Valentina Orte
El Misisipi o Misisipí es un largo río del centro de Estados Unidos que fluye en dirección sur a través de diez estados —Minesota, Wisconsin, Iowa, Misouri, llinois, Kentucky, Tennessee, Arkansas, Misisipi y Luisiana— hasta desaguar en el golfo de México (océano Atlántico), cerca de Nueva Orleans. Lo sitúan como el cuarto río más largo del mundo, tras el Amazonas, Nilo y Yangtsé. Durante la época precolombina ya constituía una importante vía de navegación tan importante que los amerindios lo llamaban «Meschacebé» que significa «padre de las aguas». Hoy en día, constituye un elemento fundamental de la economía y de la cultura estadounidense.
España dominó vastísimos territorios de lo que hoy son los Estados Unidos de América durante más de tres siglos, desde que Ponce de León puso sus pies en la península de Florida en 1513. El 8 de mayo de 1541, Hernando de Soto fue el primer europeo en alcanzar, poco antes de que llegara al delta el que ahora se conoce como Misisipi, y que Soto bautizó como Gran Río del Espíritu Santo. La primera ciudad establecida en América del Norte fue San Agustín, en 1565, por el asturiano Pedro Menéndez de Avilés. Y el primer fuerte al Oeste del Mississippi se llamaba Fuerte Isla por su fundador, el trampero canario Manuel Isla.
La presencia española se extendió por la mitad de lo que ahora es Estados Unidos e incluyó una amplia franja en el sur norteamericano, en los actuales estados de Texas, Luisiana, Arizona o Nuevo México, pero también mucho más al norte, hasta la propia Alaska. Sin embargo, para entonces, primer tercio del siglo XVIII, Francia e Inglaterra estaban interesados por dominar América del Norte y luchaban por acaparar territorios en toda la zona, especialmente en la parte más septentrional de Norteamérica, en lo que hoy es Canadá. Los españoles, más volcados en su legado en Iberoamérica, no han prestado mucha atención a su pasado al norte de México y hoy son desconocidos para muchos de ellos grandes figuras de aquellos siglos como Pedro Menéndez de Avilés o Bernardo de Gálvez. La colonización más efectiva de la región sólo se llevó a cabo en el siglo XVIII en lo que hoy es California, y fue en parte para frenar el avance de Rusia, que iba bajando desde Alaska en dirección a México y sus minas de plata. Pero, aun a pesar de ese escaso interés, la presencia española en Estados Unidos llega muy lejos. La frontera entre Estados Unidos y Canadá está marcada por el Archipiélago de San Juan, que recibió ese nombre de manos del explorador gaditano Francisco de Eliza en 1791 y en el este construyó Fuertes en Carolina del Norte y exploró el mayor estuario de Estados Unidos, la bahía de Chesapeak junto a las ciudades de Washington y Filadelfia.
Sin embargo, fueron los franceses los que exploraron el Misisipi, 132 años después que Hernando de Soto lo descubriera y bautizara como Gran Río del Espíritu Santo. Los indios Sioux le llamaban Ne Tongo =el gran río, los franceses Louis Jolliet y Jacques Marquette le llamaron rio Colbert. La compañía de Jesús y especialmente los jesuitas franceses tuvieron un papel importante en la exploración y evangelización del territorio del actual Canadá y Norte de EE.UU. Entre estos jesuitas se encontraba Louis Hennepin un fraile católico belga, que también publicó por primera vez sobre las cataratas del Niágara y atrajo la atención del mundo al descubrir las cataratas localizadas al noreste de la ciudad de Minneapolis, Minnesota, en el río Misisipí siendo la única gran catarata natural existente en el Alto Misisipi. Hennepin las nombró como Chutes de Saint-Antoine por su santo patrón, San Antonio de Padua Otros exploradores posteriores que documentaron las cataratas fueron Jonathan Carvery Zebulon Montgomery Pike.
