La causa profunda de la Revolución es una explosión de orgullo y sensualidad que inspiró, no diríamos un sistema, sino toda una cadena de sistemas ideológicos. De la amplia aceptación dada a éstos en el mundo entero, derivaron las tres grandes revoluciones de la Historia de Occidente: el protestantismo, la revolución francesa y el comunismo. Estas tres revoluciones son episodios de una sola Revolución.
El orgullo conduce al odio a toda superioridad, y, por tanto, a la afirmación de que la desigualdad es en sí misma, en todos los planos, inclusive y principalmente en los planos metafísico y religioso, un mal. Es el aspecto igualitario de la Revolución.
La sensualidad, de suyo, tiende a derribar todas las barreras. No acepta frenos y lleva a la rebeldía contra toda autoridad y toda ley, sea divina o humana, eclesiástica o civil. Es el aspecto liberal de la Revolución.
Pero no creemos que el mero dinamismo de las pasiones y de los errores de los hombres pueda conjugar medios tan diversos para la consecución de un único fin, es decir, la victoria de la Revolución.
Producir un proceso tan coherente, tan continuo, como el de la Revolución, a través de las mil vicisitudes de siglos enteros, llenos de imprevistos de todo orden, nos parece imposible sin la acción de generaciones sucesivas de conspiradores de una inteligencia y un poder extraordinarios. Pensar que sin esto la Revolución habría llegado al estado en que se encuentra, es lo mismo que admitir que centenares de letras lanzadas por una ventana pudieran disponerse espontáneamente en el suelo formando una obra cualquiera, por ejemplo, la “Oda a Satanás” de Carducci, en la foto.
Las fuerzas propulsoras de la Revolución han sido manipuladas hasta aquí por agentes sagacísimos, que se han servido de ellas como medios para realizar el proceso revolucionario.
De modo general, pueden calificarse de agentes de la Revolución todas las sectas, de cualquier naturaleza, engendradas por ella, desde su nacimiento hasta nuestros días, para la difusión del pensamiento o la articulación de las tramas revolucionarias. Sin embargo, la secta maestra, alrededor de la cual todas se articulan como simples fuerzas auxiliares, a veces conscientemente y otras veces no, es la Masonería, según claramente se desprende de los documentos pontificios, y especialmente de la Encíclica Humanum Genus de León XIII en 1884.
El éxito que hasta aquí han alcanzado esos conspiradores, y particularmente la Masonería, se debe no sólo al hecho de que poseen una indiscutible capacidad para articularse y conspirar, sino también a su lúcido conocimiento de lo que es la esencia profunda de la Revolución, y de cómo utilizar las leyes naturales, hablamos de las de la política, de la sociología, de la psicología, del arte, de la economía, etc., para hacer progresar la realización de sus planes.
En este sentido los agentes del caos y de la subversión hacen como el científico, que en vez de actuar por sí solo, estudia y pone en acción las fuerzas, mil veces más poderosas, de la naturaleza.
Es lo que, además de explicar en gran parte el éxito de la Revolución, constituye una importante indicación para los soldados de la Contrarrevolución.
Este artículo se publicó originalmente en https://plineando.blogspot.com/
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