(Gaudium Press) Las “coincidencias no planeadas”, ese ‘a más’ con el que la razón puede aquilatar la autenticidad de los evangelios: Este es el interesante tema propuesto por Carmelo López-Arias en ReligiónEnLibertad el pasado 15 de octubre.
¿Que son las coincidencias no planeadas?
“Hablamos de ‘coincidencias no planeadas’ entre dos relatos cuando el primer relato suscita algún interrogante, secundario respecto al contenido principal, que halla respuesta en el segundo relato, sin que pueda afirmarse razonablemente que ambas versiones han sido concertadas”, afirma el articulista.
Estas coincidencias cuando existen son un apoyo importante a la veracidad de un testimonio, y este es un recurso bastante usado hoy por la criminalística para ese fin. En el caso de los evangelios, ellas fueron primero investigadas por teóricos anglicanos en siglos pasados, y de la fuerza de estos argumentos da cuenta ahora, en Catholic Answers, el apologista católico Karlo Broussard, quien propone dos casos que le llamaron particularmente la atención:
El primero es sobre el milagro de la multiplicación de los panes.
San Juan (Jn 6, 5-7) narra en su evangelio que “Jesús le pregunta a Felipe: ‘¿De dónde vamos a comprar panes para que coman éstos?’”. Pero ¿por qué el Señor indaga específicamente con Felipe, que de hecho en los evangelios no es mencionado en los lugares principales?
Las respuesta viene de otra fuente, el evangelio de San Lucas (Lc 9, 10-17), que cuenta que en ese momento el Señor estaba en proximidades de Betsaida. Resulta que Felipe era de Betsaida, allí vivía, y por esto “Jesús pregunta dónde podría comprarse pan a quien puede saberlo porque es de allí: Felipe”, constata Broussard.
Otro hecho interesante para el análisis de las coincidencias no buscadas es el de la curación de la suegra de San Pedro:
Se encontraba el Señor en Cafarnaúm, y ahí “venido Jesús a la casa de Pedro, vio a la suegra de éste postrada en cama y calenturienta. Y la tomó de la mano, y la dejó la calentura; y se levantó y le servía. Y llegado el atardecer, le presentaron muchos endemoniados, y lanzó los espíritus con su palabra, y a todos los que se hallaban mal los curó”. (Mt 8, 14-16)
La pregunta que puede hacerse el lector es por qué la gente espera hasta el atardecer para llevar a los endemoniados al exorcismo con Jesús, y no lo hace apenas se percata de la presencia de él en Cafarnaúm.
“La respuesta se encuentra un poco antes del relato de San Marcos de ese mismo hecho (Mc 1, 29-34). En el versículo 21 -cuando va a empezar a contar el episodio del endemoniado de Cafarnaúm, que sucede mientras Jesús predica en la sinagoga antes de curar a la suegra de Pedro- dice el evangelista: ‘Y entran en Cafarnaúm; y luego que fue sábado enseñaba en la sinagoga’ ”.
Esa es la clave: era sábado, y solo era lícito de acuerdo a las normas judías que terminase el descanso preceptivo del sabbath para las primeras curaciones.
Uno de los anglicanos que investigó el asunto en el siglo XIX, John James Blunt, encontró más de 40 de estos casos en el Antiguo y Nuevo Testamento. La visión de conjunto de estas ‘coincidencias’ no deja de tener de gran peso.
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