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«Los cosacos de Hitler», un cómic sobre los olvidados crímenes del comunismo y la traición de los británicos

Cartem Cómics nos acerca la desconocida historia de los cosacos, un pueblo empeñado en luchar por su libertad y atrapado entre dos fuegos.

El mundo editorial está lleno de sorpresas y Cartem Cómic protagoniza una de ellas, acercándonos una novela gráfica con una presentación sobresaliente que realza un guion sorprendente desarrollado a tres tiempos, y un dibujo claro, ordenado y estructurado que nos acerca a las joyas del cómic clásico.

En una época en que los medios nos quieren vender sistemáticamente un mundo de buenos, y malos, de blancos y negros «Los cosacos de Hitler» no descubre una historia poco conocida en la que el lector podrá comprobar como en ocasiones los pueblos tienen que tomar decisiones trascendentes para defender su libertad, y como el comunismo, aunque fue capaz de aprisionar en sus redes a millones de cuerpos, no fue capaz de sojuzgar las almas de los intrépidos cosacos.

Para comprender esta novela gráfica que nos propone Cartem Cómic es necesario hacer un poco de historia del pueblo cosaco durante la primera parte del siglo XX.  Tras el triunfo del la Revolución Rusa en la URSS se impuso un régimen totalitario y represor capaz de exterminar a millones de sus oponentes mediante las técnicas más perversas. Entre estos oponentes hemos de destacar al pueblo cosaco, que en su mayoría se unió al ejército blanco defensor del zarismo, constituyendo así el mayor contingente dentro del movimiento contrarrevolucionario para combatir el que sin duda ha sido el régimen más criminal de la historia: el comunismo. Tras el triunfo del comunismo miles de cosacos emigraron al oeste por cuanto durante la Guerra Civil Rusa, León Trotsky impuso la descosacización de los cosacos, lo que llevó a muchos, especialmente a los cosacos de Don y los cosacos de Kuban, a escapar de Rusia, aunque millones quedaron en territorio comunista sin esperanzas de poder recuperar su libertad, no obstante, tras la Operación Barbarroja, empezada por Hitler el 21 de junio de 1941, el avance del ejército nazi, y la sensación de que Hitler terminaría ganando la Segunda Guerra Mundial, decidió a los líderes cosacos a apoyar al bando alemán, no por amor a la causa nazi, sino por odio al régimen comunista. En este sentido la causa cosaca nos recuerda mucho al espíritu que animó a nuestra División Azul.

El justificado temor a Stalin y a la causa comunista propició que los líderes cosacos Pyotr Krasnov y Andrei Shkur consideraran que la mejor forma de recuperar la libertad era ofrecer al ejército alemán a miles de consumados combatientes cosacos, y ponerlos bajo el comando del General alemán Helmuth von Pannwitz, de esta forma ya en 1942 unos 12.0000 cosacos con sus propios uniformes y armas formaron sus propias unidades cosacas, llamadas Kosakenlager,  integradas en la Wehrmacht, y fueron capaces de luchar con eficacia militar contra los partisanos comunistas en Bielorrusia, Ucrania y Yugoslavia.

Cuando la derrota era inevitable, los restos de las formaciones cosacas, bajo el liderazgo del mayor general alemán Helmuth von Pannwitz, atravesaron los Alpes para escapar del avance del Ejército Rojo y rendirse a los británicos creyendo que estos tratarían benignamente a un pueblo que se comprometió en la lucha anticomunista, sin embargo, los líderes cosacos no sabían que su destino ya se había decidido en Yalta, cuando el primer ministro británico Winston Churchill, el presidente estadounidense Franklin Roosevelt y el mariscal ruso Josef Stalin se reunieron para decidir sobre las cuestiones finales pendientes de la guerra en Europa y la repatriación reciproca de los prisioneros de guerra. Aunque dichos acuerdos solo obligaban a los aliados a repatriar a los que poseían la nacionalidad rusa, y no incluía a los emigrantes rusos blancos que habían huido durante la Revolución Bolchevique antes del establecimiento de la URSS, Stalin exigió a todos los prisioneros de guerra cosacos, por lo que en una traición típicamente británica los ingleses decidieron repatriar a todos los cosacos, muchos de los cuales ya tenían nacionalidad de los diferentes países europeos por cuanto huyeron del régimen comunista en la década de los 20, y se establecieron en diferentes países.

