Después de la muerte de Pio XII ocurrida el 9 de octubre de 1958 el dominico P. Frehe escribió a varios sacerdotes lo siguiente: Tengo el gusto de comunicarle un hecho curioso relacionado con la Señora de todos los Pueblos. El miércoles de Ceniza, 19 de febrero de este año, me visitó Ida Peerdeman y me entregó una carta cerrada con un sello de lacre.

Esta carta contenía, según ella, una predicción de la Señora. Sólo podríamos saber qué predicción era cuándo ésta se cumpliera. Guardé muy cuidadosamente la carta. Me aseguré también de que la vidente no hablase con nadie de esa predicción, menos aún de su contenido, ni siquiera con sus hermanas, por consiguiente, el único que tiene conocimiento de esto soy yo. Al pasar los meses, a menudo le pregunté si la predicción se había cumplido ya. Ella contestaba con un gesto de negación o con un simple no. Sin embargo, el día de la muerte del Papa ella me llamó y pidió hablar conmigo. Le recibí y entonces me comunicó que la predicción ya se había cumplido y que podíamos ver la carta. Inmediatamente, tras decir esto, ella preguntó: ¿Dónde está la carta, la que tiene sello de lacre? En ese momento me acordé de la carta, pero no recordaba el sitio donde la había guardado con tanto cuidado. Empecé a buscar por los cajones, pero no la encontraba. De repente Ida se puso pálida y dijo muy seria: ¡espero que usted no la haya tirado o perdido! Traté de tranquilizarla, pero me recriminé el descuido. Por fin encontré la carta con el sello de lacre en uno de los cajones en que había estado guardada durante casi ocho meses. Quise abrir la carta, pero la vidente pidió con insistencia que no lo hiciera, sino que la enviara cuanto antes al Sacristán del Papa en Roma. Lo hice inmediatamente. Le pregunté: ¿Cómo nos enteraremos de la autenticidad de la predicción? Ella respondió: yo guardé una copia, que, por supuesto es idéntica, y aquí la tengo. Adjunto una reproducción de la misma.

He aquí la carta: Esta noche me desperté otra vez sobresaltada, pues fui llamada a las tres en punto de la madrugada. Vi otra vez la luz y oí la voz de la Señora que decía: “Aquí estoy de nuevo. La Paz del Señor Jesucristo sea contigo. Has hecho bien. Has decidido con tu libre voluntad y has llevado el mensaje a tu director espiritual. Esta obediencia producirá buenos frutos, que verás tú muy pronto. Tu director espiritual conoce su deber. Estate tranquila. Te voy a comunicar algo, que no podrás decirle a nadie, ni siquiera al Sacristán o a tu director espiritual. Cuando se haya realizado, podrás decirles que la Señora te lo había dicho hoy. Se trata de lo siguiente, escucha: este Santo Padre, el Papa Pío XII, será llevado con los Nuestros a principios de octubre de este año. La Señora de todos los Pueblos, la Corredentora, Medianera y Abogada, lo llevará al gozo eterno”. Yo me asusté oyendo este comunicado y ni siquiera me atrevía a creerlo. La Señora dijo: “no te asustes, hija. Su sucesor proclamará el dogma”. Le di gracias a la Señora y Ella dijo solemnemente: “amén”.

Esa última frase afirmando que su sucesor proclamará el dogma de Corredentora, Medianera y Abogada confirma la situación de Sede vacante en que nos encontramos desde entonces ya que todos sus aparentes sucesores en realidad no fueron verdaderos Papas, pues ninguno proclamó el dogma.

En la imagen el emblema de la Sede vacante.

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