En el siglo XVII había muchos europeos como Jacques Marquette explorando este continente y tratando de convertir a los nativos al catolicismo. La mayoría de estos hombres, sin embargo, no tenían verdadero interés en las tendencias y tradiciones nativas, es decir, ningún otro interés que el de la voluntad de convertirles. Jacques Marquette en 1666 partió como misionero a Norteamérica, especialmente en su parte norte, y Canadá. El SW, especialmente toda California, fue evangelizada por franciscanos españoles quienes dejaron su impronta por toda la geografía de la zona.
Jacques Marquette nació en Laon, Francia en 1637, y se convirtió en sacerdote jesuita inmediatamente después de llegar a la edad adulta. En 1666, fue enviado a Nueva Francia en la región de Quebec de Canadá a petición propia. Allí profundizó en sus estudios de las lenguas y la cultura de los nativos americanos, mientras trabajaba con un misionero en Trois Rivieres. Marquette estuvo allí poco más de un año, antes de que lo enviaran a otra misión en Sault Saint Marie para convertir a la tribu de Ottawa. En 1668, antes de llegar en el invierno siguiente a la bahía de Chequamegon en el extremo occidental del lago Superior. Mientras vivía entre la tribu de Ottawa, Marquette quedó tan embelesado con la cultura nativa que incluso acompañó a la tribu mientras huían de los ataques de los sioux en el Estrecho de Mackinac, cuando fácilmente podría haber abandonado el lugar en barco y regresado al asentamiento europeo. Poco después se mudó a Point Saint Ignace, donde fundó su propia misión. Después de unos pocos años de administrarla, el gobernador Frontenac de Nueva Francia lo contactó para designarle como misionero y acompañar a Louis Joliet en una expedición para encontrar el río Mississippi. Las conversaciones sobre este descubrimiento corrían por toda Francia en ese momento por muchas razones hipotéticas: había rumores de oro y de abundantes oportunidades para el comercio y el transporte, y la idea de ser el primero en descubrir un recurso como el río Mississippi era muy intrigante. Sin dudarlo, los dos hombres partieron el 17 de mayo de 1673 desde el lago Michigan hasta el área de Green Bay. Luego navegaron en canoa por el río Fox, cruzando hacia el río Wisconsin, que luego los llevó directamente al río Mississippi, el tramo final de su viaje.
La primera tribu que conocieron Marquette y Joliet fue la Illini, o Tribu Illinois. Estos hombres fueron muy amables, según dejó escrito el propio jesuita. Más tarde también se convertirían en un aspecto sorprendente en la vida de Marquette, ya que estaba fascinado por su cultura. A medida que pasaba más tiempo con la tribu Illini, comenzó a reconocer que muchas de las figuras más destacadas de su sociedad eran transgénero o “personas de dos espíritus”. Con creciente curiosidad escribió en su diario, no mencionando nada sobre el matrimonio sino sobre las características que tenían estos hombres, y el gran papel que jugaban, llamándolos manitus, como si fueran sobrehumanos:
No sé por qué superstición algunos illinois, así como algunos nadouessi, cuando aún son jóvenes, asumen el atuendo de mujeres y lo conservan durante toda su vida. Hay algo de misterio en esto, pues nunca se casan y se glorían de rebajarse a sí mismos para hacer todo lo que hacen las mujeres. Van a la guerra, sin embargo, pero sólo pueden usar garrotes, y no arcos y flechas, que son las armas propias de los hombres. Están presentes en todos los juegos malabares, y en los bailes solemnes en honor del Calumet; en estos cantan, pero no deben bailar. Son convocados a los Consejos, y nada puede decidirse sin su consejo. Finalmente, a través de su profesión de llevar una vida extraordinaria, pasan por Manitous.
El documento de Marquette sobre estas personas no expresa ninguna crítica a esta cultura nativa, como cabría esperar de un misionero europeo del siglo XVII. Parece un personaje curioso y ansioso por aprender más. Más tarde supo que en la cultura Illini, el matrimonio entre personas del mismo sexo era una práctica comúnmente aceptada, pero nunca se volvió crítico, ya que había aprendido a ver estas costumbres extranjeras no a través de sus propios ojos, sino a través de los ojos del propio sujeto. El interés y la fascinación de Marquette por la tribu Illini ha generado dudas en personajes cuyo umbral solo se centra en el aspecto sexual, pero no hay evidencia que demuestre que fuera homosexual.