«Los cosacos de Hitler» nos cuenta esa gran tragedia ocurrida entre mayo y junio de 1945, y que paso a la historia como la «Masacre de cosacos en Lienz», cuando los ingleses decidieron entregar al Ejército Rojo unos 32.000 cosacos que se encontraban viviendo en Alemania y Austria, que luego fueron trasladados a Rusia, donde terminaron muriendo en campos de concentración de Siberia y fueron olvidados por la historia oficial. Así  el 28 de mayo de 1945, los británicos transportaron a 2.046 oficiales y generales cosacos desarmados y engañados pues supuestamente estaban invitados a una conferencia importante con funcionarios británicos, informándoles que regresarían a Lienz a las 6:00 de la tarde, sin embargo los trasladaron a una ciudad cercana controlada por el Ejército Rojo y los entregaron al comandante general del Ejército Rojo, que ordenó que fueran juzgados por traición. No obstante, algunos cosacos desconfiaron de la supuesta reunión, aunque los británicos les aseguraron que todo estaba en orden, así incluso un oficial británico le dijo a los cosacos: «les aseguro, en mi palabra de honor como oficial británico, que van a asistir a una conferencia». Igualmente, el 1 de junio de 1945, los británicos colocaron 32.000 cosacos (con sus mujeres y niños) en trenes y camiones y los entregaron al Ejército Rojo para su repatriación a la URSS.

La historia gráfica «Los cosacos de Hitler» permitirá a los lectores acercarse a uno de esos capítulos de la historia ocultados por la historiografía institucional más preocupada en insistir en las versiones oficiales, que en escribir la verdad de los hechos.

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Descripción del editor:

LOS COSACOS DE HITLER ES UN CÓMIC HISTÓRICO QUE AYUDA A ENTENDER LA SITUACIÓN ACTUAL DE UCRANIA.

Olivier Neuray y Valerie Lemaire tejen una apasionante y fascinante historia en Los Cosacos de Hitler. Se basa en unos sucesos históricos reales no tan conocidos en la que las vidas de una cosaco rusa, Macha, y dos soldados del ejército británico, Edward y Nicolas, se cruzan a lo largo del siglo XX. Entra en juego la crudeza de la situación en un campo de refugiados y el oscuro destino que les aguarda a los británicos tras intentar continuar con sus vidas en su país natal. No solo descubre al lector las claves de una parte de la historia del siglo XX, sino que, además, ayuda a entender el presente. Una historia de luces y sombras donde podrás profundizar en el material extra.

¿CUÁL ES EL PRECIO POR LA LIBERTAD DE UN PUEBLO?

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Esa es la pregunta que se hacen los soldados británicos al conocer a los prisioneros del campo que vigilan. Las vidas de estas personas ya no parecen tener cabida en un mundo devastado por la Segunda Guerra Mundial.

Los británicos están destinados a vigilar un campo de prisioneros de guerra alemanes. ¿Alemanes? Descubren que no son los nazis sanguinarios que esperaban. Sino el reducto de opositores rusos al sistema comunista que, desesperados y atemorizados por el régimen de Stalin, decidieron aliarse con el ejército alemán para combatir a los comunistas.

Prosélitos de Hitler, destinados al odio y a la muerte por Stalin, los últimos herederos de la nación cosaca pusieron su destino en manos de los vencedores, alimentando la esperanza de encontrar refugio en el oeste y salvarse del cruel destino que les deparaba el régimen soviético.

LA TRAICIÓN DE LOS BRITÁNICOS A LOS COSACOS DE LIENZ EN LOS COSACOS DE HITLER

Tiene un trasfondo histórico real: la traición de los británicos a los cosacos ucranianos de Lienz, el caso más cruel. El ejército británico tenía bajo custodia 2.500 cosacos, militares y civiles.

El 22 de junio de 1941, los nazis lanzaron su ofensiva contra la URSS en la operación que abría el Frente Oriental, conocida como Operación Barbarroja. El Ejército Rojo sufrió un elevado número de bajas. Pero con lo que no contaron era con que algunos de sus generales cambiasen de bando.

