Dos jóvenes bromean despreocupadamente. Podrían ser dos estudiantes que se preparan para una broma afeitándose el pelo. El que hace de peluquero, tras su servicio, se sienta y es atendido por el otro. Distendidos, en la flor de la juventud, parecen encontrar diversión en la broma.
Terminada la tarea, aparecen en otras fotos caminando risueños, con la cabeza rapada y paso ligero. Uno parece especialmente preocupado por su cigarrillo. Su rostro, al mismo tiempo que risueño tiene una ligera expresión de desagrado. Tal vez sea un fumador acostumbrado a otra marca de tabaco por lo que le extraña el sabor.
El compañero que, con la cabeza afeitada, tiene un aspecto de boxeador, parece dirigirse alegremente hacia el cuadrilátero, ligeramente preocupado, pero imaginando ya una victoria.
Todo natural, común, banal. Tan banal, de hecho, que el lector no sabrá a qué viene esta fotografía aquí.
¡Horror! Estos dos jóvenes de diecinueve años fueron condenados a muerte, por la tan prudente y benévola justicia de los Estados Unidos. Y hoy ya no pertenecen al mundo de los vivos.
Su crimen fue matar a un ciudadano inofensivo, para robarle ochenta dólares y su coche. Como es lógico, a lo largo del proceso se examinó cuidadosamente su sanidad mental, y se comprobó que estaba intacta. Por lo tanto, ninguna anormalidad psíquica explica su conducta ni atenúa su culpabilidad. Mataron lúcida y voluntariamente.
La foto fue tomada cuando ambos se preparaban para ir a la silla eléctrica, cortándose el pelo para facilitar la circulación de la corriente mortal. Y las otras fotografías los mostraban yendo al suplicio.
Qué abismo entre este tipo de asesino, que caracteriza muy bien al delincuente precoz moderno, y el tipo de criminal “clásico”. Este último, diferente a todos los demás, con un aspecto feroz, dejando ver desatadas las peores pasiones, y haciendo gala de una total ausencia de amor al prójimo y de compasión. Y el tipo “moderno”, “buen chico”, “simpático”, risueño, afable, muy parecido a los demás. El primero, profundamente consciente de la distinción entre el bien y el mal, y todo entregado al mal. El segundo, matando con un horrible “candor”, con frialdad, con cinismo, sin medir el alcance moral de su acción, e incluso sin pensar que la moral tenga algo que ver con esto. Fruto de una pedagogía basada en la legitimidad de todo lo que es espontáneo y, por tanto, auténtico y sincero, tuvo una propensión a matar, y fue fiel a sí mismo, matando.
Para estos seres matar es muy poco. Porque poco o nada es morir. Así es como mueren: inconscientes y risueños, como risueños e inconscientes han matado. El embotamiento de su personalidad es tal que incluso su instinto de conservación está deteriorado.
Nueva forma de barbarie, más peligrosa para el futuro del mundo que la bomba atómica, cuyos peligros estamos lejos de subestimar. Este tipo de ciudadano está hecho para servir a cualquier régimen comunista, y aceptará, inconscientemente, ser obrero, detective o bailarín, según le manden. Es el veneno comunista, que circula por las venas de Occidente paganizado.
Este artículo se publicó originalmente en https://plineando.blogspot.com/
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