Este fue el último intento civil del Carlismo levantándose en armas para restablecer la Corona en la figura de Carlos VII. ¿Qué motivó aquella sublevación? Esencialmente la perdida colonial de Cuba y Filipinas en el 1898. Al respecto escribió Carlos VII a Juan Vázquez de Mella que “no haría nada que pudiera entorpecer la victoria de España, por no asumir ante la Historia la responsabilidad de la pérdida de Cuba”.
La Junta conspirativa estaba presidida por el marqués de Cerralbo, delegado de Carlos VII en España, con el conde de Casasola como tesorero. Se propuso levantamientos en Segovia, Burgos y Valladolid. Estas partidas tomarían armas y uniformes de la Guardia Civil. Mientras esto ocurría, el conde de Rodezno, Tirso de Olazábal y el marqués de Cerralbo agitarían la frontera con la ayuda de los legitimistas franceses. A parte de estas provincias, también estaban al corriente de una sublevación Vizcaya, Guipúzcoa, Aragón y Cataluña.
Uno de los principales implicados en la sublevación era el general Valeriano Weyler. Este, en el último momento decidió no participar. Sin su ayuda la sublevación era inútil. Por eso fracasó. A esto debemos añadir que la sublevación no tenía el apoyo extranjero. Con lo cual era muy complicado que todo saliera bien. El marqués de Cerralbo salió de España y presentó su dimisión, siendo sustituido en diciembre de 1899 por Matías Barrio y Mier. Las juventudes carlistas atribuirían el fracaso a la oposición de Berta de Rohan, segunda esposa de Carlos VII, de quien se dijo que había detenido al pretendiente cuando éste había salido ya hacia España. Lo cierto es que su segunda esposa dinamitó muchas intentonas y no permitió que su marido llevara a cabo sus aspiraciones al trono de España.
En Cataluña el Jefe del Estado Mayor y General del Ejército Real de Cataluña era el general José Bautista Moore Arenas y el hijo de Carlos VII, Jaime de Borbón, era general en jefe. El general Moore impuso su autoridad militar en la región sobre las juntas civiles carlistas, instituyó la Tesorería del partido como organismo militar y dividió el territorio en zonas militares. Nombró tesorero general de Cataluña a José de España y Orteu; tesorero de la provincia de Barcelona a José Muntadas; jefe interino de la brigada de Barcelona al coronel Salvador Soliva; comandante general de Barcelona a Matías Ripoll; comandante general de Gerona a Juan Baró; y por las provincias de Lérida y Tarragona a Francisco Cavero. Para estar preparados se compraron 3.450 fusiles Remington, 300.000 cartuchos, correajes, uniformes y boinas.
Carlos VII, por influencia matrimonial, nunca dio la orden de levantamiento. Sin embargo Salvador Soliva no estaba dispuesto a quedarse con los brazos cruzados. A pesar de la oposición del general Moore y los intentos de convencerlo por parte de Manuel Puigvert Dausá, alias Socas y Juan Puigvert, Soliva ordenó el levantamiento para el 28 de octubre de 1900.
Esta tuvo lugar en Badalona. ¿Qué sucedió? Una treinta hombres capitaneados por José Torrents, vestidos con blusa azul, boina roja y correaje de cinturón y tirantes, se presentaron armados con trabucos, fusiles Remington y escopetas, frente al cuartel de la Guardia Civil al grito de “¡Viva Carlos VII!”. En aquel momento se produjo un intenso tiroteo entre los carlistas y los guardia civiles. Estos últimos cerraron las puertas y dispararon desde las ventanas, abatiendo al carlista José Torrents. Tras varios minutos, los carlistas se dieron a la fuga, siendo perseguidos por los cuerpos de policía que habitaban en el cuartel.
No sólo se sublevó José Torrents en Badalona. En Gironella lo hizo José Grandia con obreros de las fábricas de la zona, que se mantuvo durante medio mes en las montañas de Berga. También lo hizo Manuel Puigvert en Calella; José Miró, Pepus en Castelldefels. También se levantaron Fígols, Aviá, Igualada y Montcada i Reixach. Todas ellas duraron pocas horas. A parte de Cataluña se contabilizaron sublevaciones en Alicante, Liria, Sierra de Carrasqueta, Alcoy, Alcalá de Chivert, Quesada, Úbeda, Baeza. El historiador Melchor Ferrer escribió que “la única manifestación varonil que hubo en España de protesta contra la vergüenza del desastre colonial y contra la nefasta política de la Reina Regente”. Tras aquellas sublevaciones el gobierno clausuró todos los círculos carlistas de España y suspendió su prensa durante algunos meses.
Carlos VII declaró traidores a los implicados en la misma. En respuesta, estos habrían redactado en Perpiñán una exposición para elevarla al pretendiente, en la que reconocían haberse “anticipado” a sus órdenes y haber obrado con impaciencia, pero les había movido la crisis que atravesaba Cataluña tras la pérdida colonial, periodo que auguraban “precursor de otras desgracias”, previendo una paralización de sus industrias. En la misma exposición, que no fue enviada pero si publicada en 1904, habrían recordado al pretendiente que antes del Tratado de París se había comprometido al uso la fuerza en caso de que el gobierno causase “una deshonra para la patria”, cosa que consideraban se había producido no solo con la venta de las Antillas, sino también de todo el archipiélago filipino. El alzamiento habría sido, según sus promotores, “un último esfuerzo” para salvar a España.