Las huestes cosacas formaron una importante oposición armada ante el gobierno bolchevique, pero León Trotski impuso políticas represivas contra los cosacos y estos emigraron de Rusia con destino a los Balcanes.

El ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels supo ganarse a los cosacos que habían huido de los bolcheviques ofreciéndoles luchar contra los que les habían expulsado de sus tierras y, sobre todo, un estado libre cosaco –Kazakia– tras derrotar a Stalin. De esta forma, se constituyó la División de Caballería Cosaca adscrita al cuerpo Panzer, bajo la dirección del capitán cosaco Zagorodny. Además, se unieron muchos cosacos hechos prisioneros por los alemanes a los que Stalin habían obligado a luchar en las filas del Ejército Rojo.

Cuando terminó la guerra en el frente europeo, los prisioneros cosacos que habían luchado junto a los alemanes trataron de quedar bajo la custodia de los aliados occidentales, pero en la Conferencia de Yalta de 1945, Churchill, Roosevelt y Stalin sellaron su suerte. Stalin consiguió repatriar a todos los ciudadanos soviéticos. A cambio, repatriaría a los prisioneros aliados que el Ejército Rojo había liberado de los campos nazis. Aunque inicialmente no se incluyeron en el acuerdo los cosacos emigrados durante la Revolución rusa. Stalin lo exigió más tarde para encerrarlos en los gulags o ejecutarlos por traición.

¿QUIÉNES ERAN LOS COSACOS?

El término cosaco describe una categoría de individuo, un tipo de combatiente. Se refiere a un errante, un hombre libre, una persona sin ataduras que se pone al servicio de príncipes o soberanos en tiempos de guerra.

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Las primeras comunidades se remontan a las estepas de lo que hoy es Ucrania, en el siglo XV. Su origen étnico es muy heterogéneo: eslavos, descendientes de antiguas tribus como los cumanos o los alanos, tártaros e incluso caucásicos del norte. Con el tiempo se fueron instalando desde el sur de Ucrania hasta el norte del Cáucaso y hasta Siberia.

Se distinguen por su fuerza física, destreza militar, excepcionales cualidades ecuestres y características armas. Algunos están a sueldo de un soberano, vigilan sus fronteras y frenan invasores. Otros son independientes. Viven de los botines, la pesca y la caza. Sin embargo, a partir del siglo XVIII su situación fue cambiando. Pues pierden autonomía, hasta llegar a la situación en la que se encuentran con la Segunda Guerra Mundial.

Si quieres descubrir más sobre la historia de estos personajes tan mitificados y, a la vez, tan poco conocidos, no dudes en hacerte con Los cosacos de Hitler.

Datos de la obra:

  • AutoresValérie Lemaire & Oliver Neuray.
  • Editorial: Cartem Cómics.
    Medidas: 23 x 32 cm. Impresión sobre papel mate de 150 gramos.
    Páginas: 104.
    Encuadernación: tapa dura en mate.
    ISBN: 978-84-124933-4-4
  • PVP: 24,00
  • Comprar: pulse aquí

Un documento histórico que nos acerca a la historia de los cosacos

La Masacre de los cosacos en Lienz
(Desde Rusia, Vol. VI, No.84, septiembre del año 1949)
 
Al Representante del Ataman de los cosacos de Don en Norteamérica  y América del Sur, Teniente- General S. V. Denisov.

Su Excelencia,

En vista de acercarse el cuarto aniversario de la horrible tragedia de los cosacos, durante su extradición forzada a la Unión Soviética, yo creo que es el momento apropiado para conmemorar brevemente este terrible evento en la memoria de los cosacos.

Como ya es conocido, los Cuerpos cosacos del General Domanov, integrados por aproximadamente 28,000 personas, incluyendo a las mujeres, niños y ancianos, dejaron territorio italiano en principio del mayo del año 1945, cruzando por el paso de montaña la cordillera de los  Alpes, con destino a Austria y se acamparon en el valle del río Drau.

Los cosacos y una parte de las unidades administrativas se acamparon dentro de los límites urbanos del pueblo de Lienz. Los regimientos cosacos (todos desarmados) se alojaron en este lugar en tiendas de campaña, mientras que el personal no combatientes - los ancianos, las mujeres y los niños, encontraron cuartos para arrendamiento en el campamento Peggetz, aproximadamente dos millas a fuera de la ciudad.

