Por Cesare Sacchetti
Cuando el domingo pasado comenzó el recuento de las elecciones brasileñas, uno tenía la sensación de estar ante un verdadero déjà vu de lo ocurrido dos años antes en las elecciones estadounidenses.
El presidente saliente, Jair Bolsonaro, había partido con un margen de diez puntos porcentuales sobre su rival directo, el expresidente Lula.
Sin embargo, poco a poco toda esa ventaja ha ido disminuyendo hasta desaparecer por completo.
Lo que ha pasado es lo que prácticamente nunca pasa a nivel estadístico. El oponente en las elecciones logró «milagrosamente» no solo recuperar toda su ventaja sino también adelantar al presidente Bolsonaro.
Estadísticamente, cuando se alcanzan ciertos umbrales de ventaja en las elecciones, 3% o más, y cuando se llega a cierto punto en el conteo, a partir del 20%, prácticamente nunca ocurre que haya una recuperación del otro candidato y luego un adelantamiento. .
Pero aquí sucedió lo que era impensable en el papel. Lula avanzó mientras Bolsonaro permanecía prácticamente inmóvil en el puesto y ya no podía defender toda su ventaja.
Apenas se produjo esta impensable recuperación, fueron muchos los que tuvieron la clara sensación de que las manecillas del reloj habían retrocedido en el tiempo, concretamente a la noche del 3 de noviembre de 2020 en Estados Unidos.
Fue precisamente en esa desafortunada noche que se produjo uno de los mayores fraudes electorales jamás vistos en la historia de las tan cacareadas democracias liberales.
Fue en esa ocasión que quedó expuesta toda la desfachatez de la maquinaria subversiva del estado profundo de Washington que había decidido derrocar a Donald Trump a toda costa.
De la nada aparecieron votos por correo que estaban todos asignados, «extrañamente», a Joe Biden, y para la ocasión, hasta el difunto volvió a la vida para dar su voto al candidato del Partido Demócrata.
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Esto fue lo que concierne al lado interno del fraude, es decir, el que tuvo lugar dentro de suelo americano, mientras que en lo que respecta al lado externo, el internacional, varios actores intervinieron en el intento de anular el resultado electoral.
Sobre todo está la del estado profundo italiano que, según afirman diversas fuentes cualificadas, habría participado en este acto subversivo a través de una empresa propiedad del Estado, Leonardo, con el aval del entonces gobierno Conte.
Aparentemente, la operación subversiva fue tan amplia como para ver la participación de todo el sistema político italiano en un intento de bloquear el camino a la reelección de Donald Trump en lo que habría sido un golpe aún más sensacional que el ya visto. en 2016, cuando el entonces gobierno de Renzi fue acusado de ayudar a Obama a espiar ilegalmente a Trump y fabricar el engaño de Russiagate.
La guerra del estado profundo brasileño contra Bolsonaro
Esta vez sucedió algo similar con Jair Bolsonaro, otro gran opositor de esa red de potencias internacionales que en todas partes parecen seguir la misma dirección. El que ve el encendido de una máquina compuesta por poderes masónicos y transnacionales que tiene un único propósito: derrocar por cualquier medio disponible a aquellos líderes que de ninguna manera están dedicados a la causa del globalismo sino que quieren preservar sus raíces intactas. , la cultura y la espiritualidad de la propia nación.
Este es ciertamente el caso del presidente brasileño que había escrito un tuit antes de las elecciones en el que parecía referirse claramente a esas fuerzas oscuras y ocultas que acechan detrás de los círculos privados de la subversión globalista.
Bolsonaro citó un pasaje de la carta de San Pablo a los Efesios, en el que el Santo escribe que la batalla del cristiano no es sólo contra los potentados de este mundo, sino contra ese reino de las tinieblas que utiliza tales potentados para instaurar la dictadura. del mundo mal, basado en un odio visceral al cristianismo.
Y el presidente brasileño conocía ese odio ya durante su primera candidatura presidencial en 2018, cuando un hombre, Adélio Bispo de Oliveira, intentó matarlo con un cuchillo .
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El hombre fue posteriormente absuelto por el inefable poder judicial brasileño que juzgó a De Oliveira como «enfermo mental» y lo puso en libertad.
Como en todas las democracias liberales, el poder judicial no es un órgano que responda a los intereses de la nación y cuyo fin último sea la tutela de la justicia. El poder judicial en este sistema tiene la tarea de preservar la dominación de las élites capitalistas que son quienes detentan el poder real y son los verdaderos gestores de la democracia.
