jorge Mistral. Otras canciones que quedaron indeleblemente grabadas en el alma popular fueron “Agua que no has de beber”, “Mala entraña”, “Ven y ven” y “Sus pícaros ojos”.
No podemos omitir a Miguel Herrero, cantaor payo nacido en Huelva en 1919. A los 13 años se marchó de su casa pues aspiraba a convertirse en torero. Después de una capea en Monte Hermoso, Cáceres, cantó para sus acompañantes algunos aires de su tierra con tan calurosa acogida que comprendió que su verdadera vocación era el cante y a ello dedicó el resto de su existencia. En 1944 grabó algunos temas como “La muerte del Piyayo” y “Al pie de la fragua”. Después de varios años de actuaciones en la península, viajó a América con su espectáculo “Cabalgata” con el cual se presentó en Nueva York, La Habana y México D.F. Recorrió varios países y grabó numerosas canciones españolas que perduran en la memoria: “Toíto te lo consiento”, “Las cositas del querer”, “Romance de La Lirio”, “Currito de la Cruz”, “Los cuatro muleros”.
Desde las postrimerías del siglo veinte hasta nuestros días, la globalización de los medios ha permitido que las figuras más excelsas del cante y la copla sean conocidas y queridas por el público iberoamericano. Merecen especial mención los nombres de Nati Mistral, Rocío Durcal, Rocío Jurado, Isabel Pantoja, Rosario Flores, Diego El Cigala, cuyas bellas producciones tienen en los pueblos de Hispanoamérica fieles y entusiastas seguidores. Podríamos aseverar sin temor a equivocarnos que las semillas que ellos y sus precursores han sembrado unirán cada vez más el corazón de España con el de los pueblos hispanoparlantes.
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