La actitud de las autoridades británicas asía los cosacos realmente estaba más allá del reproche y incluso benévolo todo el tiempo hasta antes del día 26 de mayo, y no había indicio alguno de la catástrofe inminente. Sin embargo, en ese día en particular tuvieron lugar dos eventos. Este día un camión británico se detuvo delante del Banco de campaña de los cosacos, y los soldados británicos excusándose por las órdenes de sus superiores, exigieron las llaves de las cajas fuertes. Después de cerrarlas con llaves, las cargaron al camión y se marcharon apresuradamente con un destino desconocido. Las protestas del Director del Banco, y su explicación que las cajas fuertes contienen los ahorros personales de los cosacos, no lograron a tener efecto alguno. Según la declaración del Director del Banco, esas cajas fuertes contenían en ese momento aproximadamente 6 millones en Marcas alemanas, y un monto no determinado en Liras italianas -  todo este capital había sido dinero personal de los cosacos.

Este mismo día, un funcionario británico se presento en el hotel donde se habían alojado el General Shkuro y cuatro de sus oficiales- ayudantes, y pidió que ellos preparan todas sus pertenencias para dirigirse al otro lugar. A la pregunta, "Cual es ese “otro lugar”?", contestó, "Donde estará toda su gente…"

Mas tarde se supo que al General Shkuro y a sus ayudantes les habían trasladado al campo de concentración Spittal y los encerraron allí detrás del alambre de púas.

Cabe mencionar en esta nota que simultáneamente en el campamento principal cosaco había sido leída una orden británica según cual todos los cosacos recibirían aumento de las raciones alimenticias. En realidad, el motivo verdadero de este sorpresivo “aumento” de raciones británicas era de calmar cualquier posible sospecha que podría haber surgido entre los cosacos, y de esta forma le haría más fácil llevar a cabo sus verdaderas intenciones a la administración británica.

Pero la buena recepción de la noticia sobre el aumento de raciones duró un rato muy corto. Al día siguiente, en 27 de mayo, aproximadamente a las 10:00 A.M., el oficial británico exigió que todos los funcionarios y miembros de la comunidad cosaca le entregaran sus armas personales que, hasta ahora, les habían permitido portar. Escasamente alguien supuso el propósito real de este desarme. Había unos cuantos quienes se anticiparon y sintieron instintivamente, o más bien, subconscientemente, sobre algo misterioso y malo que esta sucediendo en realidad.

Se exigió que todos los altos funcionarios, oficiales militares y personal médico se reportarán a la 01:00 P.M del día 28 de mayo en la plaza principal del campamento, para ser trasladados en camiones según lo ordenado por el General británico.

El Comandante del Pueblo de Lienz, el Mayor británico Sr. Davis, declaró que no se debe llevar el equipaje, ya que se suponía que todos regresaban en tres o cuatro horas y así fue considerado por todos. La honestidad y veracidad de esta declaración se tomó por el hecho ya que tenía el valor de ser expresado derechamente y personalmente por dicho oficial británico en la cara de todos. Pero, realmente, en cuanto el convoy de los camiones llevó a más de 2,000 funcionarios y oficiales, encabezados por el General Krasnov, acto siguiente y ya en marcha – la columna de transportes fue rodeada por los tanques británicos y escoltada a su destino aun desconocido.

Escoltados de esta manera, todos llegaron al campo de concentración  Spittal, este mismo fue rodeado por varias empalizadas de alambre de púas y era patrullado y resguardado fuertemente por los británicos.

Veinticuatro horas después, todos estos prisioneros infortunados fueron transportados a la Zona soviética y fueron entregados a los rusos. Sólo cinco personas pudieron escapar por un milagro. Ante los hechos, los numerosos presos del campamento habían cometido suicidio, numerosos otros fueron fusilados por los guardias británicos mientras intentaban efectuar un escape; a muchos otros  se les habían ejecutado de la misma manera ya en la Zona soviética, y hasta el momento se desconoce exactamente ¿cuántos de mas de 2,000 oficiales lograron llegar con vida a la Unión Soviética – supuesto destino final de este “traslado”?