Y son siempre las togas las que aseguran la protección de los poderosos y dejan impunes sus crímenes. Esto se vio precisamente en Brasil durante el inicio de la farsa de la pandemia cuando el máximo órgano judicial, el Supremo Tribunal Federal, arrebató la gestión de la falsa emergencia de manos de Bolsonaro, transfiriendo el poder en cambio al ámbito local, especialmente a los gobernadores de las brasileñas. estados
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El objetivo de los togates brasileños era asegurar que la operación terrorista del coronavirus se llevara a cabo con la mayor dureza posible como se ha visto en varios otros países del mundo, como Australia, Israel, Italia y prácticamente toda Europa Occidental.
Bolsonaro, en cambio, hizo todo lo posible por no avivar el fuego de la psicosis y lograr que su país no cayera en la pesadilla del Gran Reseteo de Davos. Una sociedad que de haber llegado a su realización y manifestación final hubiera visto nacer la dictadura más feroz y represiva de la historia. Los últimos dos años han servido para este propósito.
Revelar la verdadera naturaleza del liberalismo que detrás de su hipócrita fachada de derechos humanos planeó la más autoritaria de las dictaduras, la que preveía la transferencia completa de los poderes de las naciones en manos de un puñado de anónimos financieros de Londres, Davos y Nueva York pretenden decidir el destino de toda la humanidad.
Bolsonaro se interpuso en el camino de este plan y el poder del estado profundo brasileño, como ya se vio hace dos años con Trump, puso en marcha la máquina del fraude.
Pero así como Trump sabía que sus enemigos en Washington estaban planeando un golpe electoral en su contra, Bolsonaro lo sabía.
Trump y Bolsonaro parecen compartir una aguda inteligencia política así como el aprecio mutuo mostrado por ambos en numerosas ocasiones, la más reciente en la que el presidente estadounidense expresó todo su apoyo a las elecciones a su homólogo brasileño .
La perspicacia política de los dos presidentes también se puede ver en las acciones emprendidas para frustrar los planes subversivos de sus oponentes.
El primero, Trump, había firmado la orden ejecutiva 13848 en la que ya en 2018 establecía la imposición de sanciones contra aquellas potencias extranjeras que quisieran derrocar su presidencia en 2020 mediante fraude electoral.
Trump estaba preparado para tal eventualidad. No fue tomado por sorpresa como algunos ingenuamente creen. Dejó que los demócratas y sus financistas iniciaran el fraude y luego rompió su respuesta al subversivo. Incluso hoy, casi dos años después, la llamada “administración Biden” no ha movido ni un ápice de la política exterior de su antecesor.
Estados Unidos no ha vuelto a convertirse en el brazo armado del atlantismo, ni ha vuelto a asumir el papel de gendarme mundial que castiga y derroca a gobiernos que no se alinean con los intereses de las potencias internacionalistas que dominan Washington desde hace mucho tiempo. tiempo.
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Probablemente algún día la historia aclare qué sucedió realmente en enero de 2021 cuando Donald Trump, según varias fuentes militares , parece haber usado sus prerrogativas presidenciales para evitar que se completara el golpe electoral del 3 de noviembre.
Y estas prerrogativas habrían llevado al presidente norteamericano a firmar el acta contra las insurrecciones ya recurrir a la intervención de las fuerzas armadas que desde entonces serían las verdaderas gestoras de un comisariado de facto de la administración presidencial.
Bolsonaro sabía del plan para defraudar las elecciones
Jair Bolsonaro también sabía que sus enemigos buscarían derrocarlo. Lo sabía incluso antes de las elecciones, cuando denunció cómo el voto electrónico era la forma ideal para llevar a cabo el fraude electoral.
Tal fraude es aún más simple que el que involucra el uso de tarjetas de papel. No es necesario sacar papeletas de la nada y muchas veces fabricar un número de electores que ni siquiera están inscritos en los registros electorales. Los votos se mueven de un lado a otro a través de máquinas electrónicas que asignan la victoria en la mesa a uno de los candidatos con un margen de diferencia ya establecido de antemano por un modelo matemático o un algoritmo.
Probablemente será por eso que en muchos municipios brasileños Bolsonaro resulta haber obtenido cero votos y Lula en cambio 100%. Algo que nunca se había visto en elecciones pasadas cuando aún no existía el voto electrónico.
El presidente brasileño, sin embargo, sabía que intentarían sacarlo a través de una estafa y por eso ya en octubre pasado ordenó a las fuerzas armadas revisar la seguridad de las máquinas electrónicas que contarían los votos.
El Ministerio de Defensa ya había realizado controles a los sistemas de votación electrónica hace un mes y elaboró un informe detallado sobre el tema. El informe no se ha hecho público, pero es muy posible que Bolsonaro haya visto el documento y haya tomado las debidas contramedidas.
Así como el apoyo del ejército de los EE. UU. fue lo que le permitió a Trump convertirse en presidente y eventualmente firmar la Ley contra las insurgencias, el factor de la enorme popularidad del presidente brasileño en el ejército es lo que le permitió poder defenderse de sus poderosos. enemigos internos y externos.
