¿Cómo debemos hacer apostolado? Con las armas de la franqueza: “Que vuestro sí sea sí, y vuestro no, no, para que no caigáis bajo condena” (Sant 5, 12).
Sin que declaremos con palabras y actos nuestra fe, no estaremos haciendo apostolado, pues estaremos ocultando la luz de Cristo que brilla en nosotros, y que de nuestro interior debe transbordar para iluminar al mundo: “Así seréis irreprochables y sencillos, hijos de Dios sin tacha, en medio de una generación perversa y depravada, entre la cual brilláis como lumbreras del mundo” (Fil 2, 15).
De nada huyamos, de nada nos avergoncemos: “Pues Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de templanza. Así pues, no te avergüences del testimonio de Nuestro Señor ni de mí, su prisionero; antes bien, toma parte en los padecimientos por el Evangelio, según la fuerza de Dios” (2 Tim 1, 7- 8).
¿Esta actitud causa desavenencias? Poco importa. Debemos vivir luchando “por la fidelidad al Evangelio, sin el menor miedo a los adversarios, esto será para ellos signo de perdición, para vosotros de salvación: todo por obra de Dios” (Fil 1, 27-28).
Cualquier caridad que pretenda ejercerse en detrimento de esta regla es falsa: “Que vuestro amor no sea fingido, aborreciendo lo malo, apegaos a lo bueno” (Rom 12, 9).
Una vez más insistimos: si hubiera quien huye ante la austeridad de la Iglesia, pues que huya, porque no es del número de los elegidos.
“Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a anunciar el Evangelio, y no con sabiduría de palabras, para no hacer ineficaz la cruz de Cristo. Pues el mensaje de la cruz es necedad para los que se pierden, pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios. Pues está escrito: Destruiré la sabiduría de los sabios, frustraré la sagacidad de los sagaces. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el docto? ¿Dónde está el sofista de este tiempo? ¿No ha convertido Dios en necedad la sabiduría del mundo? Y puesto que, en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios por el camino de la sabiduría, quiso Dios valerse de la necedad de la predicación para salvar a los que creen. Pues los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necedad para los gentiles, pero para los llamados, judíos o griegos, un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (1 Cor 1, 17-24).
Es duro actuar siempre así. Pero un ánimo valeroso, sostenido por la gracia, todo lo puede: “Vigilad, manteneos firmes en la fe, sed valientes y valerosos” (1 Cor 16, 13).
Este artículo se publicó originalmente en https://plineando.blogspot.com/
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