En la tarde del 29 de mayo, camiones británicos equipados con altoparlantes se dirigieron al campamento de Peggetz, donde los regimientos cosacos y sus familias estaban acampando, y anunciaron que todos teníamos que estar listos para ser repatriados voluntariamente (?) a la Unión Soviética. El oficial británico repitió este anuncio en 30 de mayo y en 31 de mayo.

La reacción unánime de los todos los cosacos había sido negarse y para dar énfasis a su protesta todos declararon una huelga de hambre e izaron los estandartes negros. Cuando los camiones del suministro británicos se estacionaron como de costumbre en ciertos puntos de distribución, no se presento nadie para recibir las raciones y, después de descargar la comida en la tierra, los británicos se largaron. Ningún cosaco tocó esa comida.

En la mañana del 1 de junio los cosacos del campamento de Peggetz habían decidido unirse en la oración a Dios, quizá por última vez. Para este propósito se levanto un altar de campaña en la plaza del campamento y una muchedumbre de miles de ancianos, mujeres y niños, se congregó a la misa para orar. Los jóvenes Cadetes, como para protegerlos, formaron un anillo exterior y se agarraron de las manos. Los estandartes negros estaban flameando sobre cada cuartel.

La imagen de la muchedumbre era profunda y imponente al mismo tiempo. Ningún nervio humano podría soportar viendo a esta multitud arrodillados, orando intensamente, y llorando amargamente.

Durante esta Liturgia los británicos rodearon el área del campamento por los tres lados con los tanques y soldados armados con ametralladoras. El cuarto lado permanecía libre: allí había el río Drau - profundo y veloz, que formaba una barrera natural. Junto con los tanques allí aparecieron los camiones; mas a la distancia se veía el ferrocarril con un largo tren compuesto por vagones de carga y de ganado,  en espera de sus víctimas - los cosacos.

Los británicos esperaron por un rato. Entonces, ya que la gente continuaron con sus oraciones, ellos dispararon una descarga de ametralladoras al aire y al mismo tiempo empezaron a agarrar a las personas civiles indefensas que se habían sentado en la tierra y abrazados entre si, negándose a abordar los camiones.

En este momento, allí es donde empezó un derramamiento de sangre bestial, brutal, y inhumano, una matanza de los seres humanos inocentes. Los británicos empezaron pegar con los palos y herir a la gente con bayonetas y causando un pánico indescriptible. Los gritos que penetraban el alma llenaron el aire. En este cataclismo inconcebible muchos fueron pisoteados hasta la muerte, principalmente los niños.

Quien quiera estando en esta situación sería capaz de oponerse en una defensa desesperada aunque tuviera siquiera una miga de fuerza.

Los británicos lograron a agarrar y empezaron a cargar a los camiones solamente a aquella gente que ya era inconsciente por recibir la brutal paliza, muchos de estas personas con sus extremidades fracturadas y costillas rotas, a quien tiraban como leña a bordo de sus camiones llenos de cuerpos.

Ya en los camiones, algunos cosacos recobraban conciencia y intentaban saltar a fuera. Estos han sido golpeados nuevamente hasta que ellos se desmayaran y los tiraban de nuevo a los camiones. Los cadetes se opusieron y se resistieron ferozmente a la violencia desatada. Ellos no solamente se defendieron, además hicieron todo lo humanamente posible en esta situación para ayudar a las mujeres, a los niños, y a los ancianos para evitar “la repatriación”, el encarcelamiento y su eventual ejecución en la URSS.

Numerosos cosacos y sus esposas cometieron el suicidio en ese día y prefiriendo la muerte a la deportación a un país bárbaro que había sido alguna vez Rusia, nuestra Patria.

Semiconscientes, empapados en sangre y mal heridos - es así cómo ellos llenaron el tren de la muerte.

Por algunas razones desconocidas, la "Autoridad Honorable" británica había decidido dar una tregua, y el próximo transporte “voluntario, a la casa" con las víctimas respectivas fue fijado para el 3 de junio. Esta tregua ahorró las vidas de muchos cosacos y sus esposas.

