Entre los papeles de una religiosa fallecida llamada Clara se encontró el siguiente escrito.
Durante mis vacaciones en el lago italiano de Garda, en septiembre de 1937, recibí una carta de mi madre en la que me decía “Anita murió en un accidente de coche. La sepultaron ayer en Wald Friendhof”. Me impresionó mucho la noticia. Sabía que mi amiga no era muy piadosa que digamos. ¿Estaría preparada para presentarse ante Dios? ¿En qué estado le habría cogido su muerte súbita?
Al día siguiente asistí a Misa y comulgué por la intención de Anita en la residencia de las hermanas donde estaba instalada. Rezaba fervorosamente por su eterno descanso. Durante todo el día sentí un cierto malestar que fue aumentando por la tarde. Dormí inquieta. Me desperté de golpe escuchando algo como una sacudida en la puerta del cuarto. Encendí la luz. El reloj marcaba las doce y diez. No se oían más que las olas del lago golpeando monótonas contra el muro del jardín. No había viento. Tenía la misma impresión que cuando mi jefe en la oficina tiraba sobre mi mesa de mal humor una carta molesta. Reflexioné un instante si debía levantarme. ¡No! Todo esto no es más que sugestión, me dije. Mi imaginación está sobresaltada por la noticia de la muerte. Di media vuelta en la cama, recé algunos Padrenuestros por las almas del Purgatorio y me dormí de nuevo.
Soñé entonces que me levantaba por la mañana, a las 6, para ir a la capilla. Al abrir la puerta del cuarto, me encontré con un montón de hojas de escribir cartas. Levantarlas, reconocer la letra de Anita y dar un grito fue cosa de un segundo.
La carta desde el más allá comenzaba diciendo: “Clara, no reces por mí, estoy condenada”, y va contando con impresionante detalle cómo fue a parar al infierno. Las letras de las últimas palabras estaban tan torcidas que eran casi ilegibles. Cuando terminó de leer la última línea la carta se convirtió en cenizas.
En medio de las tremendas palabras que imaginaba haber leído, resonó el dulce tañido de una campana. Se despertó inmediatamente. Estaba acostada en su cuarto. La luz matinal entraba por la ventana. Las campanadas llegaban desde la iglesia parroquial.
El texto completo de esta carta del más allá puede leerse en: http://www.reinadelcielo.org/carta-de-un-alma-condenada-carta-del-mas-alla/
Anita no se habría molestado en leer esa carta, por eso está en el infierno.
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