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Historia, memoria y manipulación política

Es esta aspiración a manipular, no tanto la historia como la Memoria, la que inspira la actual política revisionista del Gobierno progresista y, en general, del movimiento Woke..

La palabra Historia, cuyo significado entendemos todos, ha sido en buena parte sustituida en la actualidad por el término Memoria, usado por ejemplo en la Ley de Memoria Democrática. Para muchos, ambas cosas son lo mismo, y el uso de Memoria es una simple cuestión de esnobismo. Pero, ¿Historia y Memoria son términos equivalentes o se refieren a realidades distintas? Una cuestión aparentemente baladí, pero de mucha más enjundia de lo que parece.

La “Memoria” no es el relato de lo acontecido. Eso es la Historia. La “Memoria” es lo recordado o lo imaginado, lo que creemos, o queremos saber del pasado, lo que pretendemos y logramos preservar del presente, una realidad inventada o selectiva con grandes implicaciones prácticas, porque nos identificamos y actuamos no tanto en función de lo que somos, sino de lo que creemos ser.

El concepto de “Memoria Histórica” fue introducido por primera vez en los años 80-90 por el historiador francés Pierre Nora, en su enciclopédica obra “Les lieux de mémoire” (Paris, Gallimard). Para este autor, y para la escuela por él creada, la “Memoria Histórica” no es una obra individual, sino colectiva, que se plasma en los llamados “lugares de memoria”. Estos soportes o “lugares de la Memoria” son tan variados como textos escritos, audios, elementos plásticos, espacios públicos, esculturas, rótulos de calles, monumentos de cualquier índole o conmemoraciones, celebraciones o espectáculos, por citar solo algunos de los muchos soportes posibles de esa Memoria Histórica.

La detección de la memoria histórica se realiza mediante la búsqueda y recopilación de los “lugares” (o soportes) en que esta se fija.

Cuando el historiador investiga el pasado, construye memoria. Por el contrario, cuando se investiga sobre la memoria construida, no se busca tanto el pasado, sino sus huellas en el presente. Al investigar la memoria construida, puede descubrirse la hipertrofia o el raquitismo de ciertos elementos de la misma, lo que, a su vez, permite descubrir las relaciones de poder existentes cuando esa Memoria se construyó.

La exploración de la memoria permite dotar de nueva identidad a un grupo o a una situación del pasado o, por el contrario, revisar o desmontar las percepciones que circulan sobre una determinada materia o acontecimiento ocurrido.

Es esta aspiración a manipular, no tanto la historia como la Memoria, la que inspira la actual política revisionista del Gobierno progresista y, en general, del movimiento Woke.

Siempre me llamó la atención que, desde la llegada de la democracia, era rarísimo encontrar en los  periódicos fotos que mostraran a un Franco amable o sonriente, vestido de civil o en un evento deportivo, o en familia con sus nietos o inaugurando un pantano. Casi siempre para ilustrar un texto sobre el franquismo, se seleccionaba un Franco de uniforme durante la guerra civil, y, preferentemente, en la que aparece con Hitler en la estación de Hendaya.

Cuando se investiga y recopila sistemáticamente la existencia de nombres de calles, placas o lápidas, monumentos, fotos, películas etc referentes a la guerra civil o el franquismo, lo que se busca es destruir los “lugares de la Memoria” que soportan una visión actual de la historia de aquellos años, para su manipulación y sustitución por otra Memoria que se pretende construir ahora.

El afán actual de destruir placas y monumentos, de abrir tumbas, de cambiar el nombre de las calles, de cancelar la proyección de determinadas películas, de ocultar textos, libros o documentos, de eliminar fotos, de cambiar el signo de fiestas y celebraciones, de intimidar a los testigos o estudiosos a través de leyes represivas… todo ello es una vasta operación de ingeniería social, auspiciada por las nuevas relaciones de poder, para destruir los “lugares de la Memoria” de nuestro pasado reciente y construir una nueva Memoria Democrática.

No se trata de esnobismo, ni de improvisado o superficial afán de revancha. Se trata de un plan de gran calado, con objetivos muy concretos y apoyado por investigadores sociales universitarias influidas por las aportaciones de Gramsci a la estrategia para la Revolución.

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El genial pensador marxista italiano, lejos de repetir las viejas teorías marxistas sobre los medios de producción, la plusvalía y la lucha de clases, llamó la atención sobre que lo que llamamos “el sentido común”, que lejos de para él ser una trivialidad a pasar por alto, consideró un “concentrado de civilización” y de transmisión de una forma de ver el mundo, que había que abrir, explorar, conocer cómo se genera -en la familia, en la escuela etc-, para poderlo cambiar de signo y ponerlo al servicio de la nueva sociedad.

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De manera análoga, hoy sus herederos intelectuales entienden que la percepción en el presente de los acontecimientos del pasado, que determinan quiénes pensamos que somos y, en consecuencia, cómo actuamos, no son un resultado espontáneo, sino producto de una Memoria construida sobre la base de unos lugares de la Memoria o soportes de la misma. Lejos de despreciarlos o darlos por sentado, se trata de conocerlos, recopilarlos y sistemáticamente desmontarlos, para construir una Memoria de signo contrario.

Todo esto que puede parecer alambicado, puede entenderse sencillamente resumiéndolo en una idea que Kurt Landgraff -el CEO de una de las empresas multinacionales para las que trabajé-, nos repetía con insistencia: “Perception is reality”.

Quería con ello animarnos a no preocuparnos solo de la realidad, sino, sobre todo, de las percepciones que las personas se forman. La gente, insistía, no se forma un juicio o toma decisiones basándose en la realidad, sino en la percepción que tiene de las cosas. El mensaje para nosotros, directivos que trabajábamos en la empresa,  era que, además de preocuparnos por la realidad, nos preocupáramos de las percepciones que generábamos,  para influirlas.

Supongo que lo anterior es la norma en esa publicidad institucional con la que las empresas más agresivas con el medio ambiente se presentan con tonos verdes ecofriendly y entre mariposas revoloteadoras; o en la que los bancos más codiciosos y desaprensivos hacen suyos eslóganes del tipo de “siempre a tu lado”. Se trata con ello de generar percepciones positivas, disimuladoras de una realidad mucho menos eco o generosa de lo que se quiere hacer percibir.

Pues esto, que en el campo del marketing se conoce desde hace mucho, es lo que, desarrollado metodológicamente por las Ciencias Sociales en los recintos universitarios, han tomado los políticos como herramienta para la batalla cultural, a través de las nuevas leyes de Memoria.

Destruidos todos los “lugares de la Memoria” que servían de soporte a nuestra visión del pasado -visión procedente de la Historia-, quedará vía libre a la construcción de una nueva Memoria Democrática, en la que la percepción del pasado le será irreconocible a los verdaderos historiadores.

A los que, por otra parte, para asegurarse de que no investigarán o publicarán sus trabajos, se les amenaza con las multas o penas a las que podrían enfrentarse.

Gramscismo en estado puro.

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