Durante la noche del 1 de junio al 2 de junio allí empezó el segundo acto de la tragedia de los cosacos: la población local empezó a saquear las posesiones de los cosacos. Como cuervos negros que olfatean el olor a la sangre fresca, los austriacos ahora se llevaron la propiedad de los cosacos en las carretas.

Durante estos mismos días, y con procedimientos iguales, los 15 Cuerpos cosacos consistentes en total de 18,000 personas fueron entregados por los británicos a los soviéticos cerca del pueblo de Judenburg. De esta multitud allí solamente lograron escapar con vida, sanos y salvos 10 oficiales y entre 50 y 60 cosacos que rompieron el cordón de los guardias usando granadas de mano, y se ocultaron en los bosques cercanos.

De esta forma, el 29 de mayo, el 1 de junio y el 3 de junio de año 1945, unos 45,000 rusos y cosacos fueron entregados para sufrir una venganza violenta, como recompensa por su cooperación con estos gobiernos y poderes extranjeros, por la integridad y los intereses de los cuales la Nación rusa había vertido su sangre y había ganado victorias en Primera Guerra Mundial.

En la actualidad el campamento de Peggetz es abandonado y ha desaparecido. Solamente en las colinas, aun ahora se puede encontrar algunas tumbas olvidadas de las víctimas, con unas pequeñas cruces deterioradas con el tiempo, como un recuerdo de la tragedia cosaca.

Un historiador futuro pasará un veredicto imparcial a esta tragedia amarga, un veredicto a estos representantes del " Orgulloso Albion " quiénes han deshonrado a aquel “gobernante de los mares” del pasado, y quiénes no son dignos de llamarse los defensores sinceros del mundo civilizado.

Pérdidas de personas tan grandes como las sufridas por estas dos unidades - del General Domanov en Peggetz y de los 15 Cuerpos cosacos en Judenburg, en el curso de un par de días, en condiciones de una guerra terminada, no tiene ningún precedente en la historia del ejército ruso.

En estas unidades había representantes de los cosacos de Don, quienes formaban su armazón principal junto con sus familias. Sin olvidar también a los cosacos y sus esposas de otros ejércitos y regiones cosacos.

Como integrantes de los 15 Cuerpos cosacos también había varios compatriotas que no eran cosacos.

Entre los ejecutados estaban los combatientes heroicos y los líderes del Ejército Blanco del desaparecido Imperio Ruso, destacados por su valentía durante la Primera Guerra Mundial.

Los cosacos que lucharon en la Guerra Civil: Ataman General P.N. Krasnov, los Generales Shkuro y Príncipe Sultán Girei-Klytch, y otros.

Estoy convencido que en calidad del Ataman suplente de los cosacos de Don, es mi deber directo recordar y honrar a los cosacos que sufrieron esta catástrofe monstruosa, entre estos a una de sus víctimas - el distinguido Ataman cosaco de Don y líder del Ejercito Blanco, General de Caballería Peter Nikolaevich Krasnov.

Expresamente solicito que den amplia publicidad y sentido correspondiente a este evento para conmemorar en estos días el aniversario trágico dondequiera que de una manera solemne hay áreas en las que los cosacos se han establecido más densamente.

Creo que todos los cosacos, también aquellos de los nuestros compatriotas quién no lo son, ofrecerá sus oraciones sinceras conmemorando a los soldados rusos caídos y el trágico destino de sus familias.

Estoy firmemente convencido que los cosacos, unidos en pesar común por estos días de luto, se olvidarán de sus discordias personales, y que ellos se unirán en sus esfuerzos para servir a nuestra estimada Patria, como los hijos fieles de ella quien somos, los cosacos.



El original firmado por:

El Ataman Suplente de los cosacos de Don, Comandante del Estado Mayor General - Mayor POLIAKOV.



Lienz, Austria el 12 de mayo de 194

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Abogado, académico de la Academia Internacional de Ciencias, Tecnología, Educación y Humanidades y colaborador de numerosas publicaciones y revistas, exdirector de la sección cultura del periódico digital Minutodigital, e impulsor de numerosas iniciativas de la sociedad civil para fomentar la participación ciudadana real en la vida política y social, como el Centro Jurídico Tomás Moro, el Centro de Estudios Históricos General Zumalacárregui, o la Asociación Editorial Tradicionalista. Actualmente es director de Tradición Viva

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