Eugenio Trujillo Villegas – Director: Sociedad Colombiana Tradición y Acción
Los colombianos estamos perplejos y desconcertados ante todos los desastres originados por el gobierno de Petro. El País parece haber entrado en una pesadilla sin fin, en la cual todos los días acontecen cosas peores, promovidas por los funcionarios del Gobierno.
Todos ellos demuestran una incompetencia jamás vista, gobiernan con la más absoluta ignorancia, por lo cual incurren en los más grandes desatinos.
Para no repetir lo que todos saben, basta apenas con mencionar algunos de ellos. El ministro de Hacienda ha presentado una reforma tributaria que arruinará al sector empresarial, estableciendo unos impuestos confiscatorios e irracionales que espantarán las inversiones. La ministra de Agricultura propone comprar tres millones de hectáreas productivas para repartirlas entre campesinos, indígenas y agitadores sociales, sin tener dinero para ello y desconociendo algo elemental, como lo es que repartir tierra no basta para producir alimentos. La ministra de Minas y Energía anuncia que acabará con la producción de petróleo, gas y carbón, que son la columna vertebral de nuestra economía. La ministra de Salud amenaza con abolir las EPS privadas (Entidades prestadoras de salud), para que sea el Estado socialista quien asuma la atención médica de todos los colombianos, algo que ya vivimos en el pasado y que fue un absoluto fracaso.
Se ha tomado la decisión de demoler el País
Los ejemplos podrían ser tantos, que es inútil continuar con ellos. En realidad, Colombia fue tomada fraudulentamente por una banda marxista que ha tomado la decisión de demoler el País a las patadas, para reemplazar el progreso y el desarrollo alcanzado durante décadas de trabajo y esfuerzo, por un sistema socialista antinatural y fracasado.
El socialismo solo ha generado pobreza, miseria y opresión en todo el mundo. Después de pocos o muchos años de dominio, los países afectados se han levantado indignados contra esta secta marxista, y solo así han podido regresar a la libertad y al progreso. Pero el precio que se paga por esta aventura es inmenso, pues se sufren las consecuencias de la miseria y el subdesarrollo, mientras que los gobernantes establecen el más escandaloso saqueo de los bienes públicos.
¡Que nadie se engañe! Cuando este tipo de gobiernos proponen aumentar los impuestos a unos niveles impagables, expropiar las empresas y asumir el control de la economía, eso jamás se convierte en beneficios sociales. Lo que acontece es que se roban todo, estableciendo el saqueo y la corrupción desenfrenada como el principal objetivo de los burócratas que ostentan el poder.
A simple vista, toda esta pesadilla parece apenas un gobierno de incompetentes, de demagogos y de estúpidos, que no tienen la menor idea de resolver los problemas. ¡Lamentablemente, esa es la pura verdad! Pero hay además un trasfondo que no todos ven con claridad, que es necesario denunciar si queremos salvar a Colombia de las garras del comunismo que ya comienza a estrangularnos.
El mundo está entrando en un misterioso proceso denominado post-marxismo. Ahora no se trata de imponer el comunismo al estilo de la revolución bolchevique en el siglo pasado, sino de imponer el llamado Nuevo Orden Mundial. Éste será el gobierno dictatorial de todas las naciones, ejercido con mano de hierro por una secta trans-nacional poderosa.
Pretenden crear una República Universal, que será la mayor de las dictaduras de la historia. Comparados con estos nuevos sátrapas, Lenín, Stalin y Mao pasarán a ser unos aprendices de tiranos. Lo que el post-marxismo pretende imponer al mundo parece inverosímil, pero en realidad ya es un proceso en estado de ejecución avanzada.
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Presenciamos la demolición de la Civilización Cristiana
Entre sus grandes objetivos y realizaciones están la abolición de todas las religiones, especialmente la Católica, que ya está en un proceso de espantosa auto-demolición. Pretenden imponer la ideología de género y la dictadura de los colectivos LGBT (lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros); quieren destruir la familia cristiana y promover el aborto sin restricciones; ejercen el control de los medios de comunicación y de las redes sociales, para que la única verdad existente sea la que ellos divulguen; quieren destruir la economía, el progreso y el concepto de propiedad privada, para reemplazarlos por el estado ecologista, miserabilista y tribal; abolirán los valores morales, para imponer la dictadura de lo irracional, de lo horrendo y de lo absurdo; tratarán de disminuir la población mundial por todos los medios, para lo cual se inventarán guerras y pandemias planificadas.
Por supuesto, para llegar a este sistema de gobierno antinatural, será necesario suprimir paulatinamente todas las libertades legítimas, tal como lo han venido experimentando con el pretexto de la pandemia.
Por estas razones, cuando los ministros de Colombia proponen las ideas más aberrantes, descabelladas y catastróficas, no lo hacen apenas por ignorancia o incompetencia. Lo que realmente hacen es demoler el País en el menor tiempo posible.
¿Lo van a conseguir? Ese es el gran interrogante. Si el País opta por la cobardía y la indolencia, Petro lo va a destruir. Pero si Colombia resiste con entereza y se opone por todos los medios legítimos a que se destruya en pocos días lo que se ha construido en decenas de años, Petro y su gobierno jamás podrán destruir a Colombia.
Los colombianos tendrán que decidir. Cada día que pasa sin luchar para impedir la demolición de la Patria, hará más difícil evitar el cataclismo que vendrá. Con las marchas y las protestas realizadas, se ha conseguido frenar o modificar algunas de las sandeces que nos quieren imponer. Pero esta sana reacción tiene que multiplicarse, extenderse a todos los rincones de la Patria, y debe ser apoyada por todos, si es que queremos salvar a Colombia del desastre.
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