A lo largo del viaje de Marquette y Joliet, “introdujeron el cristianismo en más de 600,000 millas cuadradas de áreas silvestres, dieron nombres franceses a ciudades desde La Crosse hasta Nueva Orleans, transformaron las culturas nativas tradicionales y casi exterminaron a los mamíferos peleteros del medio oeste superior” No hace falta decir que su viaje fue exitoso en casi todas las formas que esperaban. Sin embargo, fue una decepción en dos sentidos: no fueron los primeros en descubrir el río Mississippi, Había llegado primero, unos 140 años antes, el explorador español Hernan De Soto, además de haber sido utilizado, naturalmente, por las tribus nativas dirante mies de años. La segunda decepción fue que desembocaba en el Golfo de México en lugar del Océano Pacífico como esperaban.
Cuando llegaron al tramo final de su viaje, Marquette y Joliet comenzaron a invadir territorio español y, a los diez días del final, los nativos amistosos los animaron a dar la vuelta (si hubieran ido más lejos, habrían sido atacados por tribus españolas hostiles). Así que nunca terminaron realmente su viaje. La tribu Illini les mostró una ruta más rápida de regreso al norte, siguiendo el cruce del río Illinois hacia el río Chicago, por lo que regresaron a casa relativamente rápido. Desafortunadamente, sin embargo, cuando estaban prácticamente a la vista de Montreal, los hombres tuvieron un accidente de canoa perdiendo a dos miembros del equipo, comprometiendo su salud y perdiendo muchas de sus pertenencias. Afortunadamente, tanto Marquette como Joliet regresaron a casa a salvo.
Marquette se quedó en Mackinac escribiendo sus diarios que documentaban el viaje, los que se publicarían en 1681 con el título «Recueil de Voyages» de Theevenot, aunque nunca vería su publicación. fundó la misión de Kaskaskia el Jueves Santo de 1675, un año antes de su muerte. En 1674 Marquette decidió regresar a la tribu Illini con la intención de pasar el resto de su vida allí. Llegó en la primavera de 1675, su salud estaba tan mal que le impidió permanecer allí. Tuvo que dar la vuelta poco después de su llegada y sufrió muerte por disentería en su camino de regreso. Su cuerpo está ahora enterrado en San Ignacio.
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Los misioneros franceses en América eran grandes devotos marianos como el jesuita Marquette, quienes tenían una visión católica de ‘encuentro entre civilizaciones’. De manera que el Ne Tongo que en 1541 bautizara Hernan de Soto con el nombre de Gran Río del Espíritu Santo, lo rebautizó Marquette, poniéndole 132 años después bajo la advocación de la Inmaculada Concepción, pues formaba parte de la evangelización que las misiones jesuitas tenían con los nativos americanos. En este sentido, el autor del poema River of the Immaculate Conception y profesor de la Universidad de Santo Tomás de Houston, James Wilson decía: «Partieron en sus canoas encomendándose enteramente a la gracia de Dios, encomendándose enteramente a María como Inmaculada Concepción,
El nombre actual del río (Mississippi) responde al nombre original dado por los nativos americanos, que significa algo así como «grandes aguas». Sin embargo, apuntaba Wilson que, aunque la consagración del río a la Virgen haya pasado desapercibida, perdura «como testimonio de cómo la gracia de Dios ya estaba actuando en América del Norte». Casi dos siglos después de que el padre Marquette encomendara el río a la Virgen, en 1846, los obispos estadounidenses declararon a la Inmaculada Concepción, patrona de Estados Unidos al igual que lo es de España.
Aunque este hecho sea prácticamente desconocido o seguramente olvidado tanto por la población americana y española, me ha parecido interesante recordarlo en estos momentos de tanta incertidumbre política y desapego religioso.
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