A lo largo de esta semana los obispos españoles se han reunido en asamblea plenaria para elegir al secretario general de la conferencia episcopal y para tratar otros asuntos de interés general.
Nada referente al bienestar de los habitantes de España, sean creyentes o no, nos resulta ajeno o indiferente.
La. Iglesia comparte las alegrías y las tristezas de todas las personas, las familias, los grupos, los pueblos, los pobres, las personas dependientes, etc.
Nos preocupa el grado de descristianización y deshumanización de Europa en general y de España en particular.
Nos preocupa el elevado número de abortos, de suicidios y que se haya aprobado una ley que permita la eutanasia.
Estamos a favor de la vida humana en todas sus fases. Vida que ha de ser cuidada, protegida, defendida, amada, custodiada por ser un magnífico don de Dios creador y salvador.
Nos preocupa el clima de tensión política que se vive en el país, la guerra en Ucrania y en otros lugares del mundo, los interminables conflictos, las tensiones y rivalidades, las decisiones arbitrarias y unilaterales, las injustas imposiciones. Necesitamos sentarnos juntos alrededor de una mesa para poder comunicarnos y dialogar teniendo como objetivo el bien común.
En comunión con el Papa y con toda la Iglesia hemos de trabajar todos y cada uno en pro del bien integral de cada ser humano, de los grupos, los matrimonios, las familias, las colectividades, las naciones, la entera familia humana, el medio ambiente, la casa común, etc.
Los cristianos lo hacemos movidos por nuestra fe en el Señor. Jesucristo, hijo de Dios e hijo de la Virgen María, el único mediador entre Dios y los hombres, el único salvador y redentor. Fuera de El la vida es triste y sombría. Con El todo se ve de otra manera, pues la gloria de Dios es que el hombre viva y la vida del hombre es la visión de Dios, dice San Ireneo, doctor de la. Iglesia.
Nos preocupa también la vida de los niños, adolescentes, jóvenes, adultos, mayores y ancianos, sobre todo de los que carecen de lo necesario para llevar una vida digna: trabajo, tierra, techo, hogar, familia, amigos, hermanos, descanso, etc.
Pensamos que al alejarnos de Dios y vivir prescindiendo de el nuestra vida se empobrece y pierde en calidad y en intensidad, pero todavía estamos a tiempo de reaccionar y convertirnos de todo corazón al Señor, que desea lo mejor para todos.
La Iglesia nos va educando en el amor verdadero, nos va formando para poder alcanzar una fe madura, nos alienta para que nuestra esperanza no vacile ni se quiebre. Mantengamos nuestra fe, vivamos en el amor de Cristo, que la esperanza nos sostenga.
Y así, arraigados en el Señor, podremos evangelizar la sociedad en que vivimos: esa es nuestra misión en medio del mundo: ser testigos del inmenso amor de Dios sirviendo a los hermanos.
De ese modo podrá surgir una sociedad renovada, sana y santa.
José. Vte. Martinez.
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