Carlos Astiz es periodista y analista, doctor en Ciencias de la Información y profesor universitario. Ha trabajado en diversos medios de prensa, radio y tv, así como en distintas universidades, de España y otros países. Ha firmado trabajos sobre Política internacional, Comunicación Digital, Situación política e ideología, Arte, Comunicación Política y Corporativa, Implicaciones sociales de las nuevas tecnologías… Además, ha impulsado varias empresas y es miembro de diversas fundaciones, Laboratorios de ideas y ONG.
¿Por qué un nuevo libro contra la amenaza totalitaria?
Porque esa amenaza se ha hecho más concreta y extensa. Porque están intentando acelerar el proceso de transformación radical de nuestro mundo, eliminando sociedades completas, intentando fragmentar naciones, especialmente en América, induciéndonos a una crisis económica generalizada que está consiguiendo ya empobrecer amplias masas de la población mientras crece la desesperación, como lo demuestra el incremento brutal de suicidios.
Además han sucedido muchas cosas en este último año: la implantación de pases covid, intentando forzar a la gente a la vacunación obligatoria con dosis sucesivas e interminables, con explicaciones confusas y contradictorias, con contratos opacos y multimillonarios, con expertos que no existían o no eran tales, con una censura como nunca se había visto, con los grandes medios y las grandes tecnológicas censurando incluso tus comentarios más personales para imponer el discurso único y obligatorio…Todo ello ha desencadenado la resistencia en millones de personas y graves efectos adversos de esos productos inoculados en sectores amplios de la población que sufren una auténtica epidemia de problemas cardiovasculares o neurológicos, de los que nadie parece saber ni querer investigar.
Cabe además señalar que el paso del tiempo va descubriendo nuevos detalles que ponen en cuestión todo el discurso oficial y dejan mucho más al aire, mucho más claro, el intento globalitario de plasmar sus planes de destrucción en la realidad. Un ejemplo llamativo, reciente, ha sido la comparecencia de una alta directiva de los laboratorios Pfizer que reconocía, en el Parlamento Europeo, que no se habían probado esas “vacunas” antes de lanzarlas al mercado, lo cual significa- evidentemente- que la población a la que se han inoculado esas sustancias han sido, de hecho, las cobayas humanas del producto.
Además esta vez quiere convertirse en una especie de manual.
Es importante no solo señalar al enemigo, descubrir cuáles son sus planes y cómo actúa sino también inducir, a los que se quiere destruir, a que se organicen y resistan. Porque en esta batalla, en esta guerra, no solamente estamos defendiendo nuestra salud y nuestra libertad. Estamos luchando por conservar nuestra vida, la de nuestros hijos y la de nuestros nietos, sus expectativas de futuro, la posibilidad incluso de tener un futuro y que ese futuro sea más libre, más próspero y más generoso con los seres humanos de lo que nos ofrecen los globalitarios.
Sus medios de comunicación controlados nos amenazan día tras día con desgracias sin cuento. Desde las múltiples olas, pandemias y contagios (que son ensalzados o silenciados, según les convenga) hasta apocalipsis como el climático, usando herramientas de manipulación groseras (como pintar los mapas del tiempo de rojo quemado para indicar que en Córdoba han llegado a 42 grados), con estimaciones y previsiones de fin del mundo (que solo se cumplen en los estudios que financian…Todo ello para que el temor nos haga desconectar nuestra parte racional. Pero la duda crece. Y la duda es revolucionaria, lo ha sido siempre y lo es ahora porque pone en cuestión el discurso que el poder no quiere que se discuta. Todas las dictaduras han usado el miedo para controlar a la gente. Y esta no es una excepción.
¿Cómo le ha estimulado el éxito de ventas y crítica de los 2 libros anteriores advirtiendo del peligro de Soros y Gates?
La magnífica acogida de los libros, pero también de las conferencias, de las charlas, de los encuentros demuestra que cada vez hay más gente que se hace preguntas sobre una situación que se nos quiere dar como la única posible. Cada vez hay más gente que pone en duda los planes de los globalitarios, más gente que descubre que esto forma parte de ese plan y que quiere oponerse a ese ciclo de destrucción de los individuos, de las familias, de las naciones, para construir, precisamente, una alternativa que ofrezca libertad, desarrollo de la patria y bienestar en las familias y las personas. Esos millones de personas, a los que se van uniendo cada día millones de personas más, despertando de la ensoñación de que tenemos un gobierno que nos va a proporcionar todo lo necesario, a cambio de nuestra libertad, es el mayor estímulo que cualquiera puede tener en estos momentos de turbulencia y frente a la opresión.
