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Emilio Valenciano Díaz. Mártir de la Tradición

Anciano de ochenta y tres años, capitán de la guerra carlista, comandante de voluntarios en Filipinas, condecorado con multitud de cruces; hombre bueno, caía en tierra herido por aquellos a quienes ningún mal había hecho.

Partida de Ruperto Viguri tras su apresamiento

Emilio Valenciano Díaz (Olloniego, Asturias: 15 de enero de 1851 – 10 de octubre de 1934).-  Abogado, militar y periodista carlista español, combatiente en la Tercera Guerra Carlista y en la guerra de Filipinas, apresado, martirizado y asesinado durante la Revolución de Asturias de 1934. Mártir de la Tradición. Murió vitoreando con entereza a Dios, la Patria y el Rey.

Emilio Valenciano Díaz nació en 1851 en Olloniego (Asturias) en el seno de una familia carlista. Con seis años fue enviado a casa de su abuelo, Antonio Díaz, que era escribano y notario. Entre 1860 y 1865 realizó el Bachillerato en el Instituto, tras lo cual estudiaría Derecho en la Universidad de Oviedo, licenciándose en 1870.

El 24 de abril de 1872, una vez iniciada la Tercera Guerra Carlista se incorporó voluntario a la partida de Viguri, que actuaría en Asturias pero sería apresada por las tropas gubernamentales al cabo de poco tiempo. En concreto fueron detenidos en Torrestío (León) a finales de abril o principios de mayo, al ser cercados por los gubernamentales y encontrarse hambrientos y enfermos, por lo que deciden entregarse. 

Partida de Ruperto Viguri tras su apresamiento

Fueron llevados a Telledo y de allí a la cárcel de Pola de Lena, de donde al cabo de dos días son trasladados a Oviedo, donde permanecen hasta noviembre, cuando son embarcados con destino a Canarias. Durante el trayecto reciben la sentencia de condena a 10 años de prisión en Cuba, por lo que Emilio y otros compañeros se evaden en un vapor que tras hacer escala en Gibraltar llega Marsella un 29 de junio de 1873, no tardando en pasar de nuevo la frontera para reincorporarse a los ejércitos del Norte. 

Por mediación del también asturiano Guillermo Estrada Villverde, Emilio es recibido por Don Carlos y con el grado de alférez es destinado a la 3º Compañía del 1º Batallón de Álava, donde coincide con su jefe de partida: Ruperto Viguri.

De nuevo a las órdenes de Viguri comienza verdaderamente la guerra para Emilio. Participa en la Batalla de Montejurra, siendo condecorado. En enero de 1874 es ascendido a teniente, marchando al intento de tomar Santander. En marzo se encuentra en la línea de Somorrostro en la batalla de San Pedro de Abanto, donde muere uno de sus amigos: Cayetano Díaz, del pueblo de Ceceda. Tras la batalla de Abarzuza es destinado de nuevo Asturias con el objetivo de levantar en armas la provincia. Allí se incorpora a las móviles, insistentes y resilentes partidas asturianas, colaborando con  Melchor Valdés Hevia y Prospero Tuñón. Pero con el aumento de la presión sobre el territorio carlista en el Norte , es requerida su presencia de nuevo en el territorio vasco, donde defiende la denominada Línea de Balmaseda, como oficial de un batallón alavés. En diciembre de 1875 es ascendido a capitán y en febrero de 1876, ya con el grado de comandante, atraviesa la frontera con los restos del ejército derrotado.

No permanecerá en Francia demasiado tiempo, si bien, llegó a conocer a Julio Verne e incluso le acompañó en un vuelo en globo. En 1877 regresa a España, acogiéndose  a la amnistía, y se establece en Madrid como abogado. Tres años después, en 1880, viaja a Filipinas a la ciudad de Iloílo, donde un pariente tenía un despacho de abogados. Allí permanecerá 18 años, siendo fiscal, alcalde y capitán de las milicias locales.

Valenciano Díaz, Emilio oficial del 1º Batallón de Álava

Con la pérdida de la colonia en 1898, Emilio vuelve a España con su mujer y dos hijas. Tiene 47 años y mantiene bien presente su pasado carlista. Según se narra en el libro «Homenaje a Juan Uría Ríu«, con el comienzo de la denominada “crisis del 98” hay sectores del carlismo que consideran que es un buen momento para volver a organizar una revuelta armada contra monarquía de la regente María Cristina. En Asturias, el vehículo propagandístico de esta corriente será El Fusil; un semanario que apareció clandestinamente en Oviedo en 1899 elaborado, según parece, por Emilio y otros conocidos carlistas. Detenidos por conspiración, ingresan por breve tiempo en prisión.

Manteniendo su actividad como abogado y ya inmerso en las luchas internas del carlismo, Emilio toma partido por la fidelidad dinástica y no por la escisión integrista. Se convierte en director de Las Libertades, no duda en mantener encendidas polémicas desde las columnas de su diario, con sus «primos hermanos» integristas.

En 1924, don Jaime le nombra jefe de la Comunión en Asturias.

En 1934, ya convertido en un venerable anciano, vive en su pueblo natal, Olloniego, junto a su mujer, Fortunata Garcia, y una de sus hijas, Pepita.

Al estallar la Revolución de Asturias de 1934, fue apresado por los revolucionarios debido a su destacada militancia tradicionalista.

