Ha venido a mis manos un viejo libro de mi padre, que retrata unas valiosas perspectivas de la Soria caudal, la que diseña el Duero en su trazado que primero se orienta a saliente, abraza a la capital, la ciñe de la cintura, para luego tomar hacia poniente y que resulta muy adecuado para finalizar este libro, al menos me lo parece.
Es del académico y valenciano carlista Federico García Sanchiz, el charlista. Además, viene apostillado y con autógrafas y difíciles anotaciones marginales de Dámaso Santos Berzosa, que no es poco y que he conseguido descifrar en su mayoría, lo que tampoco es menos. Se llama Duero abajo. La Castilla del Cid. Está editado en San Sebastián y no anota fecha, pero tiene todo para ser de no más allá de 1940. La calle que Valencia le dedicaba fue víctima de la ley de Desmemoria histórica en 2017. Queda una estatua en el Toboso, donde reposan sus restos y el nombre de un grupo escolar en Alcira. Lo que es la inquina mal llevada. Qué pena.
El breve prólogo que figura está fechado en 1940, en el Valle del Baztán y afirma allí que su título equivale a disecar la red arterial de Castilla y comienza evocando -de madrugada y en plena guerra civil, en 1937- el humilde cuarto rural de San Esteban de Gormaz, en el que había hallado cobijo tras la cena de unos pececillos de río, eso sí, bien fritos y lee el Poema del Cid al fulgor de una de esas bombillitas rurales que parecen flores mustias. Data esta visita a San Esteban en plena etapa roja, présaga dice, del Alzamiento, periodo, continúa, en que sus enamorados llorábamos la profanación de España. Oye dar la una en el reloj municipal, al evocar la grandeza del río, cual dice el Poema del Cid, allá en el XIII:
Travessaron el Duero, essa agua cabdal…
Su ventana, dice, es la única iluminada en la noche de todo el lugar. Experimenta un anhelo de recorrer ese mundo magnífico y olvidado, el itinerario del propio Duero, desde su manantial en el Pico de Urbión, la soriana cumbre, hasta su salida a Portugal, con sus amigos el Juglar de Medinaceli y el Clérigo de San Millán, entonando:
… laudes al Dios omnipotent
que sobre pecadores a siempre cosiment.
Dámaso, en la primera de sus páginas escribe que Sanchiz esboza, y de los esbozos hay que adivinar las figuras, con una ventaja para el esbozo: que es rico en gestos, en momentos y siempre que haya soplo, espíritu, inspiración y claridad y en Sanchiz lo hay. No tiene tiempo para una forma figurativa, porque tiene prisa…. Es un río apresurado… y se lo dice a Pepe Posada, el de la Memoria de gentes.
Comienza el viaje en Covaleda, en su plaza, con cabalgaduras y espoliques para llegar al nacimiento del Duero niño en el alto Urbión y su paso por las tres lagunas Negra, Helada y Larga y la presencia de un toro que les miraba. Habla de la Corte de los Pinares, de Vinuesa y de su abundancia en osos, venados y jabalíes que trajeron un año a Juan I a residir en Soria y describe su indianismo venturoso, el Honrado Concejo de la Mesta, la carretería famosa, el paso por la tierra de los pelendones, y la salida al país de los arévacos, al llano numantino y su gesta. Habla de la Hispania a la que da nombre la Hesperia, que significa Occidente y la arrogancia acusada por Estrabón como rasgo del carácter ibérico. Llega a la capital, no se olvida del anacoreta Saturio, de los doce linajes y acusa que en el Duero ha permanecido la paz, mientras las otras cuencas viven la guerra. Habla de Moscardó y de cómo perdona la pérdida de dos hijos muertos por los rojos. Cita Medinaceli, Berlanga, Calatañazor, El Burgo… y no deja de recordar a Fernando el católico que, disfrazado de mozo de mulas, camino de su novia Isabel, asaltó la muralla de San Esteban a riesgo de llevarse una pedrada mortal.
García Sanchiz nos lleva hasta Zamora, hasta la frontera portuguesa en un viaje de continuas descripciones de parajes, historia y encanto, hasta el pantano del Esla, el de san Pedro de la Nave y los mil millones de metros cúbicos, navegable en cien kilómetros. Un relato encomiable, próximo y rico de léxico y viveza levantina que me ha hecho sentir un irreprimible orgullo de nuestra España inmortal, los eternos valores por los que ha peleado y sus buenas gentes.
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