Una de las ideas en la que insiste es en la necesidad de mostrarse alegres y combativos ante un Sistema que nos quiere tristes y derrotados. ¿Basta solo esto o es solo una premisa indispensable para batallar?
El ciclo de la destrucción que nos ofrecen como plan, envuelto en las bonitas palabras de sus discursos o de la agenda 2030, es un plan para destruirnos. Es un plan para reducirnos a la nada, para que seamos menos (porque quieren reducir drásticamente la población mundial, como ellos mismos han confesado, en multitud de ocasiones), quieren que seamos más pobres (el famoso “no tendrás nada y serás feliz” del Foro de Davos) y quieren, además que todo lo aceptemos resignadamente, lo cual nos empuja a la depresión y al suicidio que es ya una auténtica plaga.
Están impulsando por eso la legalización del aborto como si fuera un derecho humano y la eutanasia para reducir la población por el procedimiento de que los padres maten a los hijos y los hijos maten a los padres. Pero, frente a ese horizonte negro, pesimista, sin futuro real, sólo cabe la construcción de los individuos y de las sociedades para hacerles frente.
Por eso hablo de la necesaria solidez del combatiente, de cómo armarse interiormente para enfrentar los desafíos, los obstáculos que se nos presentan. El hacer deporte, el estudiar, el formarse, el rezar, el meditar… son todos aspectos que contribuyen a fortalecernos internamente. La alegría es, precisamente, esa sensación de que podemos enfrentar esos obstáculos, que además no estamos solos mientras ellos, el modelo que están intentando difundir es un modelo apocalíptico, en el que los individuos están aislados solos tristes y en última instancia derrotados. Una distopía que quieren presentarnos como certeza. Por eso, estamos alegres y combativos. Porque cada vez somos más, estamos mejor informados, mejor organizados y vamos consiguiendo, cada vez, victorias más aplastantes.
También es un llamamiento a la organización y a la movilización…¿Por qué nos ha faltado esa capacidad ante las ideologías disolventes?
Este es un proyecto que dura ya muchos años- demasiados- y que ha encontrado adeptos por el hecho de contar con muchísimos recursos económicos y todo un proceso mafioso de captación en el que si te resistías no subías pero si aceptabas lo que ellos te decían, lo que estos amos globalitarios te dicen, vas a medrar, vas a llegar a ser “alguien». También porque es más fácil ceder que resistir frente a una maquinaria poderosa que además ha sido enorme durante mucho tiempo.
En este sentido cabe destacar la apatía y la dejación de funciones y responsabilidades que han tenido instituciones y entidades muy importantes, que han renunciado a dar esa batalla ideológica, que se han plegado a la corriente dominante, dejando a los que pertenecían a esas organizaciones (iglesias, partidos, sindicatos, asociaciones, universidades, entidades de la sociedad civil…) inermes y desamparados, con lo cual, durante mucho tiempo, han tenido el práctico monopolio de esa lucha ideológica, imponiéndola en nuestro aparato educativo, en nuestros medios de comunicación y en nuestra vida social…
Todo eso tiene que encontrar una respuesta, la está encontrando ya en el trabajo de miles y miles de personas que denuncian y desmantelan sus planteamientos, que explican y abren en canal los verdaderos objetivos de esos planes que siempre están adornados de bellísimas palabras y bonitos deseos y, en consecuencia, están dando ya- por millones- esa batalla ideológica imprescindible.
¿Por qué sostiene que a pesar de sus grandes medios y recursos nuestro espíritu de resistencia es superior?
Yo creo que la vida, la realidad, la naturaleza… terminan imponiéndose sobre los dislates, sobre las ansias de poder y la corrupción de los grupos humanos. Todo ese proceso, ese ciclo de destrucción al que nos conducen sus premisas se encuentra con que a la realidad y a la naturaleza, a la vida en esencia, le importan un bledo todas esas entelequias, esas falsificaciones con que nos bombardean. Pueden decirte que puedes elegir entre 140 géneros, supuestamente existentes, pero la realidad termina imponiéndose y cuando estás en un hospital solo puedes elegir entre urología y ginecología. Es ese chiste, en el que un médico se dirige a un paciente y le dice: “señor Pérez…” el paciente le interrumpe, se pone de pie y tiene un aspecto de mujer: “Perdón, doctor, es señorita Pérez». El médico asiente y le dice: “señorita Pérez, tiene usted cáncer de próstata».
Apostar, como hacen los globalitarios, contra la Naturaleza, contra la Vida, contra la Realidad es una mala jugada que les va a llevar a perder. Ya hay países completos, poblaciones enteras que se resisten a desaparecer, a obedecer. Y eso crece cada día, mientras mengua la obediencia y la sumisión.
¿Por qué resume los puntos principales a defender en Libertad, Patria, Familia y Vida?