Y una vez más fueron ellos los que marcaron la diferencia: los militares. Según informa el sitio de noticias brasileño , Santa Teresa Noticia, tres empresas extranjeras, una rusa, una norteamericana y otra europea, han realizado una revisión técnica de las máquinas electorales junto con los técnicos del ejército brasileño y el resultado habría sido casi unánime. .
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Ha habido fraude, e incluso masivo. La semana pasada Bolsonaro acudió a la sede del Supremo Tribunal Federal de la que salió sin hacer declaraciones a los periodistas que lo esperaban agolpados en la puerta.
Cuando el presidente se fue, lo precedía un soldado que llevaba un maletín. Según algunas fuentes cercanas al gobierno brasileño, Bolsonaro se acercó a los robots para mostrarles pruebas irrefutables del robo sufrido el 30 de octubre.
E incluso el presidente habría impuesto un ultimátum a los jueces para que procedieran a declarar la ilegalidad del voto, so pena de arresto de los líderes que han urdido e implementado este intento de derrocar a la máxima autoridad política de Brasil.
En este caso, también existiría el fundamento constitucional para llegar a la participación de las fuerzas armadas del país a través de la activación del artículo 142 de la carta brasileña que prevé la intervención militar si el orden constitucional está en peligro.
Y ese sería ciertamente el caso dado que el presidente saliente se habría visto privado de la posibilidad de ganar un segundo mandato a través de un fraude electrónico masivo.
Y esta sería la razón por la que Bolsonaro, cuando convocó su rueda de prensa dos días después de la votación, no reconoció de ninguna manera la «victoria» de Lula ni se pronunció claramente sobre el inicio del proceso de transición de los poderes hacia los progresistas. candidato.
El presidente parece tener las ideas bastante claras sobre los próximos pasos a dar.
En todo esto, los brasileños parecen tener una percepción clara de lo sucedido y han invadido las calles del país. Desde hace más de una semana, cientos de miles de ciudadanos brasileños realizan manifestaciones en todos los rincones de Brasil, denunciando el fraude y exigiendo que su presidente legítimo, Jair Bolsonaro, permanezca en el poder.
En Río de Janeiro, en Florianópolis y en muchas otras ciudades de Brasil , se ha visto por doquier este río verde-dorado de gente que se ha sentido interpelada para defender su patria de lo que puede considerarse en todos los sentidos como un golpe de Estado.
A estas manifestaciones incluso se sumaron policías federales y militares que pasaron por las calles con sus vehículos blindados y expresaron toda su solidaridad con el pueblo que salió a las calles.
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Hay todo un pueblo del lado de su presidente y hay todo un pueblo que no quiere volver al pasado.
Hay todo un pueblo que no quiere volver a la presidencia de Lula, célebremente financiada por círculos cercanos a George Soros y apoyada por todo el establishment financiero.
Brasil cerró la puerta al pasado y la abrió al futuro encarnado en el mundo multipolar. Un mundo multipolar que, más que imponer la visión unilateral del establishment anglosajón, se base en el respeto a la soberanía de las naciones.
Brasil ya no quiere permanecer en esa globalización que despoja a los estados nacionales de su soberanía sometiéndolos a oscuras entidades supranacionales que gobiernan a las naciones en los cuartos secretos de logias y bancos.
Brasil quiere seguir siendo Brasil y defender su existencia. En los carteles electorales de Bolsonaro dice “Dios, patria y familia” y es esa trinidad la que más aterroriza al liberalismo. Liberalismo que ve como humo en los ojos todos aquellos valores que hacen referencia al cristianismo porque el liberalismo quiere anular estos valores para sustituirlos primero por los del ateísmo estatal hasta luego revelar su verdadera identidad que lleva a la adoración del culto luciferino. .
Y los brasileños quieren defender su verdadera identidad y rechazar la falsa que les impone el liberalismo. Por eso en 2022 en Brasil se puso en marcha la misma máquina de subversión internacional que se puso en marcha en 2020 en Estados Unidos.
Esta potencia subversiva derroca a todos aquellos que luchan para evitar que el poder del globalismo tenga la última ventaja sobre las naciones y sus pueblos.
Y Bolsonaro pertenece plenamente a esa alianza de patriotas que quieren un futuro mejor para su pueblo. No un hecho de esclavitud y represión contra quienes no se adaptan al modelo autoritario del Nuevo Orden Mundial, sino de paz y prosperidad mutua para las patrias.
Son horas importantes para Brasil porque son las horas en que esta nación decidirá su rumbo en los próximos años.
La historia en el último período parece haber virado claramente hacia el rumbo de la desglobalización.
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Los brasileños van por ese camino que quieren seguir. Del lado de Brasil y no del lado de los que quieren destruirlo.
Este artículo se publicó originalmente en italiano en https://www.lacrunadellago.net/brasile-il-golpe-dello-stato-profondo-contro-bolsonaro/
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