Pasamos a reproducir el relato de Jose María Vallejo en el periódico tradicionalista El Siglo futuro en la edición de 30 de octubre 1934:

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“Era el día 5, y como a las cuatro y media de la madrugada empezaron a oír unas fuertes detonaciones y un ruido confuso como de infernal algarabía; era la turba que se acercaba a la casa y disparaba contra ella bombas de mano y metralla de fusilería. A pesar de los requerimientos para que franquearan la puerta, no se hizo, y fuera quedaron, sin entrar tampoco en el jardín, cuya cancela estaba cerrada. Era muy recio el ataque y se hacía indispensable poner término a aquella situación angustiosa. En la casa se encontraban el anciano matrimonio, su hija Pepita y la señorita María Hevia, que pasaba con ellos una temporada.

 A las doce del día la señorita Hevia salió a la puerta a parlamentar con los asaltantes. Estos le manifestaron que respetarían las vidas y que lo que querían era registrar la casa a ver si había armas. Penetraron, se dieron a un minucioso registro y, como nada de particular encontraron, se fueron. Se podía respirar. Marchó la familia a buscar lugar más seguro que el de la propia casa, blanco tan predilecto de los revolucionarios.

El Sábado día 6: Se imponía recoger algunas cosas necesarias que en la huida dejaron abandonadas, y entonces la familia, siempre reunida, volvió a su casa. Nueva visita. Dos hombres, uno de ellos llamado Manuel Villar, se presentaron, diciendo:

Necrológica de don Emilio Valenciano Díaz

 —Tenemos orden del Comité (jefe de este Comité era Robustiano Hevia, barbero y presidente de una sociedad llamada «Emancipación clasista») de que vaya usted al cuartel—dijeron a don Emilio.

—Bueno, pues ya iré—respondió.

—No, no; es que tenemos que llevarle nosotros—contestaron.

Nada valieron las angustias y súplicas de la familia; allá fue conducido al cuartel de la Guardia civil, convertido ya en prisión. Allí estaba, entre otros, el señor cura párroco, que contaba setenta y un años, y al que tenían incomunicado.

Durante el cautiverio, la familia le llevaba la comida, permitiéndoseles sólo llegar hasta la puerta y siendo cuidadosamente registradas las cestas y hasta los alimentos mismos, siempre en busca de armas, a las que, por lo visto, tanto temían. No permitieron se le llevara colchón.

Días después volvieron a la casa los revolucionarios, y esta vez con el doloso propósito de querer encontrar un plan contrarrevolucionario que nunca existió, y el sable que el veterano usara en la guerra carlista. A las veces podía el detenido entregar a la familia, al propio tiempo que recibía la comida unas hojillas de almanaque en cuyos huecos blancos escribía sus pensamientos, sus deseos, sus recomendaciones; algo así como el testamento de última voluntad de un sentenciado a muerte por ser cristiano y caballero. En la correspondiente al día 1 de octubre, Santo Ángel Custodio de España, fecha anterior a la de su detención, pero que no encontró antes otra mano que la arrancara, entre otras cosas escribía, a los suyos:

«No os aflijáis. Muero muy tranquilo porque es por haber cumplido con mi deber. Rogad a Dios por mí, pues tengo la seguridad de que moriré asesinado. Un fuerte abrazo a todos; ya sabéis que soy viejo y no había de vivir mucho tiempo. Adiós. Emilio.»

Efectivamente, el día 10, por la noche, juntamente con el venerable y anciano cura don Joaquín del Valle le sacaron del cuartel. Fueron llevados al cementerio, y allí unas descargas pusieron fin a aquellas vidas. Anciano de ochenta y tres años, capitán de la guerra carlista, comandante de voluntarios en Filipinas, condecorado con multitud de cruces; hombre bueno, caía en tierra herido por aquellos a quienes ningún mal había hecho.

Al día siguiente fueron como de costumbre a llevarle la comida, puesto que la familia aún no conocía su suerte; y aquella vez, en lugar de encontrar en la puerta al esposo amado, al padre del alma, tuvieron que tornar con el corazón partido y el alma acongojada ante la evidencia de que no había sido llevado a Oviedo, como les dijeran, sino que había sido muerto, como pudieron comprobar poco después

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Puede leer:  La Guerra de los Matiners

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Estuvo casado con Fortunata García, con la que al menos tuvo dos hijas Josefa Valenciano García y Marina Valenciano García que estaba casada con Basilio Amestoy

Escribió una autobiografía «Por mi causa y por mi Hogar. Memorias inéditas del Comandante de los Ejércitos de Carlos VII», editadas con una Introducción, de Modestino y un epílogo sobre la muerte del autor y sus compañeros de martirio, por los señores D. Sancho Arias de Velasco y D. José Villanueva y Fernández. El Cruzado Español, 1934-1935.

Nota: El presente artículo es prácticamente una reproducción, con algún pequeño cambio y añadido, del aparecido en el blog: http://mikelatz.blogspot.com/2014/11/emilio-valenciano-asturianos-por-don.html.

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Abogado experto en derecho de familia se ha convertido en un referente en derecho de familia, custodia compartida, violencia de género y secuestro y sustración internacional de menores, es académico de la Academia Internacional de Ciencias, Tecnología, Educación y Humanidades. Colaborador de numerosas publicaciones y revistas y contertulio en numerosos medios de comunicación social.

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