Cada vez la contradicción clásica, entre las supuestas izquierdas y derechas, tiene menos sentido porque corresponde menos a la realidad. Hoy nos parece, a poco que analicemos, que la diferencia básica, que la contradicción principal está entre la libertad y la servidumbre; entre naciones libres y soberanas que pueden colaborar entre sí y que deben hacerlo incluso, frente a estamentos supranacionales que bajo el control de los globalitarios intentan imponernos a todos unas condiciones de vida, de trabajo, de existencia que van en contra de los intereses de la mayoría de la población de nuestros países.
El proceso de concentración monopolista en el que nos encontramos, con tres grandes fondos de inversión controlan más del 70% de todas las empresas más importantes del mundo occidental, en todos los sectores (desde la agricultura al cine, a la televisión; desde la industria manufacturera a los laboratorios farmacéuticos o los alimentos…) Todo ese proceso que los denominados izquierdistas ya no quieren analizar, es el elemento clave para entender qué es lo que está pasando a nivel económico y político en general.
Ese ciclo de destrucción, al que nos empujan, tiene un objetivo que es implantar esa dictadura totalitaria a nivel global, por eso los llamo globalitarios. Una dictadura como el modelo chino, en el que las libertades van a ser palabras vacías, en el que se pretende acabar con la solidez de los individuos eliminando todos sus referentes éticos y religiosos, sus valores y raíces familiares, sus lazos nacionales o lingüísticos… para sustituirlos por una amalgama de dudas, contradicciones y estupideces que los hacen mucho más débiles y vulnerables.
Quieren reducir la población y para ello nada mejor que las parejas tengan serias dificultades para formarse (intentan sembrar la desconfianza entre hombres y mujeres) porque eso va a impedir que formen familias, que tengan hijos… va a contribuir a reducir la población mundial que es uno de esos objetivos centrales.
Todo ello, enmarcado en un proceso de recorte de derechos y libertades que se está profundizando día a día, aprovechando cualquier excusa. Lo hemos visto con la pandemia, en el que varios gobiernos, incluyendo el de España, han eliminado las libertades de los ciudadanos, han silenciado los parlamentos, han comprado los medios de comunicación y controlado a los jueces, hasta el extremo de hacernos sentir que vivimos en una dictadura. Frente a ese proceso surge, precisamente, la cultura de la afirmación: yo soy un hombre, o una mujer; tengo una familia, con la que me siento enraizado en una nación que es una comunidad históricamente formada, de la que soy un elemento más, tan importante como cualquiera, en un régimen que cada vez debe ir hacia una mayor concreción de derechos y libertades, en el que todos estemos cada vez más unidos y no enfrentados como ellos quieren.
¿Por qué, según usted, la presión a los que no quieran cumplir las consignas globalistas tienen un límite?
Porque cuanta más represión ejerzan más resistencia surge, como ha demostrado siempre la historia de la Humanidad.
Cuando, además, el discurso, las excusas que te ponen para intentar imponer esos recortes de derechos y libertades; para imponerte criterios absurdos; para limitar tus movimientos o la eliminación del dinero físico… para obligarte a hacer lo que ellos quieran, surge cada vez más resistencia porque hay cada vez más gente que despierta, ante las bofetadas que suponen esos ataques.
Está llegando la situación al límite de ebullición, en el que ya es tal la cantidad de personas que ponen en duda el discurso oficial, que ponen en duda su representatividad, que ponen en duda lo que nos cuentan los medios de comunicación oficiales (que son casi todos) que ya es muy difícil hacerles entrar por el aro a esas multitudes.
Surgen, además, nuevas fuerzas políticas y sociales que denuncian este proceso; que denuncian, y tienen claro, que esto es un plan de liquidación de la mayoría de nosotros y que, además, se están organizando cada vez con mayor eficacia y en mayor número para hacerles frente.
Por eso creo que estamos llegando al punto límite. Lo vimos con los estados de alarma, en que no pudieron imponer un tercero, como ellos pretendían porque todavía algunos de los resortes sociales y de nuestro estado de derecho funcionaron, para impedir que se cercenase por completo la libertad de los ciudadanos.
Ese proceso es imparable. Por eso los gobiernos que impusieron restricciones más violentas fueron los más débiles.
Estamos asistiendo a un cambio de ciclo, también político en el que aún por mucho que les coloquen etiquetas ofensivas y anatemas, avanzan los patriotas, avanzan los que defienden los derechos y libertades de los pueblos, frente a ese intento de imponer, contra la voluntad popular, unas castas burocráticas que nadie más que los globalistas han elegido. Por todo esto, sin miedo, triunfaremos.
Por Javier Navascués
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