Vemos en la fotografía dos oficiales de caballería en la época del rey Luis XV de Francia.

Un espíritu llamado moderno objetaría que son muy orgullosos, vestidos muy ricamente, como para participar en una fiesta, dando la impresión de que desprecian a quien no esté vestido como ellos y no tengan sus adornos. Luego añadiría que el hombre debe ser más serio y no adornarse tanto, que lo propio de un hombre verdaderamente varonil es ser gorilón. Además, que si no son brutales no pueden ser buenos soldados, pues hombres así valdrían para bailar un minueto, pero no para combatir eficazmente.

Sin embargo, la Historia registra que los guerreros de aquellos tiempos del siglo XVIII tenían un coraje prodigioso. Avanzaban de manera tan valerosa que hasta hoy dejan a los historiadores asombrados. Tenían coraje de enfrentar cualquier peligro e incluso la muerte, y caminaban gloriosamente hacia la lucha o hacia la muerte llenos de heroísmo.

Cualquier carrera es susceptible de deformaciones. Así, también la carrera militar puede hacer al individuo muy duro, curtido. Para compensar ese endurecimiento es necesario rodearlo de apariencias delicadas a fin de no transformarse en un carnicero a sueldo sino en un caballero.

¡Nótese el porte erecto de ellos! Uno agarra la corneta con altivez, adornada con una bonita bandera que trémula al viento. Obsérvese la espada y la armonía entre el color de sombrero y el color de la bota. Hasta parece que el caballo aprendió la elegancia con el caballero. Se puede decir lo mismo del otro jinete. Un tambor fácilmente puede resultar una cosa muy pesada, pero revestido con el tejido es una belleza. Todo majestuoso dentro de la alegría de vivir.

Se podría escribir un librito sobre la razón de ser de la ornamentación en los uniformes militares, su valor simbólico, así como su ocaso. Por ejemplo, la hombrera fue una de las invenciones del espíritu humano en materia de indumentaria. Realmente incrementa algo al físico que puede aparentar no ser muy característicamente militar. Además, remite a simbolismos gloriosos, realza la jerarquía y la gloria militar por lo que tienen de áureo, de noble y de varonil.

En nuestra época de decadencia, era forzoso que la hombrera fuese sustituida por la simple chapita que actualmente se utiliza en algunos uniformes. Es inevitable que esa chapita sea cada vez más ordinaria hasta llegar el momento en que sea sustituida por algo de materia plástica o de tela. Las cosas de materia plástica tienden a dominar. Con el paso de los años hemos asistido a la decadencia, a la simplificación, a la caída de las hombreras de metal con cordones de seda o doradas a las de tela, para llegar dentro de poco a las de plástico. Después serán substituidas por un puntito marcado en el uniforme.

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