Así se titulaba el curso dirigido a los interesados en las cuestiones relacionadas con el matrimonio y la familia cristiana partiendo de la doctrina de la Iglesia y de las enseñanzas de los papas Juan Pablo ll, Benedicto (emérito) y Francisco.
Ciertamente en una sociedad en crisis no es anormal que el tradicional modelo familiar y matrimonial sea cuestionado y atacado por los partidarios de las modas de cada momento.
Los creyentes partimos siempre del designio de Dios en lo que se refiere a la unión conyugal y al sano desarrollo de las familias.
Ese consorcio de toda la vida entre un varón y una mujer que se prometen amor, fidelidad y compartir los bienes, ordenado al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole fue elevado por Jesucristo a la dignidad de sacramento entre bautizados.
Y así el matrimonio según la voluntad de Dios posee unas características propias inscritas por el Creador en la conciencia del hombre y de la mujer.
Leemos en los evangelios que algunos ponían a prueba al Señor preguntándole acerca de la indisolubilidad del matrimonio, pues Moisés permitió al varón dar acta de repudio a su esposa en ciertos casos.
El Señor responde indicándonos que al principio no fue asi, pues Dios los creo varón y mujer y dijo que el hombre deja a su padre y a su madre para unirse con su mujer de manera que los dos llegan a ser una sola carne.
De la licita unión carnal entre la esposa y el esposo se engendran los hijos, que son el don más excelente del matrimonio. Los padres tienen la responsabilidad de criar y educar a sus hijos humana y cristianamente, y de este modo todos los miembros de la familia aspiran a la santidad, vocación propia de los hijos e hijas de Dios.
También Jesús, el hijo de Dios, quiso nacer y madurar en el seno de una familia humana, compuesta por José, María y el mismo, la Sagrada. Familia de Nazaret.
A ella nos encomendamos para que nos haga capaces de saber presentar fielmente a todos la belleza y la grandeza del matrimonio y la familia en el plan de Dios, creador y salvador.
Una vez más queda manifiesta la necesidad de ser evangelizados para poder evangelizar. Que Dios nos lo conceda.
